Resulta clave comprender el nombre del paquete de leyes económicas que el oficialismo envío al Congreso, denominado Solidaridad Social y Reactivación Productiva. Ambos conceptos, son inescindibles en la concepción económica heterodoxa, y son también las dos caras de una misma moneda, como lo era para la teoría de la alianza Cambiemos el egoísmo y el crecimiento económico. En esta última concepción, en la medida que mayor se favoreciera el afán de lucro de los grandes capitales, estos aumentarían la inversión en nuestro país, generando así mayor desarrollo económico y empleo, bajo el paradigma vulgarmente conocido como “copa derramada”, que postula que en la medida que los ricos llenen sus copas, las mismas comenzarán a derramar hacia las capas postergadas de la población. Lo cierto es que en estos últimos años el derrame, lejos de llegar al grueso de la sociedad, se canalizó fundamentalmente hacia cuentas en el exterior, exhibiendo que solo era verificable el primer concepto, es decir el de egoísmo.
Recientemente, el Indec publicó el coeficiente Gini, que mide la desigualdad en el ingreso en una sociedad, que exhibió que entre el segundo trimestre de 2016 (primera medición del pasado gobierno) y el tercer trimestre de este año, el 10 por ciento de la población de mayores ingresos paso de ganar 20 a 23 veces más que el 10 por ciento de menores ingresos, es decir de un coeficiente 0,427 se pasó a uno de 0,449. Si bien la comparación correcta es en el mismo trimestre, se descuenta que en el último de este año aumentará aún más.
No debería sorprender si se tiene en cuenta que la política macrista levó a una caída promedio del 20 por ciento en los salarios y jubilaciones, cuyo resultado fue una caída del consumo interno que explicó en gran parte el cierre de 23.000 pymes y la pérdida de 224.000 empleos registrados.
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Así el proyecto Solidaridad Social y Reactivación Productiva insta a transferir al bolsillo de jubilados, trabajadores, y beneficiarios de planes sociales, un monto que deberá ser en gran parte financiado por los ganadores del anterior modelo, fundamentalmente agroexportadores, que vieron elevar exponencialmente sus ganancias gracias a una rebaja promedio cercana al 75 por ciento de las retenciones y una megadevaluación superior al 500 por ciento, las empresas energéticas, cuyas tarifas fueron dolarizadas, e incluso aquellos que poseen bienes personales mayores a tres millones de pesos además de su propiedad, o quienes poseen un excedente para atesorar dólares o viajar al exterior.
La clave, es que así como en la teoría neoliberal las medidas no acaban en el egoísmo, sino que el mismo es la piedra fundamental para la inversión, algo jamás comprobado en la realidad concreta, en el actual plan heterodoxo la solidaridad no es el único motivo que inspira estas medidas, sino que la misma promueve una transferencia de recursos de las clases altas y medias altas hacia los más postergados, con el objetivo que estos últimos vuelque esos fondos al consumo y reactiven productivamente la economía. Este modelo, conocido en el mundo como keynesianisno o Estado de Bienestar, y que, con sus lógicas dificultades, tuvo un importante éxito en los primeros gobiernos peronistas y en el kirchnerismo, es especialmente relevante para nuestro país, pues más del 70 por ciento del PBI se explica por el consumo privado interno, mientras que el sector que desde este siglo mayormente se beneficia con una economía de libre mercado como la impulsada por la alianza Cambiemos, es el primario (campo) que incluso con la agroindustria solo tiene capacidad para emplear al 30 por ciento de la Población Económicamente Activa.
También las religiones tienen algo que decir a respecto. En este sentido, en “La alegría del Evangelio”, la primera exhortación apostólica escrita por Francisco a fines de 2013, se postula que “algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando”. En tanto, en el judaísmo uno de los más elevados actos es la Tzedaká, la ayuda al necesitado un concepto que difiere de la caridad, pues su traducción engloba dos ideas, la de Justicia y Solidaridad.
La etapa que se abre, parece marcar el comienzo del destierro del egoísmo neoliberal para dar paso una sociedad orientada a la solidaridad y la justicia social. Del Gobierno y de la sociedad argentina, dependerá que esta nueva orientación pueda hacerse realidad.