Elecciones en Colombia: la guerra o la Paz

La sociedad colombiana se aproxima a los comicios presidenciales con el deseo de romper una tradición de violencia política, narcotráfico y problemas de informalidad económica estructural.

27 de mayo, 2022 | 00.05

Este domingo 29 de mayo el pueblo colombiano se juega la oportunidad de materializar su larga historia de lucha por la paz en una victoria electoral. La sociedad colombiana está atravesada por un enorme hilo de sangre. Esa historia de violencia, tan bien relatada por Gabriel García Marquez en “100 años de soledad”, se agravó con la expansión del narcotráfico y la constitución del llamado Narcoestado, la expresión superestructural de una economía paralela e ilegal, que involucra los negocios de las drogas y la guerra.

Los niveles de violencia política de Colombia, que incluyen desplazamientos de población, sicariato, secuestro y asesinato de líderes y liderezas sociales, es directamente proporcional a la defensa irrestricta de estos negocios legales e ilegales. Cabe resaltar el reciente “paro armado” nacional realizado por el Clan del Golfo, banda ligada al narcotráfico, acción que demostró su capacidad de desplegar la violencia en 11 departamentos así como de su amplio control territorial.

El mensaje parece ser que, más allá de quien gobierne, son ellos quienes ejercen y ejercerán el poder real en suelo colombiano; un entramado narco y paramilitar alimentado política y económicamente por Estados Unidos, su mafia cubanoamericana de Miami y su guardián local, el uribismo.

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A esas fuerzas económicas y políticas se enfrentan sindicatos, movimientos sociales, organizaciones políticas y partidos políticos de izquierda en Colombia. La batalla, ahora, es electoral. Un “Pacto Histórico” ha emergido de un largo ciclo de luchas y, más que nunca en más de 200 años de vida política republicana, el escenario político más probable está marcado por un triunfo electoral de la centro izquierda.

Gustavo Petro, ex militante de la organización M-19 y ex alcalde de Bogotá, y Francia Márquez, una joven mujer afrocolombiana feminista, ambientalista y defensora de los Derechos Humanos, están construyendo la posibilidad de un victoria electoral que se convierta en un contundente triunfo político para las fuerzas que desde hace años vienen peleando por alcanzar una “Paz con justicia social”.

Esta fórmula presidencial contiene al primer y a la tercera aspirante presidencial individual de las elecciones primarias del pasado mes de marzo, celebrada en conjunto a las elecciones parlamentarias del país. Allí, Petro obtuvo casi 4,5 millones de votos y Francia Márquez, 785 mil.

En segundo lugar, y entre medio de los dos candidatos del “Pacto Histórico”, emerge Federico “Fico” Gutiérrez con 2,1 millones de electores, alcalde de Medellín entre 2016 y 2020, que parece se presenta a sí mismo como el presidente de “un país en orden y con oportunidades” y que, a esta altura, apuntala los apoyos más o menos explícitos del actual presidente Iván Duque, del uribismo y del santismo. También puja por intentar colarse en la eventual segunda vuelta Rodolfo Hernández, un empresario con numerosas acusaciones de corrupción y con un discurso al estilo chabacano de Donald Trump.

Dos escenarios posibles

Las movilizaciones, en ascenso desde 2016, generaron condiciones para la recomposición del entramado organizativo de las fuerzas de la Paz. El estallido de 2021 se tradujo en una masiva superación del miedo y una mayor participación política por parte de diversos sectores sociales, especialmente jóvenes y mujeres de barriadas urbanas de las grandes ciudades. Estos sectores se incorporaron masivamente a la lucha histórica de las Fuerzas de la Paz, integrada por organizaciones políticas, sociales, culturales, campesinas, político-militares, sectores indígenas, guardias cimarronas, entre otras.

El escenario electoral y la disputa por el Estado es considerado, por la mayoría de las Fuerzas de la Paz, como un medio para frenar el exterminio a líderes y lideresas sociales. Por supuesto, existen tensiones hacia adelante, vinculadas al riesgo de cambiar figuras pero no lograr cambios de fondo, producto de que la correlaciones de fuerzas no alcancen para torcer el poder fáctico que impera hoy en el régimen colombiano.

Desde el campo progresista se mantiene la alerta además sobre un nuevo intento de fraude como el del preconteo en las pasadas elecciones. Según la Defensoría del Pueblo, en 274 municipios de Colombia hay riesgo extremo o alto de alteración de las elecciones. En tal sentido, INDEPAZ ha registrado presencia de grupos armados que aún no han declarado cese al fuego para elecciones.

ESCENARIO 1: EL PACTO HISTÓRICO LLEGA AL SISTEMA INSTITUCIONAL

Las Fuerzas de la Paz ocupan el sistema institucional con la llegada de Gustavo Petro y Francia Marquez. Si el triunfo electoral se consigue en primera vuelta, algo que parece posible según las encuestas, la coalición del Pacto Histórico evita negociar su programa de gobierno con actores del “centro político”, como el Partido Verde, los sectores progresistas del Partido Liberal e, incluso, del santismo, lo cual ocurriría indefectiblemente si la victoria electoral sucede en segunda vuelta.

Aún ganando en primera vuelta, el Pacto Histórico no cuenta con mayorías parlamentarias. En ese escenario, las agendas más reformistas, tendrán mayores probabilidades de construirse que las agendas estructurales, como las reformas a los instrumentos militares y de seguridad, a la injerencia norteamericana en el territorio mediante sus bases militares, a un manejo soberano de la deuda externa, a la reforma agraria, entre otros temas.

ESCENARIO 2: LAS FUERZAS DE LA GUERRA SE PERPETÚAN EN EL PODER POR TODOS LOS MEDIOS

Desestabilización del proceso electoral por un fraude contundente, por magnicidio, o por un levantamiento  militar. No sería un escenario imposible de considerar, si tenemos en cuenta que en este país se asesinó en más de una ocasión a candidatos presidenciales como son los casos de Galán, Jaramillo y Pizarro. La respuesta popular lanza una movilización social masiva que es brutalmente reprimida.

La oligarquía local, personificada en las candidaturas de Federico “Fico” Gutierrez o Rodolfo Hernández, en alianza con la fracción del capitalismo trasnacional neoconservador, coordinado desde Estados Unidos, priorizan su dominio sobre el territorio colombiano a sostener el llamado “orden democrático”.

Un actor de peso en la política colombiana ya tensionó los comicios para construir este escenario: El pasado 12 de mayo, Philip Goldberg, el embajador de EEUU en Colombia, señaló en una entrevista con el diario El Heraldo, que su país se encontraba en alerta por la posibilidad de una “interferencia de rusos, venezolanos o cubanos en los comicios”. El martes 24 de mayo, a 5 días de los comicios, el Consejo Nacional Electoral dió a conocer que no habrá auditoría internacional, sobre el proceso electoral, una herramienta importante para dar legitimidad a los resultados.

El aparato estatal y sus agencias militares y paramilitares continúan ejecutando  su plan de exterminio selectivo a los sectores populares.

Se profundizan las recetas neoliberales. La deuda externa de la República Colombiana, que hoy es cercana al 68% del PBI, pega otro salto para sostener la situación económica que abrirá la crisis política.

La posibilidad de un proyecto de Paz con Justicia Social

El resultado electoral pone en juego, nada más ni nada menos, que la posibilidad histórica del pueblo colombiano, de avanzar en la construcción de un programa político afín a las demandas de las mayorías y cesar, de una vez, con más de medio siglo de violencia y expropiación.

La posibilidad de llevar adelante transformaciones estructurales, si se impone victoriosa la fuerza política que hoy representa la Fuerza de la Paz,  dependerá de construir un enorme consenso social  mediante la profundización de los procesos organizativos y el sostenimiento de la movilización popular. Ello significa transformar el triunfo electoral en una victoria política, consolidando la ofensiva del Pueblo frente al régimen, que impulse una agenda urgente de paz con justicia social. 

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