(Por Daniel Casas).- Los ocho años de conflicto que acarrea Ucrania desde 2014, cuando Rusia se anexionó la Península de Crimea en medio de la tensión por el secesionismo interno, cambiaron radicalmente el panorama de un país dividido entre el oficialismo proeuropeo y regiones prorrusas, con un ejército que creció y se profesionalizó en contraposición con una sociedad carente de expectativas, según la mirada que compartió con Télam el fotoperiodista español Manu Brabo.
"Empecé en 2014 con las protestas populares prorrusas en Crimea, luego fui al Donbass para cubrir el referendo (por el que se escindieron de Ucrania las regiones de Donetsk y Lugansk). Vi florecer la identidad nacional ucraniana, que sigue creciendo, y vi crecer en forma brutal al Ejército de Ucrania, en equipamiento e instrucción", afirmó Brabo, que cubrió conflictos en Medio Oriente, Kosovo, Bolivia y Haití, entre otros, y es Premio Pulitzer 2013 por su trabajo sobre la guerra en Siria.
Mykola Beleskov, analista militar del Instituto Nacional de Estudios Estratégicos de Kiev, coincide con Brabo en este punto. "Hace ocho años, el ejército ucraniano solo existía sobre el papel" y "ahora Ucrania tiene sus mejores fuerzas armadas desde su independencia hace 30 años", aseguró en declaraciones a la agencia de noticias AFP.
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Pero a pesar de esto, y de haber triplicado el presupuesto militar hasta superar los 4.200 millones de dólares en 2021, para acercarse a los estándares de la OTAN, que lidera Estados Unidos, el volumen de las Fuerzas Armadas ucranianas es significativamente menor que el de las rusas.
Ese empeño por ponerse a tono con los requerimientos de la OTAN, que es el eje visible del conflicto con Rusia, ha hecho que hasta la educación regular esté involucrada en el conflicto. "Si caminas las ciudades verás que en muchos casos las clases de educación física en las escuelas ucranianas se han transformado en instrucción militar", aseguró Brabo.
"El conflicto ha salido de Ucrania y se revelan dos actores principales por sus propias razones, y mi impresión es que a ninguno le importa Ucrania más que como escenario para dirimir sus intereses. (Vladimir) Putin tiene sus problemas y (Joe) Biden lo mismo", agrega Brabo, quien señala que "con un millón de desplazados este conflicto está jodiendo a mucha gente, y esto lo ves en las calles".
"En el este de Ucrania, donde está la frontera con Rusia, la economía diaria, la de los negocios, casi no funciona. La gente no tiene expectativas y transita ese tiempo como puede. Abunda la prostitución y el alcoholismo. Es normal ver colas en las estaciones de servicio para comprar botellas de vodka o brandy desde la primera hora de la mañana".
En Ucrania conviven varias realidades antagónicas. Una de las más marcadas es la diferencia entre las ciudades, sobre todo las de Kiev y otras urbes proeuropeas, y las amplias zonas rurales. Es un paso del siglo XXI, con autopistas y transportes urbanos, a imágenes que bien podrían ser del siglo XIX, comenta el reportero gráfico español.
"El conflicto en el Donbass es de trincheras, de control de territorio, con imágenes que remiten a la Segunda Guerra, con incumplimientos de alto del fuego en ambos bandos, pero sin violencia, al menos de momento. Es un conflicto que parece aletargado en espera del próximo movimiento", agregó Brabo.
La consulta sobre las complicaciones para el trabajo de la prensa es casi obligada para este fotoperiodista, que en 2011 estuvo secuestrado casi un mes y medio en Libia, junto a otros colegas, con quienes fue liberado por la presión internacional.
"A diferencia de otros conflictos, en Ucrania todo es más burocrático, pero una vez que cumples con el tedio de los trámites y autorizaciones nadie te va a secuestrar ni cortar la cabeza", expresó.
Según la mirada de este veterano en la cobertura de conflictos, aunque los actores internacionales y la prensa siguen alertando sobre una inminente internacionalización del conflicto, no hay certezas de que eso vaya a pasar.
"Mientras Putin y Biden juegan sus fichas, a la prensa le viene bien el conflicto, porque es un hecho noticioso que vende periódicos. Hasta que empiecen las hostias es jugada ganadora para todos, menos a la gente que vive, por ejemplo, en la zona del Donbass, donde las repúblicas que se independizaron no son siquiera reconocidas por Rusia y la economía diaria, la de la gente, no funciona", apunta.
Sin embargo, entre los sectores más radicalizados hay gente involucrada desde mucho antes de 2014, cuando eclosionó el conflicto entre las fuerzas separatistas prorrusas, que se intensificaron tras la anexión de Crimea por parte de Rusia, y el gobierno proeuropeo de Ucrania.
A pesar del desánimo, el estancamiento de la economía y las ingentes cantidades de personas sumidas en el alcoholismo, el control social que ejerce cada bando marca otro contraste.
"Hay un control social que también se nota en el día a día. La ultima vez que estuve, en 2018, fui a hacer un reportaje en la iglesia ortodoxa, porque el Estado ucraniano acusa a la iglesia porque la sede central está en Moscú, aunque esa sede está ahí desde el siglo XV. El caso es que todo lo que huele a ruso no está bien para los proeuropeos. Y lo mismo pasa del otro lado", manifestó.
Con información de Télam