Cualquier esperanza de un alto el fuego o negociaciones de paz se diluye a medida que crece el apoyo militar de Estados Unidos a su aliado estratégico, Israel, y se afirma la declaración de guerra del primer ministro Benjamin Netanyahu. Según Yaron Finkelman, jefe del Comando sur de las Fuerzas de Defensa Israelí, la ofensiva en Gaza va a ser “difícil, larga e intensa”. Puede agregarse “y aún más criminal”, dado que, desde el inicio del conflicto, el 7 de octubre ya hay, al menos, 4.100 palestinos muertos y 1.400, israelíes.
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Pero, ¿están preparados EEUU, sus aliados europeos e Israel para una guerra de estas características? ¿Puede esta nueva embestida desencadenar facetas inesperadas como sucedió con la guerra en Ucrania que resultó totalmente disfuncional para Europa y abrió perspectivas impredecibles en los campos económico-financiero y diplomático (pienso en la desdolarización y en el acercamiento inesperado de Irán y Arabia Saudita, dos rivales históricos)?
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Algo curioso apareció en el discurso del presidente Joseph Biden a su país, el jueves 20, en el “prime time” de la televisión estadounidense, pocas horas después de regresar de un viaje relámpago a Israel: la fabricación de armas como impulso de la industria nacional, tema que raramente aparece tan desnudo en las declaraciones presidenciales.
Luego de la consabida prédica de que “EEUU es una luz para el mundo”, que “al igual que en la Segunda Guerra Mundial somos el arsenal de la democracia” y que “el liderazgo estadounidense es mantener unido al mundo”, Biden pidió más dinero al Congreso y se refirió a la necesidad de fabricar más armamento.
Entre las muchas versiones que corren al respecto, esta semana se conoció la del ex oficial de inteligencia del Cuerpo de Marines e inspector de armas de la ONU, Scott Ritter, quien aseguró a la agencia Sputnik que “la industria armamentística y el ejército estadounidense estaban cada vez más vaciados”. "Para cumplir con este nuevo concepto de dos guerras del que están hablando Biden y el Congreso, vamos a tener que aumentar nuestro ejército convencional a unos 100.000 -150.000 soldados. Pero no estamos en condiciones. Este año el objetivo era reclutar 60.000, y nos faltaron 6.000 soldados, para los que ya tenemos alojamiento. Si no tienes reclutas para llenar ese alojamiento, entonces tienes que reducir el ejército", explicó Ritter.
La crisis también asomó en el interior del gobierno Biden, El martes 17 de octubre, renunció el más alto funcionario del gobierno encargado de las transferencias de armas a naciones extranjeras, Josh Paul, director de Asuntos Político-Militares en los últimos once años. Paul explicó así sus diferencias con la política del gobierno Biden: “He tenido que hacer muchas concesiones morales, pero he decidido dimitir ahora porque, en el curso actual, con respecto al suministro continuado, y de hecho ampliado y acelerado, de armas letales a Israel, he llegado al límite de esas concesiones”.
No obstante, la Casa Blanca ha reiterado su apoyo “incondicional e inquebrantable” a Israel y el Pentágono ha ordenado el desplazamiento de fuerzas aéreas y navales a la región, entre otras, el portaviones nuclear “Gerald Ford”, considerado el más potente del mundo.
“El despliegue militar estadounidense se comprende en la función logística de apoyo a Israel, pero también cumple una función amenazante ante la posibilidad de una escalada regional”, dijo al ser consultado el sociólogo Gabriel Sivinian, titular de la Cátedra Libre de Estudios Palestinos “Edward Said” de la UBA (Instagram: @edwardsaid.uba Twitter: @catedrasaid Facebook: @catedrasaid). “Primero, se trata de una zona estratégica de confluencia afro-euro-asiática. Segundo, en términos históricos y presentes, es una región con valiosos recursos energéticos. Tercero, es estratégica, porque por allí pasan importantes rutas comerciales. Además, esa zona es hoy escenario nodal en el proyecto de la Ruta de la Seda china y en el programa de expansión euroasiática de Rusia.”
Crueldad sin límites contra un hospital palestino
Las imágenes fueron desoladoras. Una explosión en el hospital Bautista, Al-Ahli Arabi, ubicado en el sur de la Franja de Gaza, donde cientos de personas -la mayoría niños, mujeres y ancianos- buscaban tratamiento médico y refugio ante el incesante y masivo bombardeo israelí, provocó una masacre sin precedentes. Más de 500 civiles palestinos murieron y es incalculable el número de personas heridas. Como suele suceder en la guerra, la contaminación mediática impide conocer la verdad. El Ministerio de Salud de Gaza no duda de que fueron las bombas israelíes, pero Israel dice que se trató de un misil lanzado por el grupo guerrillero Yihad Islámica que falló su rumbo.
Para el profesor Sivinian, el ataque al hospital marcó un punto de inflexión en esta guerra. El especialista observa, en estos catorce días de conflicto, dos momentos.
“Tras la conmoción inicial que produjo la infiltración de las fuerzas de Hamas, el desarrollo de los acontecimientos fue la previsible: la declaración de guerra de Israel; la cohesión interna tanto de la sociedad civil como de los partidos políticos israelíes; el apoyo de EEUU y la Unión Europea y, luego, los ataques masivos por parte del Estado de Israel. La feroz devastación de la Franja de Gaza, lamentablemente, continúa. Vemos asesinatos de civiles -ya son más de 4.000, un tercio de ellos son niños y niñas-; destrucción total de la infraestructura –hospitales, sedes de la ONU, escuelas, etc- y la promoción de una crisis humanitaria por la falta de agua y alimentos. Todo esto fue acompañado, por supuesto, con una campaña mediática de deshumanización del palestino como premisa central para legitimar esas prácticas”.
“Desde mi perspectiva –continúa Sivinian-, con el ataque al hospital Bautista Al Ahmi y el asesinato de casi 500 personas, se produce un punto de inflexión. Empieza a erosionarse el apoyo a Israel; comienzan a visibilizarse, en el seno de la ONU, las manifestaciones de rechazo a los crímenes de guerra; crecen las críticas de las organizaciones de derechos humanos y aumentan las marchas de protesta de ciudadanos en Estados Unidos y Europa, entre otras regiones del mundo.”
La censura en Europa y EEUU se hizo presente otra vez, como durante el conflicto en Ucrania. En Estrasburgo, se les prohibió a las diputadas de la eurocámara exhibir un “símbolo cultural palestino” como la kufiya (pañuelo) mientras en las principales capitales del mundo aumentaban las marchas a favor de Palestina. Hubo también protestas dentro y fuera del Capitolio estadounidense pidiendo el cese del fuego en Oriente Medio y, en Jerusalén, la policía detuvo a más de 300 militantes que se manifestaban a pocos metros de la embajada estadounidense.
“En este segundo momento que se inició el 17 de octubre, pero aún sigue en curso –analiza el profesor Sivinian-, se produce como dije un punto de inflexión. Hay dos factores clave que necesita Israel para operar sobre Gaza en función de sus objetivos estratégicos: la legitimidad y el tiempo. Y está claro que a partir del ataque al hospital esos factores han empezado a jugar en su contra.”
También para el presidente Biden -en carrera hacia su reelección a pesar de los bajos índices de aprobación y de los cuestionamientos a su edad y a su salud- el nuevo conflicto en Oriente Medio podría jugarle en contra. Según la CNN, un medio favorable al Partido Demócrata, en el último viaje a Israel, el presidente no sólo no logró sus objetivos, sino que pudo haber dejado expuestas ciertas debilidades de la Casa Blanca.
Para ese medio, la tragedia en el hospital Al- Ahli “eclipsó el viaje” y “provocó la cancelación de encuentros importantes. El hecho de que el rey de Jordania, el presidente de Egipto y el líder del Gobierno Autónomo Palestino estuvieran dispuestos a desairar a Biden no dice mucho sobre la influencia de Washington en este momento.”
Entretanto, la crisis humanitaria y los bombardeos se siguen cobrando vidas inocentes. La perspectiva de un alto el fuego se aleja y el mundo se vuelve, a cada instante, un poco más inseguro.