¿Quiere entender lo que pasa con el dólar? Es muy fácil, pero se necesita atravesar la madeja que construyen los traficantes de información económica. Sin ánimo de vulgarizar, cuando se despoja a la economía de su jerga o se reducen las operaciones en los mercados a sus componentes elementales, la explicación del movimiento de las variables suele ser bastante sencilla, especialmente cuando, como en el caso del dólar, se habla de “mercancías irreproducibles”, cuyo precio depende exclusivamente de la oferta y la demanda.
Las dificultades de análisis, en todo caso, se relacionan con cómo se comportan en cada momento todos los componentes de esa oferta y esa demanda. Pero no hace falta saber todo o tener “información completa”. Es posible comenzar a analizar a partir de algunos datos básicos. Lo que se sabía hasta antes del cachetazo de voluntad popular del domingo es que la única estrategia económica de campaña del oficialismo era planchar la divisa estadounidense para, por esa vía, estabilizar la macroeconomía.
Esto es posible porque en el mercado local el dólar es un “precio básico”, es decir, un precio que forma los precios de casi todas las cosas. En consecuencia, es un componente central del sistema de precios, algo que fue muy evidente en los primeros días hábiles de esta semana, en los que la incertidumbre por el precio de la divisa puso en pausa los precios del resto de la economía, desde las harinas a las naftas. Dicho de manera rápida, se necesita saber el precio de dólar para “componer” los precios de toda la economía.
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Para quienes no son economistas (y para muchos economistas también) es importante tener memoria de momentos como el presente para observar en vivo y en directo (“en el laboratorio de la historia”) cómo funciona el conjunto de la economía. Si el dólar se escapa, se escapan más o menos rápidamente, dependiendo del contexto y de la política económica, todo el resto de los precios, lo que a su vez, en este caso dependiendo de las relaciones de fuerza, desata la puja distributiva por el valor del salario. En el caso local, con tarifas también dolarizadas, el proceso se acelera. La cadena de causalidades es: aumenta el dólar, aumentan las tarifas y aumentan los precios. Luego se desata la puja por el aumento de salarios y la inflación se acelera todavía más. Pero dado que los salarios se recomponen siempre con retraso, el resultado inmediato del aumento del dólar es la caída del poder adquisitivo de los trabajadores, y por lo tanto del consumo y de la demanda. La caída de ventas frena la economía y las decisiones de inversión. El combo de resultados no puede ser peor: recesión más inflación, una combinación bien conocida en la historia económica local. Si dos días son pocos para poner bajo análisis la secuencia descripta, se puede analizar lo sucedido a partir de la larga corrida iniciada a fines de marzo de 2018 con la disparada del dólar de 20 a 40 pesos. El verdadero patrón de valor de la economía local es el patrón dólar, un dato duro que sólo podrá superarse con años, quizá décadas, de estabilidad cambiaria.
Y ahora sí, el valor del dólar depende de la oferta y la demanda. Si un país tiene déficit en la cuenta corriente de su balanza de pagos es porque le ingresan menos dólares de los que necesita. A eso se le llama restricción externa, que se agudiza en períodos de crecimiento porque aumenta la demanda de importaciones (dólares). En el largo plazo el problema sólo se resuelve con desarrollo (transformar la estructura productiva para aumentar exportaciones más que las importaciones) El fallido gobierno macrista, en cambio, resolvió la restricción por la doble vía de la bicicleta financiera y la toma de deuda en dólares a la espera de los reyes magos o la lluvia de inversiones, lo que llegase primero.
Como podía preverse el modelo voló por los aires con la crisis de comienzos de 2018 y el regreso al FMI. Pero este mismo regreso significó también el refuerzo de más deuda para hacer frente a la demanda de dólares. El apoyo cerrado de Estados Unidos a su delegado en el extremo sur del patio trasero significaba dos cosas. La primera que el sostenimiento del dólar tenía fecha límite: el agotamiento de los préstamos del Fondo, pero al mismo tiempo también significaba que el Banco Central contaba con poder de fuego para contener una corrida. En mercados de la periferia del capitalismo, este poder de fuego de los Bancos Centrales es fundamental para la estabilidad. El gobierno no lo uso o lo uso mal. Durante el salto de la cotización de 20 a 40 pesos liquidó divisas a precios inferiores a los que al día siguiente dejaba correr. Un despropósito. No supo poner una barrera, algo que sí hizo antes de las PASO, fundamentalmente por la vía de operaciones de futuro y de súper tasa, antes que de liquidar reservas.
Este camino fue reforzado por un discurso doblemente mentiroso, la construcción de expectativas falsas sobre el devenir de la economía y la demonización de la oposición. La mentira alcanzó sus picos de máxima el viernes previo y el lunes posterior a las primarias. El viernes construyendo un escenario ficticio de repunte de las acciones sobre la base de un presunto “empate técnico” alimentado por consultores mercenarios y el lunes atribuyendo el descalabro de los mercados al arrasador triunfo opositor.
Toda la conferencia de prensa que Muricio Macri brindó junto al transfuga Miguel Pichetto fue una muestra de autismo ideológico según el cual la única acción de gobierno posible consistiría en satisfacer las demandas de “los mercados” y de los poderes externos. Macri no se privó de conminar a la oposición, que casualmente fue votada por oponerse a semejante visión fracasada, a asumir el ideario ajeno para llevar tranquilidad “al mundo”, un dislate absoluto también reproducido por la prensa local y extranjera. No se veía tanto autismo desde tiempos del extinto Fernando de la Rúa. Tampoco tanta capacidad de daño. Y si los mercados se creyeron el escenario del viernes, era esperable la nueva corrida iniciada el lunes, ya que más de un especulador debe haberse sentido estafado, sin descartar la especie sobre el neochavismo presuntamente encarnado por el Frente de Todos. Ante semejante cambio de escenario sorprendió la pasividad inicial del BCRA, que recién comenzó a intervenir cuando el dólar rondaba su nuevo escalón de 60 pesos, un salto devaluatorio que tendrá efectos funestos y hasta impredecibles sobre una economía ya deprimida.
Pero tan notable como la disociación de la realidad expresada por el discurso de Macri y la sospechosa pasividad del Banco Central fue el mensaje de los operadores macristas. Palabras más, palabras menos, dijeron “votaron populismo, ya perdieron un tercio de sus ingresos”. Difícil encontrar una muestra más cristalina de venganza clasista y de desprecio a la voluntad popular.-