Sin límites ni sanciones: Israel ignora las críticas y profundiza sus ataques a la Franja de Gaza

Cuanto más crecen las críticas en el mundo, más profundiza Israel su ofensiva contra el territorio palestino. Francotiradores disparan a heridos, los principales hospitales del Norte dejaron de funcionar e Israel acusa a personal de la ONU de ser parte de Hamas. Una escalada militar y política sin fin.

13 de noviembre, 2023 | 00.05

Las escenas se intercalaron en los últimos días. El embajador israelí ante la ONU defendiendo los ataques que mataron a un número inédito de trabajadores de Naciones Unidas porque "muchos son miembros de Hamas" y luego una nueva votación en la Asamblea General en la que el mundo, por una amplia mayoría -incluida Argentina-, rechazaba el avance de las colonias israelíes sobre los territorios palestinos que ocupa militarmente desde 1967; los líderes del mundo árabe y el islámico reunidos en pleno en Arabia Saudita mostrando una foto como no se veía en décadas y cientos de miles de personas marchando en algunas de las principales ciudades de Europa por un alto el fuego, y más tarde el relato de un cirujano de uno de los hospitales más importantes de la Franja de Gaza de cómo francotiradores dispararon contra heridos y nadie puede ser evacuado de manera segura. Como cierre, el médico ofrecía una conclusión que se repite una y otra vez en los testimonios de los gazatíes: "Estamos casi seguros de que estamos solos. Nadie nos escucha".

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A más de un mes del inicio de esta última escalada de violencia, el Consejo de Seguridad de la ONU, el único órgano con poder real sobre los Estados miembros en Naciones Unidas, no consiguió aprobar ninguna resolución para influir en el conflicto. La vez que estuvo más cerca, el Gobierno de Estados Unidos vetó una propuesta impulsada por Brasil y que había conseguido una mayoría para forzar a Israel a aceptar un alto el fuego en la Franja de Gaza y habilitar el ingreso masivo de ayuda, que por ahora solo entra a cuentagotas desde Egipto, donde esperan profesionales internacionales y toneladas de alimentos, medicamentos y otros bienes básicos. La razón que dio Washington para imponer su veto es que el texto no mencionaba el derecho a la legítima defensa de Israel. 

No existe el derecho humanitario en Gaza

Desde que comenzó el bombardeo israelí contra la Franja de Gaza como represalia por el ataque del movimiento islamista palestino Hamas del 7 de octubre, el principal argumento de Israel y sus aliados internacionales es el derecho a la legítima defensa, es decir, el derecho que tienen todos los Estados cuando son agredidos a responder a través de la vía armada. Este derecho, consignado en la ley internacional, sin embargo, tiene límites. Por un lado, esa respuesta debe ser considerada necesaria para garantizar la seguridad de ese país y proporcional a la agresión recibida.

Además, ninguna respuesta armada -ni siquiera la que sigue el principio de la legítima defensa- está por encima del derecho humanitario, las reglas mínimas que creó la comunidad internacional hace décadas para evitar repetir los horrores de la Segunda Guerra Mundial. La Convención de Ginebra y sus protocolos estipularon reglas básicas como que la población civil no puede ser objetivo de ataques militares, que se debe garantizar que puedan salir de las zonas de conflicto, que los trabajadores humanitarios deben ser protegidos y respetados, al igual que los refugiados, desplazados y prisioneros de guerra; y que los establecimientos médicos o con fines humanitarios no pueden ser atacados. 

El principio de la "necesidad" de los ataques israelíes contra la Franja de Gaza es sin dudas el más subjetivo. Las autoridades de Israel argumentan que su ofensiva sobre un territorio asediado por aire, tierra y agua y con una de la mayores densidades poblacionales del mundo es necesario para destronar a Hamas y evitar un futuro ataque como el del mes pasado. Sin embargo, esto difícilmente garantizará la futura seguridad del Estado de Israel ya que el Gobierno de Benjamin Netanyahu no parece tener más plan más allá de ese objetivo, que ya de por si es casi imposible de conseguir solamente a través de la vía armada: hacer desaparecer a Hamas.

Netanyahu ya adelantó que, una vez que el grupo islamista sea derrocado, Israel no se hará cargo de la seguridad en la Franja de Gaza y también que, pese a lo que pidió su aliado estadounidense, no permitirá que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Mahmud Abbas -que sí ha renunciado a la lucha armada como forma de resistencia y pide empezar a negociar una paz integral- controle ese territorio. Por ahora no está claro quién intentará gobernar a una Franja más destruida, pobre y traumatizada cuando la ofensiva termine. 

El principio de proporcionalidad, en cambio, no parece admitir discusión en este caso. El ataque de Hamas contra el sur de Israel, sangriento y cruel, mató a unas 1.400 personas, la mayoría civiles. A más de un mes de lanzar su represalia, Israel ya mató a más de 11.000 personas, de las cuales la ONU estimó que más del 70% son mujeres y niños, más de 3.000 y 4.600, respectivamente. Además, más del 62% de los 2,4 millones de habitantes de la Franja ya tuvieron que abandonar sus casas con lo puesto e intentan buscar refugio en un territorio en donde, según coinciden hoy todas las organizaciones humanitarias presentes, "ya no hay ningún lugar seguro".

Israel sostiene que intenta proteger a la población civil llamándola a evacuar a la parte sur de la Franja; sin embargo, no solo ha bombardeado también de manera sistemática esta región, sino que ha bombardeado incluso a los convoy de civiles que huían o a ambulancias que intentaban sacar a los heridos del Norte. Una y otra vez, el argumento israelí es el mismo: en el convoy, ambulancia o en el hospital había miembros de Hamas, una acusación que médicos y trabajadores humanitarios siguen negando.  

El argumento de Israel alcanzó en estos últimos días un nivel inédito cuando su embajador ante la ONU, Gilad Erdan, respondió a las críticas por los continuos ataques contra personal e infraestructura de agencias de Naciones Unidas. "Muchos de los trabajadores de Unrwa (la agencia para refugiados palestinos) en Gaza son miembros de Hamas. Llegó el momento de romper con el mito de los hechos que comunica la ONU", afirmó, utilizando en la solapa de su traje una estrella de David amarilla como la que los alemanes nazis obligaban a usar a los judíos. Según Naciones Unidas, los ataques israelíes ya mataron a 101 trabajadores de la Unrwa, un número inédito para la ONU para un solo conflicto y en tan poco tiempo. 

El fracaso de la comunidad internacional y no solo de EEUU

Desde hace varias semanas, cientos de miles de personas salen a marchar en Europa, Estados Unidos, India y Medio Oriente, principalmente, para reclamar un fin de la ofensiva israelí y ayuda para la población palestina de Gaza. El mundo observa -a cuentagotas porque Israel no permite el ingreso de prensa internacional y ya han muerto más de 30 periodistas gazatíes por la ofensiva- como no existe ningún intento de proporcionalidad ni respeto a los civiles más vulnerables como los niños o los heridos, y por eso se ven manifestaciones similares a las de 2003 contra la invasión de Irak, cuando, como ahora, quedó al desnudo el divorcio entre las sociedades y sus gobiernos. 

Porque mientras se multiplican las expresiones de apoyo a la población civil palestina en las calles de Londres, Nueva York y París, estos Gobiernos no terminan de mostrar la voluntad política de poner fin a los bombardeos y la invasión terrestre en Gaza. El Gobierno de Joe Biden sigue apoyando a Netanyahu y su posición de que "un alto el fuego solo beneficiaría a Hamas" y, por eso, el viernes volvió a quedar en minoría al votar junto con Israel en la Asamblea General de la ONU para defender la expansión de las colonias israelíes sobre los territorios palestinos ocupados, una política de transferencia de población que también viola el derecho humanitario.

Estados Unidos, en cambio, convenció a sus aliados del G7 -el mismo grupo que tras la invasión rusa a Ucrania, no dudó en lanzar una lluvia de sanciones contra Moscú por haber violado el derecho internacional y el humanitario- de pedir públicamente "pausas humanitarias", es decir, interrupciones de unas horas de los bombardeos para permitir que los civiles en Gaza escapen de la región norte. El Gobierno de Netanyahu se hizo eco de este pedido, que fue calificado de insuficiente por la ONU y las organizaciones humanitarias en el territorio, y anunció pausas de cuatro horas diarias. 

Pero, desde este anuncio, el número de muertos y heridos siguió creyendo, los ataques a los hospitales, campos de refugiados e instalaciones de la ONU en el norte se profundizaron. "Estamos en el cuarto piso, hay un francotirador que atacó a cuatro pacientes dentro del hospital. Uno de ellos tiene una herida de bala en el cuello, y es (paciente) tetrapléjico, y el otro (recibió un disparo) en el abdomen. En el hospital de Al Shifa hoy (por el sábado), desde esta mañana, no hay electricidad, de hecho no hay agua, no hay comida. Nuestro equipo está agotado. Tenemos dos pacientes neonatos que fallecieron, porque la incubadora no funciona, porque no hay electricidad. También tenemos un paciente adulto en la unidad de cuidados intensivos, que murió porque se apagó el respirador, porque no hay electricidad. Podemos ver el humo alrededor del hospital. Atacaron todo alrededor del hospital. Y le dieron al hospital muchas veces", contó durante el fin de semana el doctor Mohammed Obeid, cirujano de Médicos Sin Fronteras en el hospital Al-Shifa, uno de los dos principales centros médicos del norte de Gaza, junto con Al Quds, que dejó de funcionar el domingo, según denunciaron las autoridades de la Franja.

En su mensaje, Obeid pidió algo tan básico como garantías para "evacuar a los 600 pacientes hospitalizados". "El problema es estar seguros de que podemos evacuar a los pacientes neonatales porque tenemos entre 37 y 40 bebés prematuros", dijo y reiteró: "La situación es muy mala. Necesitamos ayuda. Nadie nos escucha". 

Esta convicción, que repiten muchos palestinos de Gaza, de estar completamente solos choca con las imágenes de un apoyo popular como pocas veces se vio en las calles de las principales potencias occidentales, pero se entiende por la inacción, cada vez más evidente, de los gobiernos. Y no se trata solo de Estados Unidos bloqueando el Consejo de Seguridad. 

Este fin de semana, el mundo árabe y el islámico se mostraron en Riad en una misma foto como no sucedía hace mucho tiempo. Los líderes de Arabia Saudita, Irán, Turquía, Egipto, Jordania, Qatar, Indonesia, Nigeria y Siria (quien hacía solo unos años era repudiado por sus vecinos por sus propios crímenes de guerra), todos juntos alrededor del presidente de la ANP, Abbas, para "demandar que la agresión (israelí) se detenga de inmediato" y llamar a que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe una resolución que frene la violencia y que todos los países dejen de vender armas y municiones a Israel. Todas expresiones de deseo, ninguna medida concreta, ni de Egipto, que comparte frontera con Gaza, ni de los otros Estados que mantienen relaciones diplomáticas con Israel. 

La foto de las decenas de líderes árabes y musulmanes juntos demostró que sus gobiernos temen que la escalada de violencia trascienda las fronteras de Israel y los territorios palestinos ocupados. Pero además que están preocupados por el repudio y la bronca que está creciendo en las calles de sus países y que, en muchos casos, podría traducirse en oposición a ellos mismos si no asumen un rol más activo. Por ahora, sin embargo, esta respuesta difícilmente sea leída más que como simbólica por los palestinos y las sociedades árabes y musulmanes que ven cómo Israel continúa violando las reglas humanitarias más básicas, sin tener que dar respuestas a nadie ni pagar ningún costo. 

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