El aislamiento barrial o comunitario es una realidad desde que se decretó la cuarentena el viernes 20 de marzo. El pasillo, la vereda y la calle son una extensión de las viviendas que en la mayoría de los casos son precarias, donde hay hacinamiento y un hábitat poco saludable, sin siquiera agua potable y cloacas.
En el conurbano bonaerense, la etapa que sigue es ordenar institucionalmente ese funcionamiento. Hay siete municipios que ya implementan el aislamiento barrial o comenzarán a hacerlo en los próximos días: Hurlingham, Lomas de Zamora, Almirante Brown, Merlo, Esteban Echeverría, Escobar y San Martín. Además, se trabaja para que próximamente se sumen barrios en Lanús y La Plata. Y luego avanzar en el mapa barrio por barrio hasta completar la cobertura de todos los distritos más vulnerables.
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Se empezó a enlazar el despliegue territorial. Allí se considera central la articulación de la red comunitaria con todos los niveles del Estado para contener una situación que ya era crítica antes de la pandemia.
Este domingo, el gobernador bonaerense Axel Kicillof se reunió en Hurlingham con los intendentes de la primera y tercera sección. La preocupación máxima es que exista un aumento en los casos de circulación local. Un desborde de contagios en la región con mayor densidad poblacional del país podría generar una demanda problemática del sistema de salud. Por el momento, no habrá flexibilización de la cuarentena, pero será focalizada y segmentada.
El problema es generalizado y abarca múltiples factores, todos urgentes. Además del sanitario, existe una fuerte demanda de alimentos, de ingresos económicos y de infraestructura social. La estrategia para abordarlos al mismo tiempo requiere de coordinar una logística que no soporta demoras.
El dispositivo que se desarrolla tiene cuatro ejes.
Primero, una fuerte presencia de información y promoción de las medidas sanitarias, con recomendaciones e indicaciones para protegerse, cómo cuidar la salud de las familias y los adultos mayores, ofrecer material de desinfección, con vecinos del mismo barrio que ya fueron capacitados para esta tarea.
El segundo aspecto consiste en establecer en los accesos a los barrios un protocolo de higiene, con carpas gazebo, para asegurarse que quienes salen y regresan de sus trabajos, o deben salir eventualmente, puedan ser controlados con las medidas iniciales de prevención como la medición de temperatura.
Otro módulo requiere equipamiento para brigadistas que puedan detectar un caso positivo y extraerlo del barrio, ya que el aislamiento individual resulta imposible. Para eso se necesita capacitación instrumental e insumos adecuados que ya son distribuidos.
El cuarto punto, tan importante como los anteriores, es la habilitación de obra pública para reactivar la economía popular con pequeñas obras de infraestructura social y de saneamiento. Eso permitiría amortiguar el impacto económico que generó el parate por la cuarentena. La caída es brutal para todos los sectores, y el impedimento de salir a trabajar para quienes viven de changas, día a día, en situación de pobreza, genera dificultades aún más profundas.
Desde Nación, a través de los ministerios de Desarrollo Social, Obras Públicas, Seguridad y Vivienda, junto al gobierno bonaerense y los municipios, coordinan acciones con los actores que integran esa red comunitaria compuesta por los movimientos populares, las parroquias de la Iglesia Católica, los templos evangelistas, clubes de barrio, sociedades de fomento y las oficinas oficiales con presencia en esos barrios, como ANSES, PAMI y los Centros de Referencia (CDR) con profesionales que brindan asesoramiento para facilitar el acceso a distintos programas y servicios.
La red comunitaria trabaja una doble función: fortalecer la llegada del Estado y, al mismo tiempo, ser referencia de contención social para que la situación no se desborde.
En esta crisis emergieron todas las desigualdades. No sólo las más evidentes, como la falta de acceso a la salud, cloacas y agua potable, alimentos y empleos registrados, condiciones de vida dignas, sino algunas que muchos no tenían registrada como la financiera, la falta de bancarización. En los barrios populares también escasean los bancos y cajeros automáticos. Situación que, quedó en evidencia, dificulta la llegada del Estado al bolsillo de estos sectores.
El 40,5% de los bonaerenses estaba por debajo de la línea de la pobreza a finales de 2019, según la última medición del INDEC. En el conurbano, el 60% de los menores de edad son pobres. A esta situación de vulnerabilidad se suma la violencia policial. Los hechos de abuso por parte de las fuerzas de seguridad tuvieron como víctimas en su gran mayoría a niños, niñas y jóvenes de los barrios más pobres, y trabajadores informales o desocupados que estaban en la calle para proveerse la comida diaria. La Comisión Provincial por la Memoria pidió mayor control sobre el accionar de las fuerzas de seguridad y que se investiguen y sancionen estos hechos de torturas o malos tratos.
Quienes caminan los barrios más empobrecidos aseguran que no hay una clima de tensión generalizado, sino pequeños focos aislados. En la medida que exista una política de abastecimiento, sanitaria, alimentaria y de ingresos, sumado a una pequeña reactivación de la economía popular, calculan que no debería haber mayores inconvenientes, al menos en el corto plazo. La pregunta es cuánto se aguanta en esas condiciones. “Somos los principales interesados en que no haya quilombo, cuando hay una crisis profunda las consecuencias sociales y físicas las sufren los pobres”, asegura un referente social en diálogo con El Destape.
El presidente Alberto Fernández dedicó un mensaje al trabajo que silenciosamente realizan las organizaciones sociales. “Quiero que sepan que los tengo presente”, dice en un video publicado en sus redes sociales, y escribió: “En los barrios más humildes del país se organizan para ayudar a los más necesitados. Allí la solidaridad es infinita. En el mismo lugar donde todo es carencia. Por eso quiero agradecer a los hombres y mujeres que en sus comedores y merenderos cuidan quienes más lo necesitan”.
También el Papa Francisco los definió este fin de semana como "un verdadero ejército invisible que pelea en las más peligrosas trincheras". Envió el sábado una carta a las organizaciones populares de la Argentina, y a quienes "viven el día a día" en "cuarentenas que se les hacen insoportables".
Los recursos que se necesitan son infinitos. Siempre falta. Hay núcleos de pobreza estructural que arrastran años y crisis, capaz de exclusiones sistemáticas que se acumulan en los grandes conurbanos y villas del país, y las proyecciones públicas y privadas hablan de un crecimiento exponencial de la cantidad de empobrecidos. Alberto Fernández aventuró en una entrevista un aumento del 10 por ciento de la pobreza, proyección que algunos referentes sociales consideraron optimista.
La dirección y las prioridades del gobierno nacional son compartidas y celebradas por los distintos actores que intervienen en los barrios, pero la manta siempre es corta en la excepcionalidad.