"¡Oh, por Lenin!", un documental que refleja la vida del sacerdote Juan Antonio Puigjané

20 de junio, 2023 | 13.55

(Por Hugo F. Sánchez) El fraile capuchino Juan Antonio Puigjané, que en su juventud adhirió al Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo y en los 80 fue parte del Movimiento Todos por la Patria (MTP) que atacó el cuartel de La Tablada por lo que fue condenado a 20 años de prisión, es el centro del documental "¡Oh, por Lenin!", de Luis Corti, que se estrena el próximo jueves en el Cine Gaumont.

“Un cristiano que no es revolucionario es porque todavía no ha entendido el mensaje de Jesús”, dice en el documental el propio Puigjané, fallecido en 2019 a los 91 años, un hombre que a partir del Concilio Vaticano ll se sintió representado en la Iglesia por la corriente denominada Teología de la Liberación y su opción por los pobres, un compromiso al que hizo honor durante toda su labor como sacerdote.

“La idea original era mostrar esa parte de la Iglesia vinculada al Concilio Vaticano”, cuenta Luis Corti a Télam, “pero cuando lo conocí a Antonio entendí que contando su vida a través de sus propias palabras, no solo estaba hablando del Concilio, sino también de la Populorum Progressio, la relación entre la iglesia y la dictadura y gran parte de la historia argentina”, completa el director sobre su primera película.

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Con numerosos testimonios sobre la vida y la obra de Puigjané, incluido el propio fraile dando su versión sobre la toma de La Tablada por lo que fue preso por catorce años -hasta su indulto en 2003- por ser considerado por la Justicia miembro de la conducción del MTP, "¡Oh, por Lenin!" no oculta su admiración por el personaje, del que rescata su humildad y compromiso con su tiempo desde su labor pastoral.

Télam: ¿Por qué una película sobre Fray Antonio Puigjané?

Luis Corti: Todo comenzó en el 2007, en donde un profesor de Ciencias de la Comunicación de la UBA estaba explicando el concepto de hegemonía y contra hegemonía de Antonio Gramsci, que nos planteó por qué se podía decir sin que nadie se sobresalte ‘¡Oh, por Dios!’ y resultaba extraño decir por ejemplo ‘¡Oh, por Lenin!’. Eso disparó las ganas de ponerme a investigar una pregunta que me había atravesado y acompañado toda la vida, que es si se puede ser cristiano y a la vez revolucionario. En función de esa pregunta empecé a indagar en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y ahí surgió tuve una primera idea, hacer una película sobre la historia de ese movimiento en Latinoamérica.

Unos años más tarde, realicé con Gustavo Fontán un taller de escritura de guion, que sugirió tratar de achicar el objeto y que encontrara un personaje que pudiera, a través de su propia experiencia de vida, ilustrar lo que estaba queriendo contar. Ese mismo año le entregaron a Aurora Sánchez los restos de su hermano desaparecido en Tablada y fui como sonidista a grabar ese acto realizado en Plaza de Mayo. Allí, conociendo mi búsqueda personal, el director Omar Neri, me instó a conocer a Antonio Puigjané que estaba en el acto, que sin conocerme ni hacerme ninguna pregunta, me invitó a su parroquia en el barrio de Pompeya.

La primera entrevista que le hice fue con un grabador y enseguida me arrepentí de no haberlo grabado con cámara, porque no podía creer que alguien me respondiera lo que me estaba respondiendo. Un tiempo después sufrió un ACV, se recuperó y accedió a hacer una nueva entrevista.

La película se estructura alrededor de esa entrevista, que recorre gran parte de la vida social y política de Argentina del Siglo Veinte.

T:¿Desde un principio estuvo la idea de que además de Puigjané, estuviera presente esa parte de la iglesia que alumbró en el Concilio Vaticano?

LC: Sí, claro. En realidad fue al revés, la idea original era mostrar esa parte de la Iglesia vinculada al Concilio Vaticano, pero cuando lo conocí a Antonio entendí que contando su vida a través de sus propias palabras, no solo estaba hablando del Concilio, sino también de la Populorum Progressio, la relación entre la iglesia y la dictadura y gran parte de la historia argentina, el lugar que cada unx de los actorxs ocupó en su momento y también de la actualidad.

El proceso que viví al haberlo conocido a Antonio, es que pasé de querer mostrar algo muy hermoso que había ocurrido en un momento histórico a querer contar qué está pasando en tiempo presente con todo ese movimiento que está más vivo que nunca, con la figura de Francisco como Papa y de tantxs otrxs compañerxs militantes que viven el Evangelio de esa misma manera.

T: El propio Puigjané es el que cuenta la condena de 20 años de cárcel que tuvo por adherir al MTP, que atacó al cuartel de La Tablada. ¿Cómo llegaron a esa decisión en la puesta, estuvo en algún momento la posibilidad de sumar otras visiones a ese hecho?

LC: Mi idea no era hacer hincapié particular en narrar el intento de copamiento del cuartel, pero tampoco me parecía coherente no darle importancia a ese momento de la vida de Antonio. Es una pena que muchxs lo conocieran o incluso lo recuerden a Antonio solo por ese hecho. Lo que sí me sorprendió muchísimo es la cristiandad, por llamarlo de algún modo, con la que vivió sus años de condena. Dentro de la película hay un fragmento de una muy hermosa peli de Fabio Zurita, ‘Antonio Puigjané: El Piru’, donde podemos verlo a Antonio volviendo a su celda y besando una de las paredes. Dentro de la cárcel hubo intentos de juntar a los distintos bandos para enfrentarlos, generando disturbios para así poder trasladarlos a otros penales, pero no solo se terminó haciendo amigo de todos sino que sus compañeros lo recuerdan por su preocupación por los problemas de como él los llamaba, sus ‘hermanos ladrones’.

T: ¿Luego de haber hecho el documental, cuál es la visión que tenés de Puigjané, cuál pensás que es su legado?

LC: Antonio es un ejemplo de vida cristiana. Es el Evangelio encarnado. la coherencia y la fortaleza, siempre del lado de lxs más necesitadxs, jugándosela en los peores momentos. Con su papá desaparecido, monseñor Enrique Angelelli asesinado, su amigo sacerdote capuchino Carlos Bustos desaparecido, nunca se guardó, nunca dejó de marchar, nunca dejó de luchar.

El legado de Antonio es que pudo vivir una vida plena, ‘sin balconear la vida’, como dice el papa Francisco.

Y dentro de nuestros corazones, Antonio fue y sigue siendo la utopía que hace posible que la utopía sea posible.

Con información de Télam