(Por Javier Berro) A pura potencia y despliegue escénico, Nathy Peluso puso anoche a todos a gozar en la segunda y última jornada del Quilmes Rock con un repertorio que aglutinó ritmos latinos, hip-hop y pop electrónico, un crisol estilístico con el que sigue cosechando reconocimiento internacional.
Peluso hizo su entrada en modo cyberpunk, para abrir el repertorio con Celebré y seguir con el rap-hardcore de Sana Sana que aportaron matices oscuros antes de la llegada de la luminosa y nostálgica Buenos Aires.
Quiero saber si acá ustedes vinieron a gozar. No me creo nada. ¿Acá mi gente vino a gozar? Entonces vamos a darle en serio, señaló la cantante argentina radicada en España, acompañada por una banda de excelencia, comandada por Didi Gutman desde los teclados.
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Con una rosa sin espinas que deslizó por su entrepierna y posó sobre su boca, inauguró su bloque de canciones latinas con Puro Veneno con las que puso a todos a salsear y continuó con Sugga, con la que sacó las credenciales de artista pop latina por la que es requerida en destacados festivales como Coachella y ha conquistado estatuillas en los Grammy Latinos y Premios Lo Nuestro.
Arqueando su cuerpo sobre el escenario y aportando histrionismo en cada interpretación, Peluso descolló por su destreza para caminar el escenario y obsequió su talento para la gimnasia rítmica en canciones como Llamame y Ateo, que grabó como invitada del español C-Tangana y que aprovechó para decretar la llegada del ritual del amor.
Quiero que se besen, que se amen, que se abracen. Si hay algo que tenemos en común esta noche es el amor, mi gente, señaló cuando ya promediaba media hora de su reencuentro con el público argentino y manifestaba al mismo tiempo algunas incomodidades con el nivel de volumen que llegaba a sus auriculares.
Sin perder la concentración frente a los desajustes técnicos, la cantante liberó todo su caudal de voz en Mafiosa con la que le rindió tributos a la salsa y al bolero, y siguió su marcha con la dramática Arrorró que cantó a dos micrófonos y sentada sobre el escenario.
De vuelta en los sonidos pesados del hip-hop y la electrónica, Peluso irrumpió con un primer cambio de ropa y ostentó una campera de cuero gastada para ponerse rápida y furiosa en la BZRP Music Session #36 y, tras una breve pausa y sostenidas ovaciones, continuar la función con la peligrosa Amor Salvaje y las barras incisivas de Delito.
Saltando en una cuerda y tirando manotazos al aire, la artista hizo catarsis en Business Woman, con sonidos del pop que inauguraba el segundo milenio y que conectaron a la perfección con Emergencia y el final tecno-pop de Corashe con el que cerró el círculo del comienzo y comenzaba a despedirse.
No tengo palabras para expresarles lo emocionante que es estar esta noche con mi gente, por Dios. No sé si se acuerdan: hace años cuando empecé a conocerlos por Esmeralda, y hoy en día estar en Buenos Aires con toda esta gente brindándome tantísimo cariño, agradeció.
Tras una hora y cuarto, su regreso porteño llegaba a su fin con un mar de teléfonos que iluminaban la marea de gente durante la emotiva versión de Vivir así es morir de amor, su homenaje a Camilo Sesto.
Con información de Télam