El término “infodemia”, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) acuñó al principio de la pandemia COVID_19 para aludir indistintamente a la profusión de rumores, noticias falsas y operaciones de desinformación que amenazan la salud pública, figura destacado con mayúsculas en el pase de facturas que sostienen el presidente de EEUU, Joe Biden, y la conducción de Facebook, la compañía de Mark Zuckerberg.
“Las plataformas como Facebook están matando a la gente” por diseminar campañas de desinformación sobre la efectividad de las vacunas como prevención del coronavirus, afirmó Biden en una respuesta que pareció improvisada ante un periodista el pasado 16 de julio. Aunque después debió matizar su aseveración (reemplazó a Facebook por “la desinformación”), la acusación directa del mandatario recorrió el mundo. Lo que sucedió después confirma que no hubo improvisación, porque el gobierno dobló la apuesta denunciando la opacidad de la programación de los algoritmos de Facebook y la indolencia de la empresa para actuar sobre el problema: más del 73% de los posteos antivacunas en la red social más masiva son originados por doce (12) fuentes, de las cuales tres (3) son tan influyentes que generan la mitad de toda la desinformación, según reveló el Centro para la Lucha contra el Odio Digital.
Con el lema de que no hay mejor defensa que un buen ataque, Facebook contestó con munición gruesa, indicando que es la administración la que viene fallando en convencer a las personas indecisas de vacunarse.
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El revuelo entre la Casa Blanca y las huestes de Zuckerberg pivotea sobre la asociación directa entre desinformación en Internet y afectaciones a la salud en el contexto pandémico. Eso, que el gobierno de Biden presenta por primera vez como constatación, es lo que lo condujo a sostener que Facebook viene funcionando como “proveedora de datos falsos” sobre COVID y como un foro de desinformación sobre las vacunas.
Altos funcionarios de Biden señalaron que Facebook debería informar de modo público y transparente cuánta desinformación sobre coronavirus y vacunas hay en la plataforma, cuál es su alcance y cuánta gente estuvo y está expuesta a ese contenido. Es más, la oficina de prensa de la Casa Blanca expresó que había etiquetado numerosas publicaciones de Facebook como dañinas, que comunicó a la compañía el problema y que no tuvo respuesta con la celeridad que reclama el compromiso con la salud de la población. Para la gestión Biden, la programación algorítmica de Facebook difunde las operaciones de desinformación con mucha mayor velocidad que otras plataformas y medios online. Además, cuando entrevista a personas refractarias a la vacunación, el gobierno identifica como fuente de tramas conspirativas y engaños anticientíficos las historias leídas y compartidas en Facebook.
Un día después de la ofensiva de la Casa Blanca, Facebook rechazó de plano la imputación, y tiene sus argumentos. En un comunicado firmado por su vicepresidente de Integridad, Guy Rosen, en el que se presenta como un espacio propicio para salvar vidas (más de 2 mil millones de personas vieron información verídica sobre COVID en la plataforma, dice la empresa), devolvió las gentilezas al gobierno indicando que no es culpa de la compañía que Biden no lograra alcanzar los objetivos de vacunación que había trazado de manera excesivamente optimista hace unos meses.
La plataforma de Zuckerberg tiene niveles de penetración y uso similares a EEUU en Canadá y el Reino Unido, pero en estos dos países la vacunación ha logrado superiores niveles de aceptación y mayor consenso. La lógica comparada despejaría la hipótesis de que Facebook sea la variable independiente que explique, por sí sola, la falta de confianza de un sector de la población a las vacunas.
En el último año y medio Facebook fue reforzando la moderación de contenidos para atenuar la diseminación de operaciones de desinformación sobre la pandemia al tiempo que promovió su herramienta de búsqueda de vacunas y mejoró la visualización de fuentes auténticas y oficiales sobre COVID_19. Sin embargo, para el gobierno estadounidense esos esfuerzos son insuficientes.
La compañía de Zuckerberg alega haber eliminado 18 millones de piezas de desinformación sobre coronavirus y haber etiquetado y reducido la visibilidad de más de 167 millones de unidades identificadas como problemáticas por los verificadores de datos contratados por Facebook para reducir su exposición.
Estos esfuerzos suenan importantes, pero la defensa corporativa revalida uno de los ejes de la crítica del gobierno de EEUU: la falta de transparencia de los datos extraídos y procesados por la empresa. Porque 18 millones y 167 millones de posteos o páginas son números que impactan, pero Facebook no informa cuál es el universo total y, consecuentemente, no es posible tener una noción de qué significan esos millones, qué porcentaje del total representan. Para apreciar su valor relativo, es necesario que Zuckerberg y sus ejecutivos abran la caja negra de un negocio que hasta ahora prometió más transparencia de la que ejercitó en todos los órdenes.
Acusación y defensa eligieron hasta ahora encarnar el meme de los hombres araña, donde la polémica consiste en señalar a otro como culpable con argumentos muy parecidos a los que el otro devuelve el señalamiento. Hay cientos de miles de muertes por medio, por lo que el clásico procedimiento de identificar un solo culpable de problemas sociales que son complejos y profundos tiene, en este caso, un trasfondo luctuoso.