Con la sombra de la cuestionada política exterior de Estados Unidos en Medio Oriente, China busca presentarse como un actor de paz y de no intervención en esa región. El gigante asiático asegura que no le interesa intervenir en los asuntos domésticos y que puede jugar un papel clave en las negociaciones pacíficas, como lo demostró este año en su mediación para el restablecimiento diplomático entre Arabia Saudita e Irán. El conflicto en Palestina e Israel se presenta como un desafío para el gobierno comunista, a quien le interesa que haya estabilidad en una región codiciada por sus recursos hidrocarburíferos, fundamental para la administración de Xi Jinping en tanto “motor industrial del mundo” e intereses estratégicos para el comercio y el planteo de un nuevo orden multipolar.
El mismo día que un video se viralizó en redes de un ataque con arma blanca contra un diplomático de la embajada israelí en Beijing, que ya se encuentra "estable" en un hospital, según la prensa israelí, el Gobierno chino informó a la prensa que "actualmente está en comunicación con las partes involucradas" en la escalada entre Israel y Hamas. "Participaremos activamente en las consultas de emergencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y respaldaremos el llamado urgente del Secretario General Guterres para la protección de los civiles. También proporcionaremos asistencia humanitaria de emergencia a la Franja de Gaza y a la Autoridad Palestina a través de canales de la ONU", sostuvieron.
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“China siempre se sitúa del lado de la justicia y la equidad. China es amiga tanto de Israel como de Palestina y sinceramente desea ver una convivencia pacífica, de seguridad y desarrollo compartido entre ambos. La solución fundamental para lograr esta visión es implementar el ‘plan de dos Estados’ y establecer un Estado Palestino independiente”, aseguró el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Mao Ning. En la misma conferencia, cuando le preguntaron al funcionario por un posible envío de armas, tal cual lo anunció Washington con envío de municiones a Israel, desde el gobierno comunista negaron esa posibilidad y pidieron el fin de las hostilidades y del diálogo.
La idea de mantener buenos vínculos con ambas partes y de negarse a enviar armas es parte de la política exterior que China quiere presentar de no interferencia en otros países y de mantener una buena convivencia con los distintos Estados, independientemente de su color político, sistema de gobierno o cuestionamientos que pesan sobre alguna administración. Ha sido la forma en la que ha actuado en otras situaciones, como es el caso de Ucrania donde se ha negado a enviar armas y hasta la actualidad, más allá de una clara cercanía a Vladimir Putin, ha intentado presentarse como un posible negociador de la paz de esa guerra. No parece ser distinto el posicionamiento con sus socios de Medio Oriente.
El interés de China en Medio Oriente
“China hoy ya es el principal país productor y exportador de manufactura a nivel global, es el motor industrial del mundo y ese motor necesita en gran medida de petróleo y gas, un recurso que China no posee en su territorio y que debe importar de otros países del mundo. En este marco, Medio Oriente es uno de los principales países proveedores de recursos energéticos de carácter hidrocarburífero de China y por eso China ha venido intentando constituir acuerdos de cooperación estratégica y acuerdos de reconstitución del diálogo”, explicó a El Destape, el investigador del Centro de Estudios Chinos de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) e integrante del Grupo de Trabajo de CLACSO “China y el mapa el poder mundial”, Sebastian Schulz, sobre alguno de los intereses chinos en la región.
Más allá de que también hay otros atractivos del gigante asiático en la región, el energético para el país con mayor producción manufacturera es uno clave. Arabia Saudita es el principal país de importación de petróleo (junto con Rusia también, especialmente tras la guerra en Ucrania), y también es una región clave para el comercio. En ese sentido, Schulz remarcó que el gigante asiático mira con especial atención regiones de carácter geopolítico, como es el Estrecho de Ormuz o el de Mandeb o Bab el-Mandeb en el Mar Rojo, entre otras vías marítimas fundamentales.
“Es una economía china muy dependiente de los recursos que vienen de Medio Oriente. China ha intentado reemplazar o por lo menos diversificar estas vías marítimas, digamos, ha acordado con Irán la constitución de un gasoducto y oleoducto en general que puedan llevar el petróleo y el gas de de Medio Oriente en general y de Irán en particular hacia China por esta vía, pero la constitución de vías navegables pacíficas, son objetivos centrales para China”, agregó Schulz sobre parte de la explicación e importancia de la administración de Xi Jinping en la región.
También para los países de Medio Oriente China es un actor clave comercial, en algunos países es su principal socio y además también integran proyectos como la Ruta de la Seda y otros Estados que se espera que se sumen en enero a los Brics, como es el caso de Irán, Arabia Saudita, Egipto y Emiratos Árabes Unidos. Además también se suma el factor político, en una región que ha estado marcada por la intervención con un gobierno chino que se muestra desinteresado en interferir en los asuntos internos. Lo cual no constituye un dato menor, en una zona vapuleada por los intereses internacionales y con conflictos bélicos aún sin resolver.
“Los intereses de China en Medio Oriente se han expandido más allá de asegurarse la provisión de energía, a pesar de su dependencia en la región para abastecerse. Hoy en día, dichos intereses abarcan consideraciones económicas, geopolíticas y estratégicas”, afirmó a El Destape, el director del posgrado en Estudios sobre China de la Universidad Católica de Argentina (UCA), Jorge Malena, acerca de por qué el gigante mira con atención a esta región.
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El especialista destacó además que China tiene un interés estratégico en la estabilidad de los países de la masa continental euroasiática, dado el impacto que pueden tener sus crisis o conflictos regionales en su Iniciativa de la Franja y la Ruta, el megaproyecto de inversiones e infraestructura que cumple 10 años este mes, e incluso la seguridad en su propia frontera noroccidental de Xinjiang. “Por su parte, los países de Medio Oriente perciben que el principio de no interferencia y el compromiso de promover los intereses comunes que sostiene Beijing son una opción atractiva”, agregó Malena.
El sorpresivo rol de negociador
Sin dudas, una de las jugadas más acertadas y sorpresivas de China en Medio Oriente fue la de mediar la reanudación de los lazos diplomáticos entre Irán y Arabia Saudita. Dos países enemistados fuertemente tras la revolución iraní en 1979, y que desde hacía siete años no mantenían vínculos diplomáticos. En marzo pasado anunciaron que la administración de Xi había estado detrás de los acuerdos que sellaron en abril las autoridades de ambos países, claves para entender la región de Medio Oriente.
Estados Unidos miró con recelo la negociación realizada por China. La política de no interferencia del gobierno asiático le ha permitido construir al gigante un buen vínculo tanto con Irán, con quien ha avanzado en proyectos de infraestructura a cambio de gas y petróleo, como con Arabia Saudita, fundamental proveedor del hidrocarburo. A diferencia de la situación estadounidense de enemistad con la República Islámica, con la cual había tenido su mayor acercamiento con el plan nuclear que firmó Barack Obama y luego tiró por la borda Donald Trump.
“China ya hace algunos años que viene generando distintas instancias para fomentar el proceso de reconstrucción del diálogo entre los países de Medio Oriente, entendiendo que esta región ha sido una de las más afectadas por las intervenciones de los Estados Unidos y asimismo también es una región estratégica en su conjunto para la constitución de un nuevo orden internacional de carácter multipolar, pero también en gran parte sostén del ascenso económico que ha tenido China en los últimos años”, resumió así Schulz, el interés del país asiático de mantener estabilidad en una región que necesita en materia energética y comercial, pero que también puede volverse un caso testigo del nuevo orden mundial que plantea.
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Buscar la estabilidad en Israel y Palestina, en la cual la administración comunista se ha mostrado favorable a construir el diálogo, se convierte en un nuevo desafío. Desde occidente, y algunas voces de Israel también, cuestionaron que el país hable de dos Estados y que no haya condenado fuertemente a Hamás, organización que no está en la lista de terroristas como sí en otros Estados. Sin embargo, el Gobierno mantiene buen vínculo con la administración israelí, con quien incluso tienen acuerdos e inversiones como un puerto en Tel Aviv, en el marco de la Ruta de la Seda.
“En China, la formulación de una estrategia para el Medio Oriente encuentra el desafío de un Estados Unidos, país que identifica a la República Popular como una amenaza. Ante esta circunstancia, China ha firmado asociaciones estratégicas y memorandos de entendimiento de índole económica con la mayoría de los países de esa región”, agregó Malena, sobre el avance de la administración comunista en la región. Incluso en países como Siria, con algunos logros como la visita del presidente, Bashar Al Assad, hace unos quince días a China, un mandatario prácticamente recluido en su país desde el comienzo de la guerra civil en el 2011.
Algunas voces de Occidente sostienen que China no tiene la suficiente influencia como para convertirse en un actor clave en la región. Lo cierto es que hasta el momento, las negociaciones de Arabia Saudita e Irán han sido un gran paso como mediador y ha logrado acercarse fuertemente a países enemistados con Estados Unidos, como Irán o Siria, entre otros, pero también mantenerse fuerte independientemente de otros que son aliados como el reino saudita o el propio Israel. Además de su promesa de no intervención tan atractiva para países que han sufrido una constante intromisión a lo largo de su historia. Si China podrá convertir a Medio Oriente como caso testigo de un nuevo orden mundial o simplemente quedará en las intenciones, es algo que habrá que esperar para saberlo.