Artesanías en telar: conocé el legado y la curiosa historia detrás del tradicional tejido riojano

Con el paso del tiempo, cada localidad aportó su propia impronta a las técnicas y diseños, enriqueciendo esta tradición cultural ancestral.

24 de enero, 2025 | 09.00

La Rioja es una provincia con una tradición cultural ancestral, que destaca por su variada producción de artesanías como la cestería, la cerámica, el cuero, la platería y, con mayor desarrollo, el tejido en el telar criollo. La actividad textil artesanal en la provincia tiene características comunes que le dan una identidad única, pero se han desarrollado pequeñas variaciones estéticas y funcionales en cada localidad, que no hacen más que enriquecer a la disciplina.

La herramienta para tejer que más se difundió en toda la provincia es el telar criollo, que es una copia del telar de origen europeo traído por los colonizadores, alcanzando gran difusión en el noroeste, desde la Puna hasta Cuyo. En el tejido tradicional riojano se suelen observar dos técnicas preponderantes: el tejido con faz de trama, en donde la trama oculta a la urdimbre densa; y el tejido con faz de urdimbre, en donde la urdimbre densa oculta a la trama. Esta última, es la técnica clásica que se utiliza en la región para tejer ponchos.  

Sin embargo, es importante destacar que los tejidos riojanos llevan una labor artesanal que empieza mucho antes de estar frente al telar. Las artesanas y artesanos de la región se encargan de preparar las fibras con las que trabajan, desde el momento en el que el productor esquila a las ovejas. En esa instancia se recoge el vellón de lana, se lo desborda quitando sus impurezas, se lo lava y deja secar, y se procede al tizado, que consiste en hacer que la lana se desenrede y quede lo más suelta posible para después hilarla. 

Las artesanas y artesanos locales también se encargan del teñido de la lana, que tradicionalmente se realiza con productos de origen natural como la jarilla, el algarrobo, la tusca, la remolacha y la cáscara de nuez y de cebolla, entre otros. De esta manera, obtienen colores representativos y propios de la identidad de la región a la que pertenecen. Sin embargo, gradualmente también han ido incorporando anilinas al ácido, especialmente cuando  buscan generar que alguna trama tenga un color más saturado. 

Una vez que el vellón de lana está tizado, las artesanas y artesanos pasan a la instancia de hilado, que se realiza a mano utilizando un huso, o con ayuda de una rueca. Tras emplear herramientas específicas para la tarea textil, que generalmente son realizadas artesanalmente por ellos mismos, como el enmadejador o el "muchacho", los artesanos obtienen el ovillo de lana y pueden pasar al trabajo en el telar criollo.

El hilo del tiempo se entreteje en el telar

Los tejidos en telar de cada región de la provincia presentan características que los distinguen y los hacen únicos. En general, en las zonas de menor contacto con la capital se conservan técnicas de tejido y bordado antiguas, que ya no se registran en las comunidades cercanas a la ciudad de La Rioja.

Para citar algunos ejemplos, podemos mencionar que una técnica muy presente en los tejidos que provienen de los departamentos de Felipe Varela y Vinchina es la del "quenqueado", que se realiza con una herramienta auxiliar que se coloca en el travesaño del telar, llamado "peine". Por su parte, el tejido de Guandacol (departamento Coronel Felipe Varela) presenta un mayor desarrollo del tejido con peine del tipo faz de trama, y su teñido se realiza con tintas artificiales, en las que se combinan tonos saturados; mientras que en piezas como ponchos se trabaja directamente con los tonos naturales de la oveja. En lo que respecta a la localidad de La Huerta (departamento Gral. Belgrano), la técnica predominante es la faz de urdimbre tejido, y desde hace unos 30 años se retomó el teñido con tintas naturales, que se utilizan especialmente en colchas rayadas y ponchos. 

Cada pieza que se realiza en el telar es única: por más que se quiera replicar la misma prenda o producto, el artesano se enfrenta, inevitablemente, a pequeñas variaciones durante el largo proceso de tejido, que hacen que cada experiencia frente al telar no sea exactamente igual a la otra. Y a todo esto, se debe sumar el factor del tiempo: un poncho con hilo fino lleva aproximadamente un año y medio de realización, entre el preparado de la lana, el hilado, el teñido y el trabajo del tejido en el telar criollo. Durante ese extenso transcurso de tiempo, el artesano ve pasar las estaciones, los meses, los acontecimientos de su propia vida. Las manos que comenzaron el tejido, no son exactamente las mismas al finalizarlo

Por último, es importante destacar cómo este saber se transmite de generación en generación, permitiéndonos tender puentes con el pasado de la región, con su gente y con sus distintas formas de habitar esa tierra de suelo colorado. Nuevamente, el factor del tiempo interviniendo. Las palabras de Agustiña Yañez, artesana telera del emprendimiento Unay en Guandacol, resumen un poco esta particular relación entre el paso del tiempo y el tejido: "Soy nieta de artesanos por las dos partes, de mi mamá y de mi papá. Han tejido mucho, han trabajado mucho en el telar. Y una desde chica absorbe todo ese saber, ese aprender y la curiosidad de dejarte llevar. Para mí, retomar el tejido y hacerlo propio es cuidar y mantener en el tiempo aquello que fue tan laborioso y tan digno para nuestros antepasados".