EEUU: El próximo Congreso y el futuro del trumpismo, las claves de la elección

Los resultados no deben ser leídos como un referéndum sobre Biden porque el electorado que suele votar en los comicios de medio mandato es muy diferente a las presidenciales. Sin embargo, sí revelarán la verdadera fuerza del movimiento de extrema derecha que quiere una vuelta de Trump al poder en 2024.

08 de noviembre, 2022 | 00.10

Este martes, millones de estadounidenses volverán a las urnas para renovar el Congreso federal -la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado-, elegir a 36 de los 50 gobernadores del país y muchísimos más cargos e iniciativas locales. Es una elección en la que la realidad y los vínculos locales pesan más que las figuras y agenda nacionales. Por eso y porque en Estados Unidos el voto es voluntario, el electorado que suele participar es distinto al que se moviliza en las presidenciales. Son muchas menos personas y, en general, coinciden con un electorado que tiende a apoyar más a los republicanos que a los demócratas: una proporción mayor de adultos mayores, blancos y más pudientes. 

Por eso, el resultado no será un reflejo sobre las posibilidades de reelección de Biden en 2024. En cambio, sí podría definir cómo el mandatario estadounidense atraviesa la segunda mitad de su Gobierno y, por ende, si llega con éxitos para demostrar a las próximas presidenciales o con un Congreso completamente paralizado que le frena todos los proyectos de ley -como le sucedió a su antecesor, Barack Obama- y una oposición envalentonada por una gestión sin poder para solucionar los problemas que ya afectan a la economía y la sociedad de la primera potencia mundial. 

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De la misma manera, si los republicanos ganan esta noche, no significará que el país vive el preludio de la vuelta del ex presidente Donald Trump al poder. Pero sí desnudará la relación de fuerzas dentro del Partido Republicano entre el llamado sector moderado -dirigentes que se referencian en ex mandatarios como Bush padre e hijo o Ronald Reagan y no entran en el juego de las teorías complotistas ni desconocen la victoria de Biden en 2020- y el sector que -por convicción u oportunismo- asumió el discurso violento, basado en las mentiras y xenófobo de Trump.

Si los candidatos que hicieron campaña con las mentiras de un fraude que nunca existió se imponen en mayor proporción que los que se negaron a subirse a la ola del cada vez más visible movimiento de extrema derecha, es muy probable que el Partido Republicano se corra aún más a la derecha para 2024 y Trump vuelva a ser candidato. 

El escenario inmediato

Lo primero que dejarán estas elecciones es un nuevo Congreso. El oficialismo demócrata ganó en 2020, junto a la Casa Blanca, una ajustada mayoría en la Cámara de Representantes -la cámara baja- de 220 votos, es decir, solo dos más de la mayoría absoluta. La oposición republicana se quedó con 212 escaños. En el Senado, el resultado fue directamente un empate: 50 a 50. Este resultado le permitió al oficialismo utilizar el voto extra de la vicepresidenta y titular de la cámara alta, Kamala Harris, pero solo cuando toda la bancada demócrata votó junta, sin disidencias. No fue muy seguido.

Además, en Estados Unidos existe la figura de filibustero que da la posibilidad a la minoría a alargar sin plazos un debate para evitar una votación. Solo se puede detener con una mayoría calificada de 60 votos. A los demócratas les costó reunir a sus 50 senadores, por lo que conseguir el apoyo de 60 para proyectos no negociados hasta el último detalle con la oposición fue imposible. 

Tradicionalmente, el oficialismo en Estados Unidos pierde varias bancas en las elecciones de medio mandato, por lo que la mayoría de los analistas apuestan a que los republicanos se quedarán con el control de la Cámara Baja, como le sucedió a Obama en 2010. Y dado el empate en el Senado lo previsible sería que la oposición también se impusiera allí. Sin embargo, dado las 34 bancas que están en juego y los números sorpresivos que lanzan los sondeos para algunas de ellas, nadie se anima aún a dar por perdida a la Cámara Alta para los demócratas. 

El tema económico, con la inflación a la cabeza, es la principal preocupación a lo largo y ancho del país, pero -como ya se dijo- lo local también juega un rol central en las elecciones de medio mandato. En ese plano aparecen cuestiones tan disímiles como candidatos trumpistas surgidos de primarias muy polarizadas que no convencen a todo el electorado republicano del distrito, o los efectos del último rediseño de los mapas electorales hecho por el Congreso del estado para beneficiar a uno u otro partido; o la histórica ventaja de los legisladores que se reeligen con una maquinaria electoral aceitada y efectiva. 

El escenario para 2024

Un análisis más fino de los resultados de esta noche describirá cuál es la verdadera fortaleza del movimiento de extrema derecha que no nació con Trump ni mucho menos pero que éste alimentó y legitimó desde el poder durante cuatro años. En 2020, cuando el ex mandatario perdió la reelección ante Biden una parte importante de Estados Unidos y del mundo respiró aliviada. Más aún luego que arengó en vivo y directo a una multitud para que atacara el Congreso en lo que hoy algunos llaman un golpe y otros una insurgencia, pero nadie duda que fue una acción política violenta. 

Trump tuvo que abandonar el poder y hasta fue cancelado de las principales redes sociales como Twitter, Facebook e Instagram. De repente no se lo escuchaba más y prácticamente no se lo veía más. Como hizo tantas veces en el mundo, el poder estadounidense creía que muerto el líder o la cabeza, muerto el problema. Pero esa lectura parte -una y otra vez- de un mismo error conceptual: un movimiento político no se resume a una persona, ni siquiera a su líder de turno.

Por eso, desde la asunción de Biden y muchas veces por fuera del radar de los grandes medios, el histórico movimiento de extrema derecha -supremacista, belicista y nacionalista- siguió creciendo al calor de las denuncias de un supuesto fraude y el apoyo de muchos dirigentes republicanos, que encontraron allí a una base electoral muy movilizada, un activo nada desdeñable en un país donde la abstención y apatía son muy significativas.

En Estados Unidos no se eligen los congresistas y senadores en listas sábanas, como en Argentina. Cada estado (provincia) se divide en una cantidad de distritos, dependiendo de la cantidad de habitantes, y cada distrito elige a sus legisladores, tanto a nivel federal como estadual. Y mientras en el sistema argentino son los partidos los que tienen más poder para definir los candidatos, especialmente dado que las PASO se usan poco; en el país del Norte, la decisión final depende del padrón de cada distrito. Es decir, el partido puede apoyar a un candidato pero si éste pierde en la primaria con otro, entonces al partido no le quedará otra opción que apoyar a este último en la elección general. Como se trata de distritos y no de estados enteros, a veces una minoría de unos miles de personas puede definir una primaria

Esto sucedió con muchas candidaturas republicanas en las elecciones de medio mandato de 2010 con el ascenso del movimiento libertario del Tea Party y este año se repitió con muchos dirigentes apoyados o referenciados en Trump. Según un reciente relevamiento del diario The Washington Post, más de la mitad de todos los candidatos republicanos que se presentan en estas elecciones se negó a reconocer o puso en duda los resultados del 2020 y, según el portal electoral FiveThirtyEight, más del 60% de los estadounidenses habilitados para votar tendrá entre sus opciones un candidato que aún no reconoce la victoria de Biden. 

Una victoria arrasadora de los republicanos no solo representaría un revés para los proyectos de Biden para los próximos dos años, sino que demostraría que la estrategia de radicalización de un sector de la oposición es la más efectiva hoy en las urnas, una enseñanza que sin dudas resonará aún con más fuerza en 2024. 

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