Elecciones 2019: la aparición de Cristina Kirchner en la Feria del Libro reorganiza el escenario

12 de mayo, 2019 | 12.21

Podría ser un cuento brevísimo de Augusto Monterroso: “Cuando despertó, Cristina todavía estaba allí”. En un escenario político donde prevalece la incertidumbre, la ex presidenta es el punto fijo alrededor del cual todo se articula, a favor o en contra. Para bien o para mal. Eso sólo lo sabremos en noviembre, o a fines de octubre en todo caso. Mientras la reelección de Macri tambalea, la naturaleza misma de las alianzas que acudirán a las urnas todavía no se define y el futuro inmediato de cada uno de los argentinos está teñido de dudas cotidianas, entre cierres de empresas a ritmo diario, inflación galopante y una creciente conflictividad social, esta semana CFK volvió a ubicarse en el centro de la escena: una constante rodeada de variables.

La coyuntura es propicia para la estrategia de la ex presidenta. Cuando anunció, hace algunas semanas, la salida de su libro, se difundieron algunos fragmentos, a modo de trailer. Esas definiciones preliminares escalaron rápido a los principales títulos de todos los medios, mucho más que la letra fina del volúmen de más de seiscientas páginas, publicado días más tarde. El primero de esos párrafos, seleccionados con esmero en el Instituto Patria, anticipa la línea que desarrolló el jueves pasado en su discurso en la Feria del Libro: “Si alguien me pidiera que definiera a Mauricio Macri en una sola palabra, la única que se me ocurre es: caos. Sí... Mauricio Macri es el caos y por eso creo firmemente que hay que volver a ordenar la Argentina".

Los gobiernos de los Kirchner, pero particularmente los dos de CFK, fueron conflictivos, en el sentido politológico de la palabra. Es una forma intensa de ejercer el poder, que puede causar desgaste en las sociedades, máxime después de doce años. (Queda para otra ocasión el debate respecto a cuánto de ese carácter belicoso fue una decisión propia o una reacción a otros factores; cualquier análisis de los mandatos de Fernández de Kirchner que obvie la rebelión del campo a menos de cien días de que asumiera es parcial y roza la mala intención). La grieta, aunque añeja, volvió a tomar protagonismo como nunca en esta etapa democrática a partir de 2008. Para el final de su segundo mandato, el cansancio era evidente incluso en sectores sociales que la apoyaron en iniciativas clave.

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En 2015, Mauricio Macri llegó al poder prometiendo normalidad, un significante vacío que para algunos era poder comprar dólares, para otros llegar al trabajo sin ser interrumpidos por piquetes y para otros ver su programa favorito sin ser interrumpido por mensajes a través de la cadena nacional. Se consagró a “unir a los argentinos”. Juró sacar al país del estado de excepción. El resultado, con el diario del lunes, es muy distinto. Tanto, que se mantiene a flote gracias a la multiplicación de planes sociales y el esbozo de medidas de corte intervencionistas, como el control de precios. Herramientas clave en el botiquín de los Kirchner, rechazadas por el Presidente hasta que la necesidad le pintó la cara de hereje. Hoy, incluso, algunos le reclaman por no hacer cadenas nacionales.

Lo que dejó en evidencia el gobierno de Cambiemos, dice CFK en su libro y lo repitió el jueves, en la Feria del Libro, para el que supo escuchar, es que el contrario de orden no es conflicto, sino caos. Que el conflicto se puede organizar a través de pactos y acuerdos; pero el caos no trae ganancia siquiera para los pescadores, sino tan sólo para los que fabrican la caña y son concesionarios de ese tramo del río. En los últimos días se conocieron nuevos contactos de la ex presidenta con grandes fondos de inversión. El diálogo con empresarios ya es cotidiano. La mesa política que apoyará su candidatura está compuesta en partes iguales por dirigentes que siempre se mantuvieron junto a ella, otros que rompieron durante el trayecto y volvieron y algunos con los que hasta ahora nunca había coincidido.

Esa amplitud no debe confundirse con una capitulación respecto a los principios que marcaron su gobierno. Fue lo primero que dijo el jueves: “Nunca fui neutral ni lo quiero ser”. Sí, acaso, exhibe una dosis mayor de pragmatismo, algo que volvió a destacar cuando habló de la economía de Donald Trump. Nadie debería interpretar ese pasaje como un elogio al presidente de los Estados Unidos: hace menos de dos meses, desde su banca en el Senado, acusó abiertamente a la embajada de ese país de estar detrás de las persecuciones político judicial en su contra. El mismo carácter puede verse en la gira de Axel Kicillof por América del Norte: un día en México junto a Andrés López Obrador; al día siguiente en Washington, descartando la opción del default.

CFK no lanzó su candidatura presidencial el jueves en el Salón Jorge Luis Borges de la Feria del Libro por mera imposibilidad cronológica: ya estaba lanzada desde mucho antes. Trabaja para ganar las elecciones desde que se convenció de que ningún otro dirigente opositor tiene más chances que ella de derrotar al gobierno. Pero el jueves realizó una advertencia, al recordar al Perón de 1952: si regresa al poder, requerirá del apoyo de todos estos sectores con los que retomó el diálogo para afrontar la situación que heredará, más parecida a la de 2003 que a la de 2015. Caso contrario, ella prefiere volverse a su casa. Quienes esperen una definición más contundente, sólo tienen que leer el libro. En realidad alcanza con el trailer. “Hay que volver a ordenar la Argentina”. Hay que volver. Quien quiera oir que oiga.