Un denso bosque de bambú en territorio controlado por los rebeldes rodea el campo de entrenamiento en el este de Myanmar donde más de 100 jóvenes, en su mayoría veinteañeros, se someten a rigurosos ejercicios militares.
Desde antiguos cocineros a experiodistas, raperos y poetas, personas de toda condición se han unido al movimiento de resistencia con un único objetivo: derrocar el régimen militar que tomó el poder en la nación del sudeste asiático en 2021.
El Ejército de Liberación del Pueblo Birmano (BPLA), dirigido por el que fuera poeta antibelicista, Maung Saungkha, es una fuerza destacada en el movimiento de resistencia de Myanmar.
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Un instructor, silbato en mano, ordena los movimientos sincronizados de los reclutas. La disciplina se impone con duros golpes ante cualquier error. Bajo un sol abrasador, el sudor empapa sus cuerpos y su piel está marcada con hematomas por el exigente entrenamiento.
La rutina diaria de los aprendices comienza a las 4 de la mañana y termina a las 9 de la noche, siendo el domingo su único día libre. Soportan horas de intenso entrenamiento sin que se les permita una sola gota de agua durante las sesiones.
El BPLA, que representa a la mayoría étnica birmana de Myanmar, se formó en abril de 2021 para luchar contra la junta, después de que esta derrocara a un Gobierno electo en febrero de ese año. Desde octubre, el grupo ha sido un actor clave en la Operación 1027, una ofensiva conjunta con otras milicias rebeldes que ha debilitado significativamente a los militares.
Myanmar, que se independizó de Reino Unido en 1948, ha estado dominado durante mucho tiempo por sus militares. Un breve periodo de Gobierno civil terminó con el golpe de 2021, que derrocó al Gobierno de la premio Nobel, Aung San Suu Kyi.
Para los que se unen a la lucha bajo la bandera del BPLA, su hogar en la selva son tiendas improvisadas, con capacidad para entre 20 y 30 personas cada una.
Sus colchonetas están colocadas en el suelo a pocos centímetros de distancia. Mantener un espacio ordenado es esencial, por lo que los uniformes, los artículos de aseo y los libros de estudio están ordenados en sus camas improvisadas.
El entrenamiento básico del BPLA es famoso por su dureza y estricta disciplina. Dura tres meses y lleva a los reclutas a sus límites físicos y mentales. Al llegar al campo de entrenamiento, se confiscan todas las pertenencias personales, incluidos los teléfonos, y sólo se devuelven una vez finalizado el periodo de formación.
Una de las reclutas, una mujer de 18 años y 1,70 de estatura, muestra signos de desgaste por el agotador régimen. Tiene ojeras, el pelo cortado casi hasta el cuero cabelludo y la piel quemada por el sol debido a las largas horas pasadas al aire libre. A pesar de su agotamiento, transmite una pizca de resistencia y determinación.
Entre sus pocas posesiones, dice, hay un peluche que trajo consigo al campamento. Cuando le preguntaron por él, sonrió y dijo: "Una de las instructoras me lo guardó, y me lo devolverá después de la formación".
Además del entrenamiento militar, los reclutas del BPLA reciben educación política. Tras los ejercicios de la mañana, una breve pausa permite descansar o repasar las lecciones políticas recientes.
Tras la cena, todos se reúnen en el salón de actos construido con bambú. La bandera de BPLA cuelga sobre la pizarra. Las luces fluorescentes, alimentadas por un generador, iluminan la sala. Aquí tienen lugar las clases nocturnas de política.
Cada tarde, Maung Saungkha profundiza en los principios fundacionales del BPLA, la estructura del gobierno, el federalismo e incluso la igualdad de género. Sus palabras resuenan en la improvisada sala.
"Sé que están agotados", les dice, "pero el deber de un soldado trasciende la fatiga".
(Editado en español por Héctor Espinoza)