Un mes de guerra en Ucrania: avance ruso, diálogo incierto y economía global en llamas

La invasión comenzó el 24 de febrero y terminó sacudiendo al mundo entero: cómo está el frente militar, la situación humanitaria, la mesa de negociación y la guerra económica de las potencias occidentales contra Rusia.

24 de marzo, 2022 | 00.05

La invasión rusa a Ucrania cumple este jueves un mes, sin una resolución en el horizonte cercano. Pese a las reiteradas advertencias principalmente del gobierno de Estados Unidos, la decisión de lanzar una guerra de la escalada actual sorprendió a todo el mundo, incluido los analistas de Rusia. Por lo tanto, no es extraño que nadie pueda pronosticar hoy con una mínima certeza cuáles son los objetivos de mínima del presidente Vladimir Putin, un dato central para entender cuán lejos o cerca se está de una tregua, al menos, en la mesa de negociación que se mantiene abierta entre Kiev y Moscú, aunque aún no ha tenido grandes resultados. 

Lo que sí está claro es que cuanto más tiempo pase, más empeora la situación humanitaria dentro de Ucrania y en los países vecinos que ya reciben a millones de refugiados, y más se profundizan los efectos de la "guerra económica" -como lo denominó Moscú- que lanzaron las potencias occidentales contra el Estado y la economía de Rusia. Esta lluvia de sanciones potenció aún más las consencuencias que ya sienten en todo el mundo, especialmente con los aumentos dramáticos de los precios internacionales de la energía y los alimentos. 

Frente militar

El dominio militar de Rusia sobre Ucrania se volvió evidente muy rápido, cuando Estados Unidos y las potencias europeas dejaron claro que no participarán de la guerra para no abrir la puerta a un conflicto nuclear. Las fuerzas rusas lograron controlar un cordón territorial a lo largo de toda su frontera, en el este y sureste ucraniano, y a lo largo de toda la costa del Mar de Azov y una parte de la del Mar Negro. Si Moscú continúa avanzando sobre esa costa hasta llegar a la frontera con Rumania -miembro de la Unión Europea- y Moldavia -un país donde mantiene presencia militar dentro de una región separatista ruso parlante-, dejará a Ucrania sin salida marítima mientras dure el conflicto. 

Este cordón incluye a las dos regiones separatistas del este ucraniano, Donetsk y Lugansk, que se levantaron en armas contra el gobierno nacional de Ucrania en 2014, luego del cambio de color politico que vivió la capital con el levantamiento popular apoyado por Estados Unidos y la Unión Europea y sangrientamente reprimido por el entonces presidente pro ruso. Tras años de una guerra que dejó unos 14.000 muertos y muchas denuncias de violaciones a los derechos humanos, Moscú reconoció a las dos regiones separatistas como Estados independientes, que hoy pelean codo a codo con sus propias fuerzas en la invasión.  

Está claro que el objetivo militar de Rusia poner fin a la guerra separatista entre el gobierno ucraniano y las dos regiones separatistas, ahora sus aliados oficiales, y pocos dudan que dejará tropas en esas zonas como hizo en otros conflictos congelados como Transnistria en Moldavia y Osetia del Sur y Abjasia en Georgia. Lo que aún nadie puede pronosticar es si Moscú se quedará con más kilómetros de la frontera bilateral y de las estratégicas costas del sur de Ucrania. El Mar Negro no solo es una vía comercial central gracias a su conexión con el Mediterráneo, sino por su potencial para tender ductos para transladar de manera más directa gas desde Rusia hacia Occidente. 

Además de estos dos corredores en el este y el sur, el segundo eje de la invasión es el asedio de Kiev, la capital, con un objetivo únicamente político: asfixiar y forzar a rendirse al gobierno ucraniano. Aquí no parece haber un interés de Moscú a mediano o corto plazo. Por eso, la mayoría de los analistas coinciden en que, cuando se llegue a un acuerdo, las fuerzas rusas seguramente abandonaran el norte y el noreste de la ciudad, y todos los alrededores que fueron tomando. No obstante, este frente genera una especial preocupación en el mundo ya que allí se encuentran varias de las plantas nucleares que quedaron en medio de los ataques.

Situación humanitaria

Cuanto más tiempo dure la guerra, peor será la situación humanitaria. La ONU ya estimó que más de 10 millones de los 40 millones de habitantes de Ucrania abandonaron sus casas para escapar de la violencia. Por ahora, solo 3,6 millones salieron del país, principalmente a los países vecinos de la Unión Europea (UE), Polonia -ya recibió más de dos millones- y Rumania. En menor medida, aparece Moldavia -que no es miembro del bloque- y Rusia, que se ha ocupado de evacuar a civiles principalmente de las regiones separatistas, que ya eran pobres antes de 2014 y tras ocho años de conflicto y aislamiento, enfrentar desabastecimiento y condiciones muy precarias. 

La preocupación más urgente es la supervivencia de los civiles que están atrapados en las ciudades asediadas por las fuerzas rusas, en contextos de servicios cortados o con la infraestructrura muy dañada, y con la constante amenaza de bombardeos aéreos y de artillería. En este mes, las ciudades más destruidas fueron Jarkov, en el este, donde las evacuaciones tardaron pero fueron masivas, y Mariupol, la ciudad portuaria a las orillas del Mar de Azov que actualmente vive la situación más dramática, según la Cruz Roja Internacional y la ONU, con escacez de agua potable, poca electricidad, alimentos y medicamentos. Hasta Rusia reconoce la crisis humanitaria que viven alrededor de 300.000 habitantes, pero acusa a brigadas ultranacionalistas del Ejército ucraniano de no permitir su salida segura y de usarlos como rehenes.

En Kiev, en tanto, el asedio avanza más lento, con ataques intermitentes en pueblos y ciudades de las afueras, algunos en barrios de la ciudad y un gran convoy de tanques que por razones no dictadas por la estrategia tradicional militar no terminan de entrar a la capital. Aunque millones de personas abandonaron la urbe en trenes y autos -la mitad de la población, según el alcalde-, aún hay muchos civiles adentro, algunos de los cuales se sumaron a los voluntarios que forman la última línea de la retaguardia en la resistencia a las fuerzas invasoras. Tanto el presidente Volodimir Zelenesky como su gobierno y los miembros del Parlamentos siguen también adentro y continúan en sus funciones, pese a los llamados de Putin a que las Fuerzas Armadas ucranianas tomaran el poder. 

Los muertos en este mes se estiman en varios miles, combatientes y no combatientes. La ONU anunció que pudo confirmar 953 civiles fallecidos y 1.557 heridos en total, pero las autoridades ucranianas hablan de cifras mucho mayores. Por ejemplo, solo en Mariupol, el gobierno local denunció más de 2.300 víctimas fatales.

Mesa de negociación

Mientras los bombardeos y los combates continúan, los negociadores de Ucrania y Rusia siguieron encontrándose en los países vecinos, e incluso en una oportunidad los cancilleres de ambos países en Turquía, alrededor de la mesa de negociación. Discutieron treguas locales y limitadas para permitir corredores humanitarios para permitir la evacuación de las ciudades y pueblos asediados o en las zonas donde se encuentran los principales frentes de batalla. Sin embargo, muy pocos funcionaron y los dos bandos se acusaron mutuamente de boicotearlos con ataques y agresiones. 

En las últimas dos semanas, tanto los negociadores ucranianos como los rusos comenzaron a dar señales de un posible preacuerdo. Se filtró un borrador de más de una docena de puntos que Rusia celebró y, luego Ucrania, aclaró que se trataba de la propuesta de Moscú, sin sus consideraciones. Está claro que, por un lado, Putin pide algún tipo de declaración o tratado de neutralidad por parte de Kiev que garantice que su vecino no solo no será parte de la alianza militar occidental OTAN en el futuro, sino que no permitirá ningún tipo de cooperación o transferencia militar con las potencias europeas y Estados Unidos en su territorio.

Ante el silencio de las potencias occidentales en estos últimos años, que se volvió ensordecedor desde la invasión rusa, Zelensky ya aceptó públicamente que su país no entrará a la OTAN. Pero a cambio de ponerlo por escrito, reclama sus propias garantías de seguridad. Según las versiones periodísticas, le pidió a Estados Unidos, Reino Unido y Turquía, tres miembros de la OTAN, que pongan por escrito que responderán -estas vez sí militarmente- en caso de que Ucrania sea invadida o agredida en el futuro. 

A una semana de que se hicieran fuertes los rumores y gestos sobre acercamientos, las negociaciones parecen haberse enfríado. Del lado ruso domina el silencio, mientras que del ucraniano solo repiten que el diálogo "es difícil".

Guerra económica 

En los primeros días de la guerra, el presidente estadounidense Joe Biden dejó claro que enfrentarse directamente a Rusia en el plano militar no es una opción. Como en la Guerra Fría, la disuasión nuclear primó. Por eso, el mandatario norteamericano optó por otro frente de batalla, el de las sanciones financieras y económicas para "asfixiar el crecimiento y el desarrollo" ruso, según el mismo explicó. Junto con la Unión Europea, Reino Unido y otros aliados como Canadá, Japón y Australia lanzó una lluvia de sanciones contra el Estado, los principales bancos, empresas públicas y la élite política y empresarial de su antiguo rival de la Guerra Fría.

El frente de las potencias occidentales se mantiene unido en su rechazo a la invasión rusa a Ucrania y el apoyo financiero, político y militar al gobierno de Zelensky; pero las tensiones se hacen especialmente visibles en este campo. A tal punto que Biden tuvo que reconocer públicamente que sus aliados europeos no están en condiciones de imponer las mismas sanciones que la Casa Blanca. Como lo dijo un ex ministro de Economía de Rusia, las sanciones contra Rusia son las más fuertes que haya recibido una potencia altamente integrada en el sistema financiero y comercial internacional, pero aún no son nucleares porque no afectan al suministro ruso de gas y energía en general a Europa

Mientras las sanciones ya empiezan a sentirse en Moscú -faltantes de ciertos productos y medicamentos, interrupciones en el comercio internacional, una brutal devaluación del rublo, un corralito para no sacar divisas y una obligación para que los exportadores vendan sus divisas, y un incipiente éxodo de rusos de clase alta y media-, el gobierno aún recibe un buen caudal de dólares y euros por la venta de gas y crudo a Europa, incluso a través de ductos que atraviesan Ucrania. Esto le permite imaginarse una superviviencia a corto o mediano plazo, y mientras tanto crece la expectativa sobre cuánta ayuda le ofrecerá China para sortear las sanciones occidentales. 

Pero aún si las sanciones actuales no lograrán asfixiar en el corto plazo al gobierno ruso, sí están potenciando los efectos económicos planetarios de la guerra. Principalmente empujando aún más los aumentos de los precios internacionales de la energía -principalmente por especulación, por ahora, ya que el embargo decretado por Washington y Londres apenas afecta al mercado global- y de los alimentos, estos sí más vinculados a la zona en conflicto ya que Ucrania y Rusia concentran alrededor del 30% de la producción mundial de trigo.