La comida saludable, carísima: moda, engaño y negocio empresario

12 de noviembre, 2014 | 10.28

Por Lorena Hak lhak@eldestapeweb.com
Redacción El Destape

Se esgrimen varios motivos para justificar esta asincronía de precios. Por un lado, que la comida saludable es más cara, debido a que en general contiene sustitutos del azúcar, o bien del sodio, lo que implica un químico. Asimismo, se argumenta que las instituciones, a la hora de destinar subsidios, inclinan la balanza hacia las grandes empresas que producen alimentos de forma industrial, y no hacia los productores orgánicos.

"La industria de alimentos no está subsidiada. Se podría hablar de alguna economía regional de corte exportador y de empleo intensivo con ayudas, pero no es algo general. Por otra parte, el precio se puede encarecer si hay un tipo de ingrediente que es un commoditie, un cereal por ejemplo, pero no es invento argentino (el precio en el rubro). Y la variedad y oferta para una sociedad demandante, tiene altas y bajas, y se puede retraer o expandir el consumo de alimentos saludables (con la consecuente suba o caída de los precios)", explicó a El Destape, el presidente de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal), Daniel Funes de Rioja.

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Lo cierto es que esta categoría comercial está en constante crecimiento, pero promete mucho y cumple poco si no es acompañada por un cambio de hábitos alimenticios, lo cual está advertido en el envoltorio como la letra chica de contrato. Sin embargo, sólo un 40% de la población lee el etiquetado nutricional de los alimentos, "y sólo en casos de una necesidad extrema, como una enfermedad", señaló a El Destape la licenciada en Química y coordinadora de oleaginosas del Centro Agroalimentos del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), María Cristina López.

Brevemente, algunos cuestionamientos: los endulzantes artificiales pueden ser mucho peores que el azúcar y la fructosa. Por ejemplo, un estudio publicado en la revista Physiology & Behavior, ya en 1988 encontró que los endulzantes intensos (sin o bajos en calorías) pueden producir un aumento del apetito.En el caso de los chocolates y otras golosinas sin azúcares añadidos, excepto caramelos y chicles que no poseen grasas, la reducción de azúcar se compensa agregando grasas que vuelven más agradable al paladar estos alimentos. Sólo se descubre si se mira el contenido de grasas y los ingredientes del producto. Si la ración supera los 30% de lípidos, es un alimento muy elevado en este macronutriente, y si las fuentes son grasas hidrogenadas, margarinas, manteca de cacao, debemos tener más cuidado aún, pues son ingredientes con grasas trans o saturadas en alta proporción.

Asimismo, detrás del "alto contenido en fibra", -generalmente los productos integrales o con más fibra no tienen el mismo efecto en el paladar que los cereales refinados-, se añaden grasas y azúcares que dan más sabor, el gran desafío de la industria para no perder mercado.

La manteca fue demonizada debido a su alto contenido en grasas saturadas. Sin embargo, en sus inicios la margarina tenía un gran contenido de grasas trans. Y aunque ahora tiene menos, todavía está cargada de aceites vegetales refinados. Un estudio en Estados Unidos (Framingham Heart Study) mostró que las personas que sustituyen a la manteca con la margarina, en realidad son más propensas a morir de enfermedades del corazón. La margarina en sí no es un "alimento", es más bien un producto químico a base de aceites.

Los fitoesteroles o esteroles vegetales son básicamente como las versiones orgánicas del colesterol. Algunos estudios han demostrado que incluso pueden reducir el colesterol en la sangre en los seres humanos. Sin embargo, pese a que las investigaciones han demostrado que esto es efectivo, los fitoesteroles tienen efectos adversos sobre el sistema cardiovascular e incluso pueden aumentar el riesgo de enfermedades del corazón y la muerte.

"El fenómeno responde a lo que puede ser mejor para determinados tipos de dietas, y eso genera una respuesta desde la industria alimenticia. La idea es enriquecer los alimentos por las nuevas tendencias de alimentos y bebidas. Pero es el consumidor el que decide, y esto no es solamente en Argentina. Esta es una de las industrias con más alternativas para elegir entre marcas y productos, pero el que elige finalmente es el consumidor", dijo Funes de Rioja.

Asimismo, el vuelco de la industria hacia lo saludable también fue impulsado por el Gobierno aseguran, y no sólo por la rentabilidad del negocio. "Llevamos 4 o 5 años de baja del consumo de sodio a partir de un plan con el Gobierno. El Ministerio de Salud nos propuso eso, y hay cerca de 500 empresas que producen con menos sal. Pero si el productor tiene un pan soso, no tiene una respuesta de la población, hay que realizar una campaña desde el Estado para concientizar. Sino es imposible que tenga éxito", agregó el titular de la COPAL.

A partir de una mayor consciencia en la alimentación, y las mayores expectativas de vida, la industria amplió la oferta, y salió ganando. "Las intenciones están muy enlazadas –entre la industria y el consumidor-, hay una mayor preocupación por la salud pública y la salud personal, y cuestiones de investigación en la materia que llevan a este cambio", señaló Funes de Rioja.

"Desde ya que es importante el consumo responsable, por ejemplo el alcohol. No quiero vender la mayor cantidad de botellas", agregó. "Hay investigación médica atrás de esto, porque todos estamos bajo las mismas influencias, y nos surgen las mismas sugestiones y las mismas preocupaciones", señaló el dirigente.

Lo cierto es que el fenómeno no escapa a la dinámica empresaria, pero en el medio está la salud de los consumidores. "Las empresas lo que quieren es vender. Los productos con declaraciones de nutrientes, bajos en sodio, sin grasas saturadas se difunden con marketing, pero eso obedece a la estrategia mundial de la OMS (Organización Mundial de la Salud), porque sino nos lleva a la obesidad, independientemente del país y de la edad", dijo la funcionaria del INTI.


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Argentina no escapa a ese escenario. Según indicó López, el año pasado, la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo reveló que la obesidad sigue en aumento: "Hay una sobre oferta de alimentación, falta de educación del consumidor, y por otro lado hay que limitar la publicidad. Existen reglamentaciones para lo que dicen las etiquetas y lo que dice la publicidad. Es cierto que la industria le saca cosas a los alimentos que antes le puso, y lo vende más caro, pero el Gobierno hace lo que puede. Es muy difícil controlar todo".

"El consumidor come lo que quiere y come de más, y eso le da pié a las empresas para seguir creciendo", reflexionó la dirigente del INTI. Por su parte, Funes de Rioja opinó: "Hay una preocupación en común con el Gobierno por los llamados alimentos saludables. Pero no hay alimentos buenos o malos, lo que hay son hábitos buenos o malos".

Sin embargo, la autora del famoso libro "Mal comidos", Soledad Barruti, prefiere no depositar la responsabilidad en la población: "La industria no es ética ni responsable. Tampoco el Código Alimentario Argentino dice nada. Es la publicidad donde hay que poner el foco, pero no tiene responsabilidad el consumidor".

La periodista dijo a El Destape que "la industria ve a los alimentos como una oportunidad de negocios, y plantea nuevas necesidades de consumo. Los productos con bajas calorías y edulcorantes naturales, se suman y no eliminan los anteriores. La idea entonces es vender más. Desde que el nutricionismo apareció comemos peor. Aumentaron las muertes por comida, y se generó el negocio de hacernos comer bien".

Barruti advierte que el modelo de marketing utilizado tradicionalmente en otros rubros, se trasladó a la comida, con consecuencias nefastas para la salud, y también ¿por qué no? para el bolsillo. "Los claims nutricionales, los rótulos, indican que están buscando de qué manera vender más, pero antes a la gente no se les vendía comida. Ahora se volvió objeto de consumo", explicó.

Tan es así, que la autora señala que las deficiencias nutricionales que hoy se padecen, fueron generadas por la propia industria alimenticia. "Por supuesto que muchos alimentos tienen eso que dicen. Uno necesita calcio, pero el producto que nos venden no es la única fuente de calcio. La banana es saludable desde que el mundo es mundo, por ejemplo".

"Así se terminan consumiendo cosas que no necesitas. Actimel terminó reconociendo que es mentira lo que promociona, pero además te obliga a tomar uno todos los días, y ningún estudio lo confirma", asegura Barruti.

En cuanto al alto precio de la canasta saludable, Barruti sostuvo que la industria alimenticia gasta poco en la producción, y el resto del presupuesto se utiliza en el marketing: "La comida procesada es más barata, el químico es más barato, el endulzante es más barato que el azúcar".