La foto de Alberto Fernández y Evo Morales camino a Bolivia, en un regreso histórico, se convirtió en uno de los grandes acontecimientos para la región. Después de una ola de gobiernos de derecha y golpes de Estado, la unidad encamina hacia una nueva consolidación. En ese sentido, el canciller Felipe Solá cruzó a la Organización de Estados Americanos (OEA) por la destitución del líder del MAS en noviembre del año pasado.
"Trabajaremos en esta nueva etapa política del continente para recuperar la unidad perdida, con la voluntad de una integración fuerte y responsable. Lo que ocurrió en Bolivia no hubiese sido posible sin la anuencia de la OEA. Su función es denunciar golpes, no patrocinarlos", publicó el funcionario en su cuenta de Twitter.
La OEA consideró que el golpe de Estado en Bolivia se debió a una "crisis política e institucional" y solicitó, en 2019, que la Asamblea Legislativa Plurinacional se reúna para aceptar la renuncia del presidente con mandato constitucional y "nombrar nuevas autoridades electorales que garanticen un nuevo proceso electoral".
Quien firmó ese comunicado fue el secretario general del organismo, Luis Almagro, quien se escudó en la renuncia de Evo Morales para no apelar a la aplicación de la carta democrática —cláusula regional que desconoce a los gobierno surgidos de una "alteración o ruptura inconstitucional del orden democrático"— y convocó a la justicia a investigar "delitos vinculados al proceso electoral", definición que no apareció en el comunicado en el que la OEA solicitó que se repita el proceso electoral.
El comunicado de la OEA rechazó "cualquier salida inconstitucional a la situación", "la pacificación" y el "respeto al Estado de Derecho", pero no hizo mención a la interferencia de las fuerzas militares que forzó la renuncia de Evo Morales.