El senador por Vermont ya había sorprendido en 2016 dándole una dura batalla en las primarias demócratas a Hillary Clinton. Sin embargo este año el escenario se perfila mucho más favorable para este político de izquierda, anti-establishment y artífice de un movimiento político y social como no se veía hace décadas en la principal potencia mundial.
Habiendo ganado las dos primeras primarias en Iowa y New Hampshire por el voto popular y con encuestas muy favorables para las próximas dos en Nevada y Carolina del Sur, Bernie Sanders aparece como el candidato más sólido de la interna demócrata para ser el rival de Donald Trump en las elecciones de noviembre. Sin embargo, el punto de inflexión puede darse el 3 de marzo cuando se vote en 13 Estados en simultáneo, entre ellos Texas y California, los más poblados.
Se trata de un político que tiene una trayectoria tan larga como ajena a la lógica del bipartidismo conservador estadounidense.
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De Brooklyn a Burlington
Bernard Sanders nació en 1941 en Brooklyn, Nueva York. Su padre era un inmigrante polaco, de origen judío, que perdió a la mayoría de su familia durante la Segunda Guerra Mundial, y su madre una estadounidense hija de inmigrantes, también judíos.
Si bien Bernie no tuvo una infancia pobre, sí fue austera. Estudió en escuelas públicas de Nueva York, para luego inscribirse en la Universidad de Chicago. Allí tuvo su primer acercamiento a la política sumándose a la Liga Socialista de la Juventud.
En 1963 participó de la histórica “Marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad”, encabezada por Martin Luther King a quien Sanders definió alguna vez como “uno de los héroes más grandes del siglo XX”. En 1964 se recibió de licenciado en Ciencias Políticas y compró un terreno en Vermont. No obstante no se instaló definitivamente allí hasta 1968.
La década del ‘60 lo encontró participando del movimiento que se opuso a la guerra de Vietnam y hasta vivió unos meses en kibutz en Israel.
Ya radicado en Burlington, la ciudad más importante de Vermont, comenzó a militar en el Union Liberty Party, un partido político local, progresista y anti-guerra.
Por ese entonces su perfil político era claro. Como escribió en 2016 el editorialista estadounidense y ganador del Pulitzer, David Moats, “sus discursos de la década de 1970 son poco diferentes de los que pronuncia hoy”.
En una carta publicada en su campaña para gobernador en 1976 planteaba cobrarle más impuestos a las grandes empresas; cuestionaba la política exterior estadounidense; pedía que el dinero gastado en las FF.AA. se destine a planes de salud, construcción de viviendas y protección del medioambiente; y se manifestaba a favor del aborto y los derechos de las disidencias sexuales.
El alcalde socialista
Bernie pasó cinco años alejado de la política, pero en 1981 decidió postularse para alcalde de Burlington. Derrotó por apenas 10 votos a Gordon Paquette que llevaba seis mandatos consecutivos.
Así, el mismo año que Ronald Reagan asumía la presidencia de EE.UU., este dirigente autoproclamado socialista comenzó una carrera política imparable. Fue reelecto tres veces (1983, 1985 y 1987) en Burlington. Durante sus mandatos estableció un fideicomiso comunitario para garantizar el acceso a la vivienda; logró que bajaran las tarifas de los servicios públicos; y remodeló la costanera del lago Champlain creando espacios públicos y comunitarios en detrimento de un mega proyecto inmobiliario.
También se sumó a las marchas del orgullo en Vermont y hasta viajó a la Nicaragua sandinista en 1985, cuando el gobierno de Managua estaba siendo hostigado por Washington. “Use los dólares de nuestros impuestos para dar de comer a los hambrientos y cobijar a los vagabundos. Deje de matar a las personas inocentes en Nicaragua”, le escribió a Reagan.
Ya por ese entonces defendía su idea de “socialismo democrático”, emparentado con el modelo de los países nórdicos y en contraposición al comunismo de la Unión Soviética.
El legislador independiente
En 1990, tras un intento fallido dos años antes, Bernie se convirtió en el primer diputado independiente de EE.UU. en cuatro décadas.
Desde la cámara baja se opuso a las invasiones a Irak de 1991 y 2003, y también rechazó la Patriot Act, impulsada por George W. Bush tras el atentado a las Torres Gemelas (2001), a la que calificó de “legislación orwelliana” por violar derechos constitucionales.
Sanders denunció la crisis de la democracia norteamericana, dominada por las grandes empresas y cada vez más alejada de la clase trabajadora. En sus campañas rechazó el financiamiento corporativo y se apoyó en los pequeños aportantes individuales y sindicatos.
En 2006 ganó una banca en el Senado. Para su campaña contó con el apoyo de algunos reconocidos demócratas, entre ellos el entonces senador Barack Obama.
Tuvo una actitud muy crítica hacia la desregulación del sistema financiero. El mismo que, en 2008, desencadenó la crisis internacional. Fue a partir de entonces que su figura comenzó a cobrar notoriedad a nivel nacional y se comenzó a rumorear sobre su posible candidatura presidencial.
Sin embargo hubo que esperar hasta 2016 cuando, consciente de la imposibilidad de ganar una elección por fuera de los partidos tradicionales, se inscribió en el Partido Demócrata para competir en la interna. Aunque fue derrotado por Hillary Clinton, la experiencia de su campaña provocó un quiebre en la política de EE.UU.
Bernie, la nueva izquierda estadounidense y la participación popular
Ante un sistema decadente, atravesado por la crisis económica, el conservadurismo del Partido Demócrata y Clinton quedaron desfasados para una sociedad que demandaba cambios más profundos. La figura de Donald Trump logró capitalizar por derecha ese descontento y en torno a Bernie Sanders se fue gestando un movimiento por izquierda, novedoso y disruptivo.
Por eso el propio Trump dijo que prefiere no enfrentar a Sanders. “Él tiene “verdaderos seguidores”, dijo. Y por eso también las encuestas dan como ganador al senador de Vermont en un mano a mano con el actual presidente.
Es que Bernie provocó que amplios sectores de la juventud se involucraran en política. Algo que se corroboró en las elecciones de medio término de 2018 donde una gran cantidad de candidatos y candidatas, provenientes de estos movimientos de base, disputaron internas contra los demócratas en distintos Estados.
El caso más famoso es el de la representante de Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez, que derrotó al histórico Joseph Crowley y accedió al Congreso. Pero también hubo experiencias en Nevada, Missouri y Virginia Occidental, entre otras. El documental A la conquista del Congreso (disponible en Netflix) muestra de manera muy completa este fenómeno.
Sanders planteó desde siempre la necesidad de que los sectores populares se involucren y participen en política. Por su lema actual es “Not me. Us” (No yo. Nosotros). Y sus propuestas, que pueden sonar básicas para la Argentina, son absolutamente radicales para EE.UU.
“Para mi el socialismo democrático es expandir Medicare, proveer oportunidades educativas para todos, reconstruir nuestra infraestructura decrépita, es decir el gobierno sirve a las necesidades de todo el pueblo en vez de a los donantes adinerados a las campañas”, declaró alguna vez.
A sus 78 años Bernie no se da por vencido y quiere hacer historia. Puede convertirse, quizás, en el primer presidente de izquierda de la historia de los EE.UU.