La crisis actual de la Unión de Naciones Suramericanas, más conocida como UNASUR por su siglas, no es la primera que vive este proyecto de integración regional compuesto por los doce países de América del Sur. Pero sí la más grave.
La decisión de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú de retirarse temporalmente por las dificultades internas y por la falta de un secretario general en realidad esconde divergencias ideológicas.
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Para las derechas latinoamericanas contemporáneas los proyectos de integración regional son vistos como una avanzada de las izquierdas tratando de generar una ficticia "unidad latinoamericana" liderada por el chavismo. Sin embargo, esta lectura olvida que la primera reunión -en la historia- de presidentes de América del Sur fue convocada en el año 2000 por el presidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso. En esa reunión, delante del peruano Alberto Fujimori y del boliviano Hugo Banzer -muy lejos ambos de ser considerados siquiera "progresistas"- Cardoso habló de una América de Sur fuerte y unida para tener mayor acceso a los mercados, y perfiló un proyecto de desarrollo estratégico de infraestructura y comercio intrarregional.
El problema en ese entonces, no era el chavismo, sino la histórica desconfianza hacia la hegemonía brasileña y que la formación del bloque tenía como objetivo promover a Brasil como miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
UNASUR nació formalmente en 2008 y para ese entonces la corriente "progresista" ya se había consolidado imprimiéndole al bloque un fuerte contenido político, como lo comprobó Álvaro Uribe en el año 2009 cuando tuvo que rendir cuentas por un acuerdo con los Estados Unidos para la instalación de bases militares en Colombia. Pero Uribe no abandonó UNASUR.
Hoy la correlación de fuerzas ha cambiado y las derechas nuevamente quieren marcar el rumbo.
Sin embargo, hace tres años un informe de la FAO, la organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, señalaba que más de la mitad de las importaciones alimentarias de América Latina todavía provienen de fuera de la región, con Estados Unidos suministrando casi un tercio de ellas, siendo que la región puede cubrir la demanda de alimentos.
Esto quiere decir que hay problemas estructurales por resolver que van más allá de diferencias ideológicas. ¿Lo comprenderán los países que ponen en riesgo la continuidad del bloque como lo comprendió Cardoso hace 18 años? Esa parece ser la gran pregunta.