(Por Hugo F. Sánchez) Retrato de la efervescente vida interna del Colegio Nacional de Buenos Aires, el documental de Alejandro Hartmann, "El Nacional", que se estrena en el Centro Cultural San Martín, indaga en el debate político, el sentido de pertenencia y la formación frente a un cambio de época marcado fuertemente por la lucha del feminismo.
Hartmann, director de las series "El fotógrafo y el cartero: El crimen de Cabezas" y "Carmel: ¿Quién mató a María Marta?", además de los filmes "Resert", "AU3 (Autopista Central)" y "Clon", construye un fresco del Colegio Nacional Buenos Aires, la escuela secundaría de la que egresó hace años pero que en el presente es otra institución, parecida y diferente a donde se formó.
"Con mi hijo mayor como alumno empecé a notar situaciones muy complejas de denuncias de abuso entre pares, escraches y cancelaciones, algo todavía bastante nuevo en ese momento", cuenta a Télam el director, que llegó a la conclusión de que esas situaciones merecían ser registradas .
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"Me pareció que la institución tenía varios condimentos que la hacían muy interesantes: su historia, su edificio, su aura, su elitismo", enumera Hartmann, que aclara, que "si bien sabía que la cuestión de género iba a estar presente, nunca supuse que iba a serlo de una manera tan central".
Télam: ¿Cuál fue el interés inicial para hacer una película sobre el Colegio Nacional Buenos Aires?
Alejandro Hartmann: Yo soy egresado del Buenos Aires, pero nunca tuve una relación nostálgica con él. Sin embargo, a la hora de buscar secundario para mis hijes, se volvió una opción interesante. Con mi hijo mayor como alumno del colegio empecé a notar situaciones muy complejas de denuncias de abuso entre pares, escraches y cancelaciones, algo todavía bastante nuevo en ese momento que generó una situación muy angustiante en la comunidad educativa y en especial entre madres y padres. Eso sumado a las interminables tomas del año 2017, me convencieron de que estaba sucediendo algo muy interesante, a nivel social, que merecía ser registrado. Por supuesto que todo eso en un ámbito muy particular y bastante poco conocido, como es el CNBA.
T: ¿Al principio el eje era mostrar una institución como el Nacional Buenos Aires y después el relato se transformó a partir de la potencia del movimiento feminista dentro del Colegio?
AH: A partir de lo que comenté recién diría que fue un poco al revés. Mi experiencia como padre de un varón en un contexto que se volvía complicado fue el disparador y luego, obviamente me pareció que la institución tenía varios condimentos que la hacían muy interesante: su historia, su edificio, su aura, su elitismo, etc. Pero si bien sabía que la cuestión de género iba a estar presente, nunca supuse que iba a serlo de una manera tan central. Pero sin dudas tuve un ojo puesto ahí desde el comienzo y eso me permitió poder enfocarme rápidamente cuando se volvió definitivamente un tema central.
T: Se da la paradoja de que el colegio es considerado uno de los más progresistas del país y, a la vez, paradójicamente es bastante conservador. ¿Cuál es tu mirada teniendo en cuenta que sos egresado, pero también hiciste un documental sobre la institución?
AH: Lo dialéctico es central a una institución como el CNBA. La tensión entre distintas ideas y formas de ver el mundo está siempre presente y es parte de su tradición, quizás desde la época de los jesuitas. Jugar a la política es parte de su ADN. Creo que la idea es enseñar y aprender a tener una mirada progresista de la realidad desde un lugar bastante pragmático, es decir, conociendo en carne viva lo inmóviles que pueden ser las instituciones. Es contradictorio, pero creo que es parte de una especie de currícula no escrita, pero que todos parecen compartir.
T: La pertenencia, el orgullo y las tradiciones chocan con una nueva época en donde se cuestionan los abusos, los manejos del poder de turno, la política interna del colegio y el machismo. ¿Cuáles fueron las ideas eje de la puesta para que toda la complejidad de la vida interna del colegio se vea en la película?
AH: Es una película que se centra en lo circular, en lo cíclico, algo que en algún sentido es propio del sistema educativo. Cada año se parece al anterior, pero uno va creciendo, aprendiendo nuevas cosas y aunque todo parece igual, algo cambia. En este año a eso se le suma el reclamo de una parte del estudiantado, las mujeres, de que se le deje un lugar en el juego de poder del que han sido históricamente excluidas. Ellas están tomando conciencia de su lugar y exigen lo que consideran justo.
Y aunque por momentos este reclamo pueda parecer exagerado, como por ejemplo no dejar hablar a los varones, seguramente eso sea necesario para acelerar los cambios. Al final, cuando un nuevo ciclo comienza con un nuevo año, una nueva conducción y una nueva rectora, quizás los cambios no hayan sido tan grandes como se esperaba, pero algo seguro que se modifica. Mientras las fuerzas activas se tensionan y pugnan, lo inamovible, ese edificio de piedra, esos bustos que miran desde arriba, se perpetúan, como esas ideas de tradición y pertenencia. El pañuelo verde en el busto de Amadeo Jaques, el histórico rector, podrá estar unos meses atado a su cuello, pero más tarde o más temprano se irá. Aún así, algo habrá cambiado.
T: ¿Creés que la película puede ser leída de alguna manera como una metáfora del país?
AH: ¡Ojalá! Creo fervientemente en que nuestra forma de ser, nuestra identidad, está construida de miles de pequeños micro mundos en los que se dirimen nuestras más profundas disputas. Este es uno más y así como esto alimenta nuestra forma de ser, es a la vez un reflejo. La tensión entre el progreso y la tradición es algo que siempre existe y estos espacios no son ajenos a eso. El Nacional es una especie de escuela de políticos y aunque sea en una micro escala, sus alumnas y alumnos están preparándose para eventualmente contribuir a los grandes debates nacionales, por lo que es muy probable entonces que algunas de las cosas "más argentinas" estén allí, impregnándolo todo.
Con información de Télam