Irán e Israel miden fuerzas. La entrada en la fase actual, el pasado 1º de abril, la inició el gobierno israelí de Benjamín Netanyahu con una provocación que sólo puede interpretarse como un convite a la pelea.
Israel bombardeó el consulado de Irán en Damasco (Siria) y asesinó a importantísimos dirigentes iraníes que estaban allí. Las fotos del edificio hecho escombros hablan de un ataque quirúrgico porque las embajadas de Canadá y de Irán, una a cada lado del consulado destruido, quedaron intactas. El objetivo era eliminar a dos altísimos cuadros de la Fuerza Quds (rama de la Guardia Revolucionaria): Mohammed Reza Zahedi y su segundo, Sadar Haji Rahimi. Además de los dos generales murieron cinco oficiales iraníes y seis sirios.
La provocación de Netanyahu alcanzó también a la Casa Blanca ya que, fuera de lo esperado, Israel no avisó a su socio y protector sino hasta último momento, de manera de no ser frenado en sus planes.
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Las reacciones fueron menores a las esperadas: a los doce días de la embestida israelí, el 13 de abril, Teherán respondió moderadamente con misiles y drones que provocaron una sola víctima y escasos daños materiales y 2) seis días después, el pasado viernes 19, Israel respondió a su vez, también con una ofensiva de baja intensidad.
¿Por qué Netanyahu decidió expandir la disputa más allá del asedio en la Franja de Gaza? El plan de Netanyahu, según creen algunos especialistas, incluye un conflicto extendido en el tiempo que le permita evitar, una vez terminada la guerra, serios problemas legales y políticos. El primer ministro está acusado de graves delitos de fraude, soborno, corrupción y abuso de confianza.
Una confrontación mayor, concretamente una guerra entre Irán e Israel, obligaría a Estados Unidos a intervenir, algo que el actual gobierno demócrata está tratando de evitar. El presidente estadounidense, Joseph Biden, cree que escalar ese conflicto podría perjudicarlo en su ambición de ser reelecto el próximo noviembre. Por esto, en la última semana, recomendó a Netanyahu “pensar cuidadosa y estratégicamente sobre los riegos de una escalada” y mandó a su vocero a ser aún más explícito. “No queremos que esto se intensifique”, dijo en un programa de la NBC, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby. “No buscamos una guerra más amplia con Irán”.
La estrategia persa
El gobierno iraní decidió no entrar en el juego de la provocación y responder con una represalia moderada (incluyendo varios avisos previos a Washington), al asesinato de funcionarios muy valiosos para su país.
Está claro que el poder de fuego de Teherán es mucho mayor a los centenares de drones y misiles disparados contra territorio israelí el pasado 13 de abril. En un conflicto mayor, se sumarían al combate contra Israel las milicias de Siria y de Irak, los combatientes de Hezbollah (Líbano) y los grupos insurgentes en Yemen.
Un arma poderosa de Teherán es tener la capacidad de bloquear el estrecho de Ormuz (cuyas aguas territoriales comparte Irán y Omán). El estrecho, por donde pasa el 35% del petróleo que se comercializa por mar, es la única entrada al Golfo Pérsico. Su bloqueo afectaría al planeta entero.
En el mundo hay siete puntos considerados por la Organización Mundial del Comercio (OMC) como estratégicos ya que por sus aguas pasa el 80% del comercio global. Estos puntos llamados también “cuellos de botella” (choke points) son: Gibraltar, el Canal de Suez, Bab el Mandab, el Estrecho de Ormuz, el Estrecho de Málaca en el Indo Pacífico, el Estrecho de Bósforo y Dardanelos (en Turquía que conecta el Mediterráneo y el Mar Negro, hoy otra zona en guerra) y el Canal de Panamá. Otros sitios geoestratégicos de enorme importancia (por ahora en latencia) involucran a Argentina son: el Estrecho de Magallanes, el Pasaje de Drake (dominados con presencia británica en Malvinas), además del Estrecho de Bering (entre Rusia y Alaska, EEUU).
Yemen, un aliado de los palestinos e iraníes, domina el mencionado estrecho de Bab al Mandab (en árabe la “Puerta de las lágrimas o de las lamentaciones”), entrada al Mar Rojo, el que, a su vez, se conecta, a través del Canal de Suez, con el Mediterráneo. Desde que comenzó la ofensiva asimétrica y desproporcionada de Israel contra los civiles palestinos, las milicias hutíes de Yemen impidieron el paso de decenas de barcos con bienes rumbo a Israel.
En los próximos días, tres barcos de la “Flotilla de la Libertad”, en los que viajan numerosos militantes por los derechos humanos y también conocidos políticos como la ex alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, intentarán alcanzar las costas de Gaza. Las naves zarparon este domingo desde Turquía y llevan 5.500 toneladas de ayuda humanitaria para los gazatíes. Esta iniciativa es llevada a cabo por decenas de organizaciones sociales de todo el planeta que según declararon: “Ante la inacción de la comunidad internacional que permite a Israel atacar impunemente a la población de Gaza, imponiendo además un asedio medieval, la Flotilla de la Libertad, como parte de la población civil, nos vemos en el imperativo moral de realizar esta acción”. En el año 2010, una iniciativa similar, terminó trágicamente: los barcos fueron invadidos por el ejército israelí con el saldo de once personas asesinadas (una de ellas periodista) y cerca de treinta heridas.
En este marco, es altamente peligroso para nuestro país, quebrar una larga tradición histórica de paz y no injerencia en asuntos de otras naciones e involucrarse en un conflicto cuya complejidad es extraña a la Argentina y a toda América latina. Por ahora la “escalada catastrófica” parece haberse evitado, pero los escenarios siguen abiertos. Debemos exigir al presidente Javier Milei “pensar cuidadosa y estratégicamente sobre los riegos” (como aconsejó Biden a Netanyahu) y no exponer al pacífico pueblo argentino a las atrocidades de la guerra.