Los argentinos, cada vez más lejos de la casa propia

16 de febrero, 2015 | 11.27
Por Darío Gannio.

El déficit habitacional en Argentina creció en los últimos años en las ciudades. Si bien es un fenómeno de todas las grandes urbes, la característica local incluye créditos hipotecarios cada vez más inaccesibles y una legislación que perjudica a los que quieren alquilar. Concentración de la propiedad y denuncias a las inmobiliarias por parte de los individuos y de los comerciantes.

Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE


Esta semana se conoció un informe que encontró que casi la mitad de los inquilinos en Capital Federal gasta entre un 30% y un 50% de sus ingresos en el pago del alquiler y que un 70% desconoce los derechos que le da la ley del sector, que está vigente pero se cumple poco. De hecho, cuando se pagan los aumentos, que no son acordados previamente, se desconoce que la legislación actual prohíbe la indexación, aunque eso sea moneda corriente.

La percepción de los que no alcanzan la casa propia es que no podrán hacerlo mientras tengan que pagar un alquiler. Es que, mientras el crédito al consumo creció de manera exponencial durante las tres gestiones kirchneristas, los préstamos hipotecarios se estancaron e, incluso, decayeron.

El principal motivo fue la implementación del cepo al dólar a fines de 2011, que hizo caer tanto los créditos en la divisa norteamericana como la actividad en general. De hecho, según un relevamiento de Reporte Inmobiliario, la cantidad de escrituras de compraventa en 2014 suma el quinto año consecutivo de caídas y, por primera vez, las operaciones fueron menos que en el año del corralito. El tema de los créditos no es menor, ya que es cada vez más difícil ser sujeto de crédito y conseguir tasas fijas.

Esto generó una concentración en las propiedades, que llevó a que la cantidad de propietarios del lugar donde viven sea cercana al 67%, mientras hace una década era del 75 por ciento. Este fenómeno es más evidente en las ciudades más vinculadas a los grandes grupos sojeros, como Rosario o Córdoba, que encabezan los rankings de viviendas desocupadas e, incluso, a estrenar.

Pero el otro factor clave en el malestar del que quiere adquirir su primera vivienda es el efecto de las inmobiliarias, que no son de gran ayuda para el que alquila y quiere pensar en su propio techo en el mediano plazo. Es que seis de cada diez contratos de alquiler se dan a través de estas instituciones, mientras el resto son con dueño directo.

Según un relevamiento del Frente Progresista y Popular, el que encontró que en la Capital Federal se gasta entre el 30% y el 50% del sueldo alquilar, más del 70% de los entrevistados considera que nunca podrá adquirir su casa propia. El informe, encabezado por el legislador porteño Fernando Muñoz, encontró que el 41% culpa por esta situación al Estado y el 38% a las inmobiliarias. Además, encontró que los principales problemas de los inquilinos pasan por las comisiones que pagan y el monto del alquiler.

La publicación del diputado culmina con las sugerencias de los entrevistados, que "en relación con cómo se podría mejorar su situación, en primer lugar los inquilinos respondieron "creando una oficina pública que regule los contratos", seguido con poca diferencia de "regulando a las inmobiliarias" y en tercer lugar, "cambiando la ley de alquileres".

Este efecto no es exclusivo de las viviendas particulares, sino que se prolonga a los alquileres de locales comerciales. De hecho, los negocios tienden a ser cada vez más de las grandes cadenas, limitando el acceso de los comerciantes más pequeños.

Esto lo demuestra un estudio de la consultora Colliers International, que resalta que en las principales zonas comerciales de la Ciudad, la rotación de inquilinos superó el 5% en el semestre y en algunas calles, las más requeridas, llegó al 8 por ciento. En estos lugares se encuentra que los comerciantes individuales no pueden afrontar los grandes costos que les requieren las inmobiliarias y son desplazados por las grandes cadenas de electrodomésticos, perfumería, farmacias, indumentaria y cafetería.