(Por Marianela Mayer) La prevención de la violencia de género es "un gran debe" en América Latina y el Caribe, donde predomina la cultura machista y son necesarias políticas integrales con una mirada interseccional y de género que construyan paz social y no sólo trabajen con las víctimas, estimó la directora adjunta de ONU Mujeres en la región, la uruguaya Cecilia Alemany.
En diálogo con Télam, la responsable de Naciones Unidas se refirió también al empobrecimiento y los retrocesos sufridos por las latinoamericanas con la pandemia y destacó la importancia del Gobierno "paritario, feminista y joven" de Gabriel Boric en Chile y el avance de la marea verde en la región.
- Télam: ¿Cómo calificaría la situación de las mujeres en la región?
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- Cecilia Alemany: Es diversa, porque al interior de la región y de los países tenemos brechas que afectan a las mujeres de forma diferente. Pero, en general, podemos decir que la crisis de la Covid-19 vino a exacerbar una crisis previa. Empezó como una crisis sanitaria que se volvió una crisis social, económica y en algunos países una crisis de gobernanza también, con lo cual las mujeres se vieron afectadas de muchas formas. Estamos hablando de un aumento de la pobreza en estos dos años que afecta particularmente a las mujeres y, en especial, a aquellas que ya eran las más pobres. Ahí, además, en América Latina tenemos un corte de discriminación étnico-racial que hace que las mujeres afro y las indígenas vieran empeorar más su situación socioeconómica. La violencia machista también se vio exacerbada en estos últimos años. O sea que, lamentablemente, las latinoamericanas están con menos perspectivas de futuro en muchos casos. Pero también hay un mayor debate social sobre la crisis de los cuidados, que en definitiva requiere de redistribuir, de corresponsabilidad y de un rol muy activo de toda la sociedad y el Estado en garantizar los sistemas adecuados. Salimos con esta idea de que precisamos sistemas nacionales de salud y también sistemas nacionales de cuidados y esto da esperanza en el mediano y largo plazo de que se pueda cambiar la visión de la protección social en la región.
- T: La pandemia supuso además importantes retrocesos en derechos ya consagrados por las mujeres, ¿cuáles son las cuestiones más urgentes a abordar a nivel regional y cómo hacerlo?
- CA: El derecho a una vida libre de violencias sigue siendo una preocupación principal en la región para las mujeres, más aún, para aquellas que tienen vulnerabilidad económica. O sea, se vincula a la necesidad de abordar pactos nacionales contra la violencia de género, no solo con las leyes integrales marco que tenemos, sino realmente fortalecer los sistemas de prevención y respuesta. Hay que transformar la justicia, trabajar mucho su acceso a los más desfavorecidos, pero también el cambio de estereotipos del sistema judicial y de todo el ecosistema de prevención de violencia, porque está la llamada violencia institucional, que se reproduce a lo largo de todo el ciclo. Hay que fortalecer el cambio de mentalidad en quienes responden, tanto desde la policía como del sistema judicial, y también cambiar la percepción y la educación. En la medida en que no incorporemos en la educación formal e informal un valor sobre cómo vivir en armonía y construir otro tipo de relaciones sociales y de masculinidades es muy difícil, porque la cultura de la violencia se reproduce en muchos ámbitos. Entonces tenemos que pensar en políticas integrales para construir paz social y sociedades libres de violencia que vayan de la mano de una mirada de interseccional y de género, pero que apunten también a trabajar no solo con las víctimas, sino con la prevención. Esto nos falta mucho en América Latina, la prevención es un gran debe.
- T: ¿Por eso persiste este problema pese a la creciente visibilización de la lucha contra la violencia de género en la región?
- CA: Sí y además porque predomina una cultura machista en la política, en la sociedad, en el deporte, en la economía... Empezamos a cambiar estas visiones de alguna forma autoritarias y machistas de la construcción de la sociedad y las políticas públicas poniendo perspectiva de género en el Estado, el presupuesto y las políticas, pero todavía hay un predominio machista del ejercicio del poder que se reproduce desde el ámbito educativo hasta el debate público. Está visto en todo el mundo que cuantas más mujeres ocupan los espacios de toma de decisión, se va transformando esta perspectiva machista del diseño de las soluciones y el análisis de los problemas de la sociedad. Entonces tiene que ver con participación también, aunque sola, sin políticas, tampoco es la solución. Tenemos que tener sistemas que hagan prevención y respuesta, políticas públicas con transversalización de género y una dimensión interseccional de cómo afecta de forma distinta a las mujeres. Es un desafío enorme.
- T: Con respecto a la participación política femenina, en Chile asumió el Gobierno de Gabriel Boric, el primero en autodenominarse como feminista en la región. ¿Qué importancia cree que podrá tener a nivel regional?
- CA: Miramos con mucha atención no solo que el gobierno actual de Chile se autodenomina como feminista, sino también que tiene un gabinete más que paritario. Es la primera vez en la región que tenemos un gobierno que se constituye con más mujeres a nivel ministerial que hombres. Realmente, es muy innovador. También tiene otro cambio interesante que es que el Ministerio de la Mujer forma parte del gabinete político. Es decir, no es un ministerio secundario, sino que está en el centro de la toma de decisiones permanente del gabinete del presidente. Eso es muy importante porque va a permitir no solo la transversalización de género, sino también la transformación. Empezar a mirar las decisiones más estratégicas y políticas desde una perspectiva igualitaria y feminista -en este caso-, que va todavía más allá. Eso lo vemos con mucho interés porque gabinetes paritarios solo veíamos en otras partes del mundo y en la región es un gran cambio. Obvio que hay muchos antecedentes: el primer país que puso la cuota para las mujeres en la política fue Argentina en 1991. O sea, la región no es ajena a esta visión transformadora de la política. Sin embargo, son procesos en general lentos y, en el caso de Chile, lo impresionante es también el recambio generacional. Vemos la constitución de un gabinete profesional más que paritario y muy joven para lo que es la cultura política de la región.
- T: En estos años hubo también un firme progreso de la lucha por los derechos reproductivos en América Latina, ¿cómo valora el avance de la marea verde en la región?
- CA: En su momento, escribí un artículo sobre cómo la marea verde inspiraba al resto de la región y al mundo y lo comparaba con lo que había significado mayo del 68 para otra generación. La marea verde podía ser también una forma diferente e intergeneracional, con una fuerte participación de las jóvenes, que reivindicaba tomar el espacio público de otra forma en el siglo XXI. Había una conjunción de elementos que iban más allá de la agenda de derechos sexuales y reproductivos y que tenían que ver con una nueva forma de organización social. Ver un movimiento social feminista diverso y con la agenda de la diversidad también en las calles y logrando un derecho que para nosotros es elemental era realmente inspirador y los movimientos también se inspiraron. A cada lugar de América Latina que vayas, te vas a encontrar que alguien tiene el pañuelo verde, algo que hace referencia a cómo generaron esperanza y que permitió que se reprodujera en México y otros países. De alguna forma, fue inspirador y sigue siéndolo.
Con información de Télam