Hace 50 años se apagaba la eterna sonrisa de Maurice Chevalier

30 de diciembre, 2021 | 13.24

(Por Héctor Puyo) Medio siglo atrás, el 1 de enero de 1972, fallecía en París el "chansonnier", actor y dandi Maurice Chevalier, figura emblemática del espectáculo francés cuya sonrisa luminosa supo pasear por las pantallas del mundo, y aun por teatros, radios y confiterías porteñas entre las décadas de 1930 y 1950.

Fuera de su país colaboró fuertemente con el nacimiento del cine parlante, en operetas de ambiente galo que el emigrante alemán Ernst Lubitsch rodaba en Estados Unidos -"El desfile del amor" (1929), "El teniente seductor" (1931), "Una hora contigo" (1932, codirigida por George Cukor), "La viuda alegre" (1934)-, aunque también actuó para Rouben Mamoulian, Norman Taurog, Julien Duvivier y otros directores de renombre.

Nacido el 12 de septiembre de 1888 en la misma ciudad donde murió, cantó e hizo pequeños actos de acrobacia desde la adolescencia en los cafés-concert del barrio de Ménilmontant -donde en 1956 se filmó el corto "El globo rojo", de Albert Lamorisse-, hizo el servicio militar durante la Primera Guerra Mundial, fue herido y estuvo prisionero en Alemania durante dos años.

Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE

Al regreso, la famosa vedette y cantante Mistinguett (1875-1956) lo lanzó a la fama y lo acogió entre sus sábanas, además de construirle el personaje de elegante conquistador que conservó durante toda su vida, tanto en lo social como en los escenarios y la pantalla.

Su voz particular, burbujeante y con un voluntario dejo del argot parisino, comenzó a sonar en los grandes teatros de revistas y operetas, así como en sus primeras grabaciones: "Valentine", "Dédé", "Dans la vie faut pas s'en faire"; todo previo a su salto a Hollywood.

Al volver a Francia en 1935, con la gloria de ser una estrella de la pantalla, siguió llenando teatros y grabando canciones, siempre con su simpatía en ristre, y ni siquiera perdió su buen humor cuando en 1940 el ejército alemán ocupó buena parte de Francia: esa indiferencia política le resultó un peso enorme tras la Liberación (1944), cuando sus compatriotas le pasaron la cuenta. También le costó el divorcio con Nita Raya, su segunda esposa, con la que se había casado en 1937.

Volvió al cine con "El silencio es oro" (1947), una comedia de René Clair sobre enredos amorosos, y comenzó una gira internacional que lo alejó de su patria por años: en 1951 ofreció varios conciertos en Buenos Aires, apareció en programas radiales y se transformó en una figura de la noche.

La pantalla francesa le fue esquiva entonces, por lo que su segundo período ante las cámaras volvió a situarse en Estados Unidos con "Amor en la tarde" (1957), una deliciosa comedia de Billy Wilder, con Gary Cooper y Audrey Hepburn; la ganadora del Oscar "Gigí" (1958), de Vincente Minnelli, con Leslie Caron; "Siempre te amaré" (1959), de Jean Negulesco, con Deborah Kerr; "Pepe", de George Sidney, con Mario Moreno (Cantinflas) y elenco multitudinario; y "Can-Can" (1960), de Walter Lang, con Frank Sinatra y Shirley MacLaine; "Fanny" (1961), de Joshua Logan, con Caron y Charles Boyer; "Los hijos del capitán Grant" (1962), de Robert Stevenson, con Hayley Mills.

Mientras tanto en Italia rodó "Escándalos imperiales" (1959), con Sophia Loren; en Francia "El Ballet de París" (1960), de Terence Young, junto a las estrellas Cyd Charisse, Moira Shearer, Zizi Jeanmaire y Roland Petit; y, de nuevo en Estados Unidos, fue pareja de Angie Dickinson en "Jessica" (1962), de Negulesco, y acompañó a Paul Newman y Joanne Woodward en "Un nuevo modo de amar" (1963), de Melville Shavelson.

Hizo alguna aparición fugaz en el show televisivo "Yo quiero a Lucy", recibió un Oscar honorífico por su carrera en 1959 y se retiró de la escena en 1968; luego escribió algunos libros de memorias y, a su muerte a los 83 años, fue enterrado en el Cimetière Nouveau de Marnes-la-Coquette (Hauts-de-Seine).

Según el periodista británico Edward Behr en su libro biográfico "Thanks Heaven for Little Girls" (Gracias al Cielo por las muchachitas), publicado en Londres en 1993, Chevalier falleció tras un intento de suicidio que había realizado un año antes, a causa de sentirse envejecido y olvidado por los productores y el público.

Contrariamente a la imagen pletórica de optimismo que mostraba, había una pesada sombra en su espíritu por la soledad, la falta de hijos y una depresión creciente, que lo llevó a atenta contra su propia vida. Fue salvado por personal de su casa.

Conforme a Behr, quien se reunió para su libro con allegados al artista -incluida su primera esposa, Yvonne Vallée-, la única mujer que el hombre del sombrero de paja y el bastón pudo amar en su vida fue su madre.

Con información de Télam