Una semana después de la matanza de 19 niños y dos maestras en una escuela primaria del sureño Texas, la localidad de Uvalde empezó hoy a enterrar a las primeras víctimas de este tiroteo escolar, el más mortífero en casi una década en Estados Unidos.
Una de las primeras ceremonias celebradas esta tarde fue la de Amerie Jo Garza, quien acababa de celebrar su décimo cumpleaños.
Esta "pequeña diva curiosa que 'odiaba los vestidos' y tenía un gran corazón" soñaba con volverse profesora de arte, según escribió su familia en un obituario.
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Horas más tarde tendrá lugar el velatorio de Maite Rodríguez, también de 10 años, una niña que quería ser bióloga marina y era "amable, carismática, amorosa", según manifestó su madre, Ana Rodríguez, en Facebook.
Los funerales de las 21 víctimas, asesinadas por el joven Salvador Ramos de 18 años- al abrir fuego en la Escuela Primaria Robb, se prolongarán hasta mediados de junio.
En medio del duelo, los residentes de Uvalde exigen explicaciones por la respuesta tardía de la policía, una "decisión errónea", según admitió el director del Departamento de Seguridad Pública de Texas, Steven McCraw.
Diecinueve efectivos se quedaron en el pasillo de la escuela sin intervenir durante casi tres cuartos de hora, mientras Ramos permanecía encerrado con alumnos y profesores en un aula. Finalmente, los agentes entraron y mataron al tirador.
"Pueden decirme 'Oh, cometimos un error. Tomamos la decisión equivocada'. Pero no me van a devolver a mi bisnieta", dijo Rubén Mata Montemayor, bisabuelo de una de las víctimas, citado por la agencia de noticias AFP.
Cuando el presidente estadounidense, el demócrata Joe Biden, visitó Uvalde el pasado domingo, los gritos de "¡Hagan algo!" resonaron entre la multitud.
El presidente "debe aprobar leyes para que podamos proteger a los niños de las AR-15", el arma semiautomática usada en la escuela Robb, reclamó otro residente, Robert Robles, de 73 años.
Una iniciativa compartida por Ricardo García, de 47 años, quien trabajaba en el hospital local el día del drama.
"Hay que dejar de vender armas, punto", sentenció.
La tragedia, la última de una epidemia de violencia armada en Estados Unidos, se produjo apenas diez días después de otro tiroteo masivo en Buffalo, en el estado de Nueva York, donde un autoproclamado supremacista blanco mató a tiros 10 personas en un supermercado.
Si bien los tiroteos masivos sacuden a la opinión pública y generan demandas momentáneas de cambio, la regulación de armas enfrenta una fuerte resistencia por parte de la mayoría de los republicanos y algunos demócratas de los estados conservadores.
Biden lleva más de un año instando al Congreso a impulsar una legislación que prohíba las armas de asalto y los cargadores de alta capacidad y mejore el deficiente sistema de verificación de antecedentes para los compradores.
Pero la oposición rechaza estas restricciones y las bloquea en el Senado, donde la limitada mayoría oficialista es insuficiente para sacarlas adelante.
El mandatario demócrata prometió ayer "seguir presionando" por una regulación más estricta de las armas de fuego.
"Creo que las cosas se han vuelto tan graves que todo el mundo se está volviendo más racional al respecto", señaló.
Un grupo bipartidista de legisladores trabajó durante el pasado fin de semana para buscar posibles áreas de acuerdo.
Según lo trascendido, buscan legislar para aumentar la edad para la compra de armas o para permitir que la policía retire las armas de las personas consideradas en riesgo, pero no en una prohibición total de los rifles de alta potencia como el arma utilizada tanto en Uvalde como en Buffalo.
Mientras el país aún está sacudido por la masacre de Texas, hubo una docena de tiroteos masivos reportados durante el fin de semana largo por el Día de los Caídos.
Según el sitio web Gun Violence Archive, se registraron al menos 132 muertes por armas y 329 heridos en todo el país desde el sábado 28 hasta el lunes 30 por la noche.
Con información de Télam