En Europa la ultraderecha hace años avanza a paso lento pero sostenido, con discursos antimigrantes, antifeministas y negacionistas tan nacionalistas como euroescépticos. Cuenta con representación parlamentaria en 22 de los 27 países de la Unión Europea (UE) y es parte del Gobierno en cinco de ellos: Hungría, Polonia, Italia, Finlandia y Letonia. En este contexto, las elecciones en España -con la derrota a Vox, que se quedó con 19 legisladores menos- parecen haber puesto un freno al crecimiento del fascismo en el continente. “Hay que ver si un discurso radical que genera debate, provoca y seduce en ciertos sectores, mantiene ese poder de convencimiento cuando ese programa tiene posibilidades reales de concretarse”, apuntó ante El Destape el doctor en Comunicación Política por la Freie Universität Berlin, Franco Delle Donne.
Al cierre de esta nota, en España acababa el escrutinio en el exterior y le quitaba una banca al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) para dárselo al conservador Partido Popular (PP). Los resultados finales forzaron al oficialismo socialista a negociar, incluso con los independentistas de derecha Junts per Catalunya (JxCat), así poder alcanzar los 176 votos necesarios para poder mantenerse en el Gobierno por cuatro años más. Más allá de eso, un dato es certero: el avance que se presumía arrollador del partido de ultraderecha Vox no fue tal, sino, todo lo contrario. El partido de Santiago Abascal, que durante toda la campaña hizo alarde de iniciativas que implicaban derogar desde el aborto, hasta la ley trans y de memoria, perdió 19 bancas tras una campaña exprés.
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Delle Done destacó tres puntos a la hora de analizar este resultado. El primero es “el impacto de lo que decía iba a ser real y eso creo que movilizó mucho a los sectores que realmente se podrían ver afectados”. El segundo “es el alivio” que significó para Europa que un partido como Vox no haya llegado al Gobierno, “porque la ultra derecha ya está en Italia, Hungría, Polonia, mientras que en Australia tiene muy buenos números, al igual que en Francia con Marine Le Pen o en Alemania. Aunque, advirtió, “es una amenaza que queda latente”.
Como último, el tercer punto es que “lo que pasa en España deja demostrado, hasta cierto punto, que hay sectores en cada sociedad que se pueden movilizar en contra de una propuesta que cuestiona valores democráticos y derechos humanos y fundamentales de ciertos sectores". "Siempre hay sectores para movilizar y generar mayorías en contra de una propuesta ultraconservadora y ultraderechista”, en la que son claves las mujeres o grupos que pueden llegar a ser catalogados como minoritarios, como les migrantes, explicó.
Entender el voto a la extrema derecha
Delle Donne, además, utilizó estudios que se vienen realizando desde la década de 1970 y 1980 para explicar el apoyo electoral que consiguen estos partidos de extrema derecha: las crisis económicas, de partidos políticos, de representación y de identidad, es decir donde se ponen en juego valores tradicionalistas, genera un “descontento generalizado”.
Puso como ejemplo Alemania. Alternativa para Alemania (AfD), una fuerza que minimiza la responsabilidad nazi sobre el Holocausto y propuso esterilizar a menores migrantes que estén sin un responsable adulto, ganó elecciones locales recientes. “Aparecen como elementos actitudes y comportamientos hacia el autoritarismo arraigados en vastos sectores de la sociedad en donde la democracia pareciera tener algunos elementos más flojos de los que creemos que tiene”, dijo. Para él, a esto se suma además del descontento ya mencionado, dado que las “expectativas no están siendo cumplidas". “Es ahí donde la ultra derecha tiene bastante potencia porque la base de sus discursos es la idea de que vivimos en la decadencia, en general cimentada en desinformación y algún tipo de fantasía apocalíptica o en teoría conspirativa”, continuó.
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“La guerra en Ucrania, con todas sus consecuencias –aumento de la inflación, crisis energética, fortalecimiento de discursos militaristas, etc.–, ha generado un clima favorable a la extrema derecha. Cuando hay miedo, la extrema derecha gana consensos porque su discurso se basa justamente en el miedo”, explicó el historiador Steven Forti, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y autor de Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla, entre otros, en una entrevista con la revista Nuso. Desde su visión, “las extremas derechas son conscientes de que no pueden llegar al poder por sí solas y deben llegar a pactos con la derecha tradicional”, dijo y aclaró que a los sectores conservadores en la mayoría de los casos no les queda otra opción más que aliarse si quieren gobernar.
“Por esto, está normalizando y legitimando aún más de lo que ya lo estaban” a esas fuerzas de extrema derecha, advirtió.
En consonancia con Della Donne, Forti fue contundente: “Sólo se derrota a la extrema derecha si el electorado de izquierda y progresista se moviliza y va en masa a votar. No se ha evitado un Gobierno PP-Vox porque las derechas hayan retrocedido electoralmente, sino porque los electores de izquierda se han movilizado para frenar la ola reaccionaria”, apuntó.
Un poco de historia
Al mismo tiempo que en España comenzaban a hacer cuentas para conseguir las bancas necesarias para armar gobierno, en Alemania, AfD hacía un congreso para definir cómo capitalizar su popularidad y, además, decidía las cabezas de lista para el Parlamento Europeo. El organismo de la Unión Europea cuenta con 750 diputados más el presidente y siete grupos políticos en la actualidad. Allí, Tino Chrupalla, uno de los líderes del partido, se dirigió a los conservadores alemanes para que renuncien al cordón sanitario -o cordón democrático, como algunos teóricos llaman a los frentes amplios de fuerzas democráticas que se unen desde la izquierda y la derecha para frenar a los partidos extremistas-, reportó el diario El País de España.
Esta medida de contención política -bautizada en términos médicos como si fuera un virus que no debe expandirse- es utilizada en Europa desde la Guerra Fría para frenar el avance de los fascismos. El primer país en el que se implementó fue en Bélgica, cuando los partidos principales se alinearon en 1989 contra la formación Vlaams Blok, ahora Vlaams Belang. Pero el fenómeno se popularizó en Francia cuando el conservador Jacques Chirac no pactó con el emergente Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen. En ese entonces, el cordón sumó a la izquierda, reseñó el portal El Orden Mundial.
Fue el recientemente fallecido Silvio Berlusconi quien rompió el cordón y les abrió la puerta e Italia: en 1994, llevó al Gobierno a los neofascistas del Movimiento Social Italiano (MSI) y a los etnorregionalistas de la Liga Norte (hoy, La Liga, parte del Gobierno). Vale entender el etnoregionalismo como “una versión étnica/cultural de la identidad europea análoga al etnonacionalismo, que está estrechamente relacionada con la idea de blancura”, escribió el investigador Hans Kundnani, egresado de las universidades de Oxford y Columbia.
En la actualidad, las extremas derechas están en Hungría –cuyo Gobierno fue calificado por el Consejo Europeo como una “autocracia electoral” en una votación en la que primera ministra de Italia, Georgia Meloni, se pronunció en contra- y Polonia. Allí, gobiernan desde mediados de los 2000 con políticas anti LGBTI+ y antimigrantes. Llegaron a Italia, Finlandia y Letonia en gobiernos de coalición. En abril de este año, el Partido de los Finlandeses fue la segunda fuerza más votada y llegó para formar parte de la Coalición Nacional de Petteri Orpo.
En las últimas elecciones en Grecia, se consolidó el conservador, Kyriakos Mitsotakis con Nueva Democracia, le siguió la izquierda con Syriza y tres partidos de extrema derecha se consolidaron en el Congreso: Espartanos con el 4,6%, Solución Griega con el 4,4% y Niki (Victoria) con el 3,7% de los votos. En Francia, conviven Agrupación Nacional, creada en 1971 por Le Pen bajo el nombre de Frente Nacional; y Reconquista, fundada en 2021 y presidida por Éric Zemmour. La hija de Le Pen, Marine, peleó la presidencia contra Emmanuel Macron (58,5%) y fue el segundo partido más votado en las elecciones legislativas en junio.
Por otro lado, la ultraderecha logró representación parlamentaria en Portugal en octubre de 2019, cuando la formación Chega (“Basta” en portugués) consiguió un escaño en la Asamblea de la República para André Ventura. En las legislativas de 2022 se hizo con doce escaños. Hasta aquí sólo algunas menciones a modo de ejemplo.
El impacto de los fascismos euroescépticos en la UE
Los cordones sanitarios habían servido también de contención para que estos partidos no llegaran al Parlamento Europeo, que no sólo tienen propuestas antiderechos a nivel nacional, sino que se pronuncian en más de una ocasión contra el cooperativismo o la eurozona y el cosmopolitismo que propone el bloque. Por ejemplo, en octubre de 1999 el Partido Socialdemócrata de Austria ganó las elecciones y, tras meses de negociaciones, el conservador Partido Popular Austríaco llegó a un acuerdo con el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) –fundado en 1956 y cuyos dos primeros líderes fueron dirigentes nazis de las SS– para formar un acuerdo de coalición con la formación de extrema derecha, entonces presidida por Joerg Haider, hijo de dos miembros del partido nazi.
Entonces, la UE publicó un duro comunicado en nombre de los demás socios: “Los Gobiernos de los 14 Estados miembros (que conformaban la UE en ese momento) no promoverán ni aceptarán ningún contacto bilateral oficial a nivel político con un Gobierno austríaco en el que esté el FPÖ. No habrá apoyo para candidatos austríacos que busquen puestos en organizaciones internacionales y los embajadores de Austria en las capitales de la UE solo serán recibidos a nivel técnico”, reseñó el Diarioes.
La UE sancionaba y aislaba por completo a un socio por formar Gobierno con un partido de la derecha radical populista, aunque la restricción sólo estuvo unos meses en vigor. Con el tiempo, estas formaciones lograron permear -con discursos moderados y en coaliciones- y llegar. En la actualidad, 64 diputados se consolidan en el Grupo Identidad y Democracia, cuyo presidente es Marco Zanni, de La Liga, de Italia. En su página web, la bienvenida es un saludo suyo en el que aclara que el Grupo “se opone activamente a la tendencia actual hacia un superestado europeo dirigido burocráticamente”, sostuvo y denunció: “Por eso, los principales Grupos del Parlamento Europeo intentan silenciarnos con todo tipo de táctica”.
Más allá de su escepticismo, Forti contó también en la entrevista con Nuso que Meloni tiene entre manos una operación para “cambiar los equilibrios en la UE sustituir a la gran coalición entre populares, socialistas y liberales que han gobernado la Unión hasta ahora” de cara a las elecciones de junio del próximo año en la UE e instituirle su propia identidad. Se trata de una alianza entre el Partido Popular Europeo (PPE) y los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR). Este partido, presidido por Meloni, reúne, entre otros, a Hermanos de Italia, los polacos de Ley y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco), Vox de España, Demócratas de Suecia y el Partido de los Finlandeses. Según planteó Forti, “todas formaciones, excepto el PiS, que han sellado acuerdos con la derecha mainstream en sus respectivos países en diferentes niveles de gobierno”.