El discurso de Macri en el Congreso: "De verdad y para siempre"

02 de marzo, 2019 | 20.00

Las palabras del título fueron pronunciadas por Macri durante el discurso inaugural de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación para el año 2019, último de su mandato. Fueron seleccionadas para encabezar esta columna porque sintetizan el carácter absoluto y mesiánico de las concepciones esgrimidas por el Presidente durante su alocución.

La pieza oratoria de casi una hora puede ser calificada como la más autoritaria pronunciada por un Presidente constitucional en el Parlamento. El carácter fundacional que pretende otorgarle a su gobierno, con un rumbo irreversible de las decisiones adoptadas y cercenando cualquier debate basado en datos comprobables de la realidad, revela la firme voluntad de restringir al máximo el funcionamiento democrático del país en pos de imponer sus convicciones a la Nación toda.

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Por primera vez se expresó sin disimulo que el proyecto de la coalición conservadora en lo político y primario-financiera en lo económico no admite restricciones de ningún tipo en su implementación, ni las que rigen el equilibrio de las fuerzas constitucionales en el presente ni las que pudieran surgir de las urnas en el futuro.

El deterioro del estado de derecho se verificó en todo el evento de apertura de sesiones, tanto en la formas como en el fondo discursivo de su desarrollo.

Las formas se evidenciaron en un Congreso vallado y cercado por la Policía de modo de invisibilizar cualquier manifestación del pueblo hacia sus representantes.

En un evento que reúne en el recinto parlamentario a los tres poderes de la República, la decisión de restringir la proximidad de los ciudadanos más allá de los límites que imponen las normas de seguridad expresa el desprecio y el temor de los gobernantes hacia los gobernados de un modo inédito desde la vigencia democrática. Pero también Macri asumió frente a los legisladores la gestualidad de quien no admite límites en sus designios, expresando una inusitada tensión y fastidio frente a cualquier rechazo o intento de rebatir sus palabras.

El fondo del discurso desplegó sin elusiones el carácter autoritario que requiere la ejecución del proyecto en curso, en los siguientes núcleos:

- La vida política, económica y social de los argentinos durante los últimos setenta años fue un desastre absoluto y nada merece ser rescatado.

-A lo largo de estos tres años de gestión de gobierno la Argentina está mucho mejor aunque la mayoría del pueblo no lo perciba así.

-Quienes se oponen al sendero en curso carecen de toda legitimidad porque sólo defienden intereses espurios o son ineptos y fracasados.

Denostar frontalmente las causas que abrazó el pueblo argentino en su historia reciente, despreciar sus anhelos colectivos y las luchas por realizarlos y a la vez omitir las dictaduras brutales que reprimieron esos avances, es de un desprecio impropio de un mandatario constitucional hacia sus ciudadanos.

Asimismo, asumir el tutelaje de quienes "no se dan cuenta de que vamos bien" pensando y actuando por ellos, refleja el pensamiento de todas las élites autoritarias que gobernaron la Argentina, y del mismo modo que ellas, completan ese cuerpo ideológico segregando por la fuerza si fuera menester a todo opositor al esquema dominante.

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Tal vez por eso el discurso del Presidente estuvo enmarcado por un gran despliegue de fuerzas policiales y una gestualidad admonitoria y casi amenazante. No encajaba este planteo en el recinto parlamentario frente a los bloques legislativos que representan al pueblo. Sonaba más a bando de un gobierno incómodo frente a la compulsa ciudadana.

Tal vez en una próxima columna desarrollaremos los indicadores socioeconómicos del trienio de Cambiemos que desnudarán el conjunto de inexactitudes vertidas en la exposición presidencial, pero parece mucho más relevante y urgente profundizar en el tenor intrínseco de las ideas contenidas en la misma.

La visión del pueblo inmaduro que debe ser guiado para evitar que cometa torpezas masivas no es nueva, tampoco es nueva la decisión de borrar la historia del pueblo, eliminando a sus líderes de la vida cotidiana y resaltando que lo único bueno del país es su geografía y su naturaleza, haciendo sentir que los argentinos sobran. Lo nuevo es que lo exprese un Presidente constitucional en el recinto del Congreso ante los bloques legislativos de representación popular.

Cuando las cosmovisiones descriptas avanzaron, el Estado de derecho fue avasallado. La oposición democrática política, empresarial y social debe tomar nota de este sendero adoptado por primera vez por un gobierno surgido de las urnas.