(Por Agustín Argento).- La anteúltima jornada competitiva de la edición 23 del Bafici puso en pantalla la película chilena "El pa(de)ciente" y el documental intimista mexicano "Malintzin 17", donde el humor negro con el padecimiento de un anciano médico, en el caso de la primera, y la contemplación de la vida entre un padre y una hija, en la segunda, le comienzan a dar cierre al certamen cinéfilo que culmina este domingo y que se puede seguir por el sitio Vivamos Cultura.
Las propuestas de la Competencia Internacional que arrancó el miércoles pasado han abarcado un amplio espectro del abanico que es el cine. La programación mostró una mayor apertura hacia el público con respecto a ediciones anteriores, con el humor como estandarte en historias que interpelan. Y esta inclinación a ampliar audiencias, sin perder la necesaria veta artística característica del festival fue, quizá, la responsable de mostrar salas en un 80 por ciento, con bares y pizzerías de las inmediaciones que recibieron un público poco habitué en días en los que no suelen tener clientela.
Así, la jornada del jueves en la Competencia Internacional fue abierta por "El pa(de)ciente", dirigida por Constanza Fernández, que se puede entender como una comedia negra sobre un médico ególatra y autosuficiente, impedido por un virus que lo enfrenta al mismo sistema en el que él confiaba. Los conflictos familiares generados por su vida se exacerban en este sombrío panorama hospitalario.
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La película, de muy buena factura narrativa, actoral y estética, partió de una experiencia familiar. La intención de Fernández era la de trabajar la relación padre-hija y encontró en el libro del abuelo de su hijo los sentimientos que la movilizaron a llevar esta historia a la pantalla grande, que no sólo interpela las relaciones personales, sino también la ética profesional, el sistema de salud y los conflictos sociales.
La realizadora, en su ópera prima, indaga el laberinto del cerebro, la familia y la burocracia del sistema de salud. Tres ítems que cruzan fronteras y que pintan de lleno el alma y la vida humana. Como si estuviera bordando, Fernández utiliza hilos de varios colores para formar un paisaje que hace dialogar constantemente a los diferentes elementos que lo construyen.
Las hijas intentan comprender la mente de su padre en el mismo momento en que él intenta sortear los mil trámites para conseguir una habitación en la clínica. La esposa juega de equilibrista en este tire y afloje vincular, de la misma manera en que algunos de los médicos intentan humanizar la mecánica sanitaria.
"El pa(de)ciente" indaga en el interior del Dr. Sergio Graf como un médico indaga en el cuerpo humano, aunque la sustancial diferencia entre uno y otro radica en la delicadeza anímica con la que Fernández ingresa a su personaje, en contraposición con el mecanicismo de la ciencia dura. La película llega a este Bafici tras ganar en el Festival Latinoamericano de Huelva.
En segundo término se proyectó "Malintzin 17", de los hermanos Eugenio y Mara Poglovsky, documental filmado en 2016 por el director en la intimidad de su casa junto a su pequeña hija Milena, mientras entre ambos observan a una paloma que eligió el cableado eléctrico para poner su nido. Con tres largometrajes a cuestas, Eugenio Poglovsky falleció en Londres a los 40 años, un año después de filmar la película, que luego culminó su hermana.
Eugenio y Milena se sorprenden y preguntan cómo puede ser que un ave elija algo tan artificial y representativo de la modernidad como un cable de alta tensión, en vez de anidar en el árbol que tiene a pocos metros. Entre los dos discurren, en clave de niño, acerca del avance del hombre sobre la naturaleza y de cómo esta se fue adaptando a la invasión humana.
Se ve pasar a una ardilla por el cablerío y una araña que teje a centímetros del nido. Abajo, vecinos pasean con correa a sus perros y levantan sus excrementos como el camión de la basura los desechos. Trabajadores van y vienen. En la casa de enfrente, con un bello jardín, dos ancianos cortan el pasto mientras el cartero tira la carta por una hendija del portón.
Como si fuera la "Ventana Indiscreta", de Alfred Hitchcock, pero sin la tensión del suspense, Eugenio observa imparcial lo que sucede alrededor. El "¿por qué?" parte del adulto hacia el niño. ¿Por qué cree que la paloma no se va del nido? ¿Por qué cree que la ardilla no se acerca? Con voz aniñada, Eugenio se mimetiza con su hija y hace salir a su chico interior.
La cámara se posa sobre el ave. La observa bajo la lluvia, sobre el cable. Puede ser una metáfora del humano que nace en la naturaleza y se adapta a vivir en la tecnología. O, por el contrario, puede ser un simple plano que a Eugenio le gustó filmar y a Mara le pareció bien dejar. Un plano de relleno, como se suele decir.
Como si fuera su epitafio, Eugenio dejó al mundo un instante íntimo con su hija a meses de morir. Imposible saber las intenciones del director en ese momento. Solo se puede saber que está allí en la pantalla con, es cierto, un lenguaje poco accesible, pero que también se puede disfrutar. O contemplar.
Con información de Télam