Acaba de finalizar un año que será recordado como el del coronavirus que trajo enfermedad, muertes, desorganización a nivel mundial y quebranto económico. La virulencia de la pandemia irrumpió intempestivamente en el planeta causando estragos en todos los aspectos de la vida, pero no pudo detener lo que comienza a llamarse, tomando la nominación chilena, “el despertar latinoamericano”.
“Despertar” es una palabra que condensa varias significaciones: por una parte, se trata de un verbo que denota una acción de despabilamiento, por otra es un sustantivo que nombra una experiencia y también es un adjetivo que describe un cambio de estado de conciencia subjetivo, un darse cuenta, una interrupción del sueño. ¿Qué sueño?
El sueño neoliberal
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El neoliberalismo fue impuesto en la región en la década del 70 a través de golpes militares. El Plan Cóndor perpetrado por la CIA para América Latina contaba con las FF.AA. locales como actores principales, los organismos internacionales de crédito, las corporaciones y parte de la clase política de cada país. Mientras se masacraba la política de todos los modos posibles, los distintos países de la región fueron adoptando las recetas de los organismos financieros. Si bien se trató de un plan violento para Latinoamérica orquestado desde el poder, el ideario neoliberal fue penetrando en las culturas y logró amplios consensos sociales.
El neoliberalismo se consolidó regionalmente a través de una hipnosis colectiva que colonizó la subjetividad. Un neoliberalismo desde abajo, una versión enraizada se fue profundizando y dio como resultado un adormecimiento generalizado, que permaneció en toda la región, a pesar de las restituciones democráticas producidas en los distintos países.
Una articulación cultural, financiera y tecnológica pretendió reconvertir la experiencia social a la lógica mercantil convenciendo a muchxs de que ese modelo era la única alternativa posible. El dispositivo neoliberal se reprodujo rizomáticamente, dando lugar a la proliferación de modos de vida basados en el consumo, el individualismo meritocrático, la obediencia inconsciente y el odio.
Las sedimentaciones neoliberales permanecieron, no fueron desactivadas ni siquiera en los países que tuvieron gobiernos populistas. Había triunfado el ideario neoliberal de la despolitización, la felicidad y el individualismo, mientras aumentaban las desigualdades, el endeudamiento generalizado y una subjetividad cada vez más empobrecida.
El despertar latinoamericano
La irrupción de lo político como barrera antagónica, un tiempo antes del desencadenamiento pandémico, funcionó en la región como un efecto dominó. Alteró una normalidad naturalizada, despertó a los latinoamericanos y dio luz a una verdad: la experiencia neoliberal no fue un sueño sino una pesadilla.
El despertar se fue extendiendo, produjo un franqueamiento del sentido común, rompió la homeostasis adaptativa y no se detuvo sino que, por el contrario, se profundizó con la emergencia del coronavirus. Mostró lo que no andaba en lo social pero no se veía porque permanecía velado por un dispositivo de ocultamiento generado por el poder y por un “no querer saber” sostenido en un deseo de dormir de parte de la subjetividad.
El triunfo de Andrés Manuel López Obrador en México (2018) y del Frente de Todos en Argentina (2019), en una elección en la que el poder corporativo había puesto todas sus fichas a favor del candidato neoliberal, marcaron el comienzo del resurgimiento del ciclo progresista y el ascenso de las luchas populares en casi todos los países gobernados por la derecha.
El estallido social, el despertar chileno del 18 de octubre de 2019, culminó con el plebiscito para elegir una nueva Constitución que reemplazará a la de Pinochet.
Bolivia, después de una pausa golpista y fascista que perdió abrumadoramente ante la voluntad de un pueblo decidido a volver, regresó al gobierno democrático con el presidente Arce.
En Ecuador la movilización popular impidió la proscripción del partido de Correa y aumentan día a día las expectativas de triunfo de una fuerza popular.
Venezuela logró la consolidación institucional a través de obtener en las últimas elecciones la mayoría en la Asamblea Nacional Bolivariana.
En Brasil fueron derrotados en las principales ciudades los candidatos apoyados por Bolsonaro.
En Guatemala, siguiendo el ejemplo chileno, una fuerza que surgió desde abajo contra el neoliberalismo se manifestó para pedir una Asamblea Nacional Constituyente.
En Perú, decenas de miles de personas se manifestaron en las calles de Lima y otras ciudades, en contra de la destitución de Martín Vizcarra como presidente; terminaron con la renuncia del mandatario interino Manuel Merino.
Latinoamérica se transformó en un territorio en el que, además de enfrentar la pandemia del coronavirus, “La razón populista” de Ernesto Laclau se encuentra en disputa hegemónica contra el poder neoliberal. Evidentemente hay puntos de convergencia entre estas dos batallas y el Sur vuelve a tener una oportunidad.
Si bien sabemos que no hay despertar absoluto, cabe la pregunta: ¿hay sueños colectivos que despiertan para no seguir durmiendo en el sueño neoliberal? Ese es el desafío y nuestra esperanza reparadora.
*Psicoanalista
Magister en Ciencias Políticas
Autora de La reinvención democrática. Un giro afectivo