María Laura Alemán: "Una persona trans que sale a la calle tiene su Marcha del Orgullo todos los días"

A pocos días para la Marcha del Orgullo Antifascista Antirracista LGBTIQ+, El Destape dialogó en exclusiva con María Laura Alemán, actriz trans, compositora y directora de orquestas que se prepara para volver a los escenarios con la obra Ha muerto un puto, que sigue la historia del escritor Carlos Correas, autor del considerado primer relato homosexual de la literatura argentina.

29 de enero, 2025 | 00.05

María Laura Alemán se llamó Eduardo, contrajo matrimonio, tuvo tres hijos y a los 50 años decidió hacer una transición de género y vivir de acuerdo a su deseo. Actriz, música autodidacta -ha estudiado violonchelo, guitarra, violín, piano- se formó en dirección orquestal y coral y hoy es una de las intérpretes de Ha muerto un puto, un drama teatral de Gustavo Tarrío que sigue la historia del escritor censurado Carlos Correas, a quien se le atribuye haber sido el autor del primer relato homosexual de la literatura argentina (La narración de la historia es el nombre del cuento). En diálogo con El Destape, María Laura adelanta la obra y hace un repaso por capítulos de su vida que la marcaron como mujer trans.

Carlos Correas fue…

- Un autor que escribió mucho sobre finales de los ‘80 y los ‘90, todo el neoliberalismo, un escritor maldito, escondido, invisibilizado y peligroso para el status quo. No es casual que haya sido demonizado. Con los compañeros actores fuimos conociendo la figura de Correas y a medida que fue avanzando la obra y que hablamos sobre su vida terminé imaginándome más lo que él atravesó. Después, empecé a conocer sus libros a través de la lectura. En este momento ya tengo leídos Los jóvenes, La narración de la historia, Un trabajo en San Roque, Los reportajes de Félix Chaneton y ahora estoy con La operación Masotta, que ya es otro nivel de escritura, hay que ser filósofo para entenderla bien a fondo (risas), pero es un mundo gigantesco el de este autor. Creo que sus escritos cobran una dimensión súper actual y de alguna forma se vinculan con el proceso político que se está viviendo en el mundo, con discursos violentos que se están recrudeciendo como una amenaza para las personas LGBTIQ+.

Pensaba justamente eso, que la historia de Carlos Correas tiene varias reminiscencias con la persecución a las personas LGBTIQ+ en el presente de Argentina.

- Y lo peor es no saber hasta dónde van a llegar estas oscuridades. La aparición del fascismo, en los años ‘20, terminó con más de 47 millones de muertos con la Segunda Guerra Mundial… y es eso lo que está resurgiendo. Todo el mundo va a ser blanco de este odio, pero las trans vamos a ser el primero de los blancos. Y eso es algo que me preocupa muchísimo. Es un panorama aterrador y creo que la humanidad no se preparó para estos rebrotes que están, de algún modo, anclados a la condición humana.

Yo camino mucho la calle y siempre tengo un ida y vuelta con el mundo que voy cruzando, y ahora hay más habilitación a la mirada agresiva y a una respuesta agresiva a mi transitar en la calle que antes no había. Ahora no hay un Estado que controle ese odio así que hay mucha gente desatada que se cree con el derecho a hacer y decir cualquier cosa. En ese sentido, una persona trans tiene todos los días su Marcha del Orgullo, porque cuando salís a la calle tenés que ejercer ese orgullo para plantarte ante la vida.

María Laura Alemán.

En Ha muerto un puto lo mencionan en varias oportunidades a Juan José Sebreli, quien murió en noviembre del 2024. ¿Él pudo ver la obra?

- No la pudo ver, pero poco tiempo antes de morir fue entrevistado por nuestro director y dramaturgo Gustavo Tarrío. De hecho le contó algunos detalles que están en la obra, como cuando Oscar Massota le quiso pegar a Abelardo Castillo por haber escrito cosas en contra de Correas.

¿Hay registro de Carlos Correas en participaciones políticas militantes?

- Yo creo que Correas se mantenía apartado de esos contextos de militancia homosexual. Él dice que no participa en esos espacios porque “se reserva el Mal de la homosexualidad” porque considera que las luchas por la integración hacen que un homosexual ya no sea tan homosexual… se quiere mantener fuera. Hay una parte de la obra en la que David (Ángel Gudiño) pregunta “¿hay algún homosexual integrado en la sala?”. Son cosas que me he planteado mucho como persona trans: ¿cuál es la búsqueda de integración en un mundo que funciona tan mal?

¿Y a qué respuesta llegaste?

- A que si querés sobrevivir tenés que andar por los bordes. El mundo debería ser de otra manera… que nos integre un mundo donde está todo mal no sé si es buena idea.

Sé que a los 50 años tomaste la decisión de vivir como una mujer trans. ¿Cómo fue el proceso hasta llegar a ese momento?

- Mi descubrimiento de mi propia transexualidad me llevó un buen tiempo. Por más que conocía mis pulsiones desde mi más tierna infancia siempre consideré que era algo que estaba mal. No podía entender cómo tenía esas pulsiones estando en un cuerpo de varón. Durante gran parte de mi vida y toda mi adolescencia me escondí de mi misma transformándome en un varón muy correcto y un gran deportista, hasta que no pude ocultarme más. Cuando hice el descubrimiento de mi transexualidad yo ya estaba casada y con hijos, y fue un proceso que fui atravesando junto con mi esposa. Recién en el 2002, en una muy buena terapia, di con una persona especial que me ayudó a descubrir que soy transexual, que no era una persona enferma.

Tuve miedo con la idea de transicionar, había muchas cosas que podían suceder después de la operación que me frenaban y me asustaban. Pude dar ese paso en el 2009… y después vino mi separación.

¿Actualmente seguís en contacto con tu exesposa?

- Sí, nos adoramos e hicimos una revinculación muy interesante. Fue algo que lo trabajamos y que hoy es una relación muy linda. Con mis hijos no hubo revinculación sino que siguió todo siempre bien, me aceptaron con todo su amor. La contracara a esta situación fue que cuando transicioné perdí todos mis trabajos, me expulsaron del colegio donde trabajaba, todos los coros que tenía se fueron quedando sin gente porque todos se iban a cantar con directores “más correctos”.

Recién mencionaste que con tus hijos no hubo revinculación porque siguió todo bien, ¿y el tema del pronombre femenino cómo lo llevaron?

- Al principio, cuando les contamos con mi mujer qu+e me estaba pasando, se quedaron impactados, pero enseguida lo aceptaron. Me acuerdo que mi hijo tocaba en la orquesta de la Ciudad y daban un concierto en Parque Centenario, yo acababa de hacer mi transición para ese entonces, y me invitó a ir. En ese momento a veces seguía yendo a los lugares como Eduardo pero le avisé que iba a ir como María Laura. “Ya era hora”, me dijo. Eso es el amor de mis hijos.

Sé que en tu adolescencia practicaste rugby. Me cuesta vincular ese deporte a lo queer…

- Sí, es cierto, pero el rugby no es todo golpes. Yo jugaba en el puesto número 10, el creativo del equipo, el que corre rápido, el que no lo agarran. Ese puesto me permitía expresar mi creatividad de una manera explosiva.

El rugby fue tu refugio.

- Fue más que eso. Yo sentía que algo muy profundo de mi personalidad se podía expresar ahí: la creatividad, la alegría, la diversión. Estaba muy lejos de esa cuestión de machos que se suele mostrar en el rugby. Lo más curioso fue que siendo mujer trans con el tiempo pude conocer otras mujeres transexuales que fueron jugadores de rugby. 

Para cerrar, ¿decís tu edad?

- Sí, tengo 67 años.

Son muchos más que el promedio de vida de una persona trans. ¿Pensás en tu legado?

- Sí, soy un papá previsor. Siempre seguí siendo padre, soy una mujer y soy padre. Pienso mucho en el legado. A mi nieto Dante -está por cumplir 6 años, vive en Río de Janeiro y lo extraño muchísimo- le escribo cuentos y me pide que se los cuente. Es una tradición familiar. Quiero estar presente y que mi nieto sepa que lo quiero y que lo quise mucho.

Ha muerto un puto se presentará los sábados y domingos de febrero en Arthaus Central (Bartolomé Mitre 434, CABA) a las 20.30 horas.