Lo que parece una paradoja no lo es. El PBI del país creció en los últimos dos años un 15% y hubo un fuerte descenso de la desocupación. Sin embargo, con un proceso inflacionario en ascenso y una economía indexada, los salarios siguen perdiendo capacidad de compra. Existen asalariados que no llegan a cubrir una canasta básica alimentaria. Trabajadores pobres, fenómeno sustentado en que la mayoría de los puestos de trabajo generados fueron precarios, a fuerza de monotributistas. Pero no todos están mal, hay sectores de la sociedad que consumen en restaurantes, recitales, viajan por todo el país y llegan a fin de mes sin tener que endeudarse para comprar comida o pagar deudas.
“Existe un deterioro real de las condiciones de vida que se traduce en una mayor desigualdad”, analiza la socióloga Sandra Guimenez, Doctora en Ciencias Sociales por la UBA e integrante del Observatorio de Economía Política de Ciencias Sociales. En un reportaje con El Destape, Guimenez plantea la necesidad de una nueva arquitectura de políticas públicas que permitan sostener los derechos sociales adquiridos, donde las paritarias no alcanzan para garantizar condiciones dignas de vida. Además, profundiza en las características de la actual crisis social y económica cuya morfología es diferente a otras. Desde su mirada, los movimientos del poder económico, sumado a un Estado que fue bastante concesivo con los sectores concentrados, “ponen en riesgo la idea del ascenso social construido durante el primer peronismo”.
- ¿Por qué se habla de trabajadores pobres?
- El fenómeno actual de trabajadores pobres está vinculado al tipo de empleo. A mediados de 1950, con las políticas del primer peronismo, los puestos laborales tendieron a ser de alta calidad, con un promedio salarial decente para las condiciones de vida de la época. Hasta la década del ´80 había bajos porcentajes de pobreza e indigencia pero con el menemismo todo se revirtió. De la mano del desempleo y la informalidad laboral, aumentaron todos los indicadores de vulnerabilidad relacionados con los ingresos de la población. Por lo tanto, podemos decir que este fenómeno de trabajadores pobres no es nuevo. Durante los gobiernos kirchneristas hubo políticas públicas para mejorar estos indicadores de precariedad laboral, que estaban por arriba del 40%, aunque solo se consiguió reducirlos a un permanente 30%. El fenómeno ya es estructural. A esto sumémosle que, en la actualidad, las negociaciones paritarias solo apuntan a recuperar parte de lo que se come la altísima inflación. No hay disputa por lo que realmente se perdió. Por eso tenemos trabajadores registrados empobrecidos.
- En los últimos dos años hubo crecimiento del PBI y descenso del desempleo, pero muchos quedaron afuera del sistema. Dentro del Gobierno hay quienes relativizan la crisis porque observan que hay sectores que sostienen el consumo. ¿Cuál es la morfología de esta crisis económica y social?
- Existe un deterioro real de las condiciones de vida. Pero no todos está mal. Aquellos que integran el quinto quintil – en términos estadísticos -, poseen empleo registrado con un alto promedio salarial. Estos ejemplos los encontramos en el sector petrolero, finanzas y la industria del conocimiento. Después están los grandes empresarios que apuestan al dólar blue. Pero el conjunto de la población que se encuentra en una informalidad estructural tuvo que autogestionarse el empleo. Y esto no es nuevo. En Argentina se podía pensar en cierto ascenso social, una mirada que ya es bastante oscura para muchos. Lamentablemente, se perdió la expectativa de que el futuro puede ser mejor.
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- Si empieza a prevalecer cierta falta de expectativas futuras, ¿no queda en jaque el propio imaginario que se construyó alrededor del peronismo?
- Más allá de este período de cuatro años, donde faltaron políticas transformadoras, habría que señalar que toda la dirigencia política del campo nacional y popular necesita crear nuevas ideas sobre los abordajes sociales, mejorar los diagnósticos, las estadísticas, reconocer que existen modificaciones estructurales que plantean otra Argentina. A partir del peronismo, el bienestar estuvo asociado a un tipo de empleo de calidad. Es decir, los derechos sociales vinieron de la mano de ese tipo de empleo que hoy no existe más. Por eso el deseo de volver también a ese país de mediados de siglo no ocurrirá. Hoy es mucho más complejo brindar soluciones. Es otro mundo, marcado por el auge de la financiarización, los paraísos fiscales que son estructuras para la evasión de las grandes empresas, y tecnologías que antes no existían. En países como el nuestro, estas complejidades se traducen en una mayor desigualdad. Por ende, deberían pensare otras políticas públicas para abordar este fenómeno.
- ¿Cuáles podrían ser esas decisiones?
- Pensar que los derechos sociales, como las jubilaciones, las obras sociales y los salarios dignos solo pueden garantizarse a través de las negociaciones paritarias es erróneo. Existen seis millones de personas que no forman parte del empleo registrado, sumado a las mujeres dedicadas a las tareas del cuidado. Con las paritarias, que hay que sostenerlas, quedan muchos afuera. Si un sector de la población no puede acceder a la jubilación por el tipo de trabajo que posee, habría que revisar ciertas configuraciones institucionales. La AUH pudo implementarse cuando el Gobierno de CFK recuperó los recursos de las AFJP. Fue una decisión osada. Por lo tanto, un planteo podría ser cómo hace el Estado para hacerse de una masa de dinero que permita financiar las jubilaciones futuras. Los recursos están, se observa en las ganancias de las grandes empresas. Por eso habría que retomar la discusión sobre el aporte de las grandes fortunas, o que los derechos de exportación sean un elemento redistributivo. Tomar decisiones que te permitan recaudar, de manera permanente, los recursos para financiar las jubilaciones y el acceso a las obras sociales para aquellos que carecen de estos derechos.
Un Estado precario
- ¿En qué falló el Frente de Todos?
- No hubo voluntad de transformación. El Gobierno perdió, desde el inicio de su gestión, la posibilidad de identificar al macrismo con el endeudamiento externo, tampoco sostuvo políticamente la denuncia que se hizo por el acuerdo con el FMI. Lo sucedido con Vicentín fue una claudicación. Con el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) también se perdió una oportunidad. Desde el Poder Ejecutivo tenían la expectativa de que se anotarían 3 millones de personas, fueron 12 millones los inscriptos y lo recibieron 8 millones. Ahí apareció un mapa de la desigualdad. Era la oportunidad para discutir la renta básica universal. ¿Fue la propia dinámica del FdT que obturó cualquier tipo de avance? Cristina sabía quién era Alberto. Por eso me sale sintetizarlo como que no hubo voluntad política.
- ¿El Gobierno fue concesivo con los formadores de precios alimenticios, los agroexportadores, el sistema financiero?
- José Luis Espert, que se acaba de incorporar a Juntos por el Cambio, sostuvo que el gran ajuste ya se hizo. Y ante esto, el Frente de Todos carece de discurso. Lo que singularizaba a la Argentina era la posibilidad del ascenso social, el acceso a la educación, los empleos de calidad. El poder económico en su conjunto, tanto el que prevalecía a mediados del siglo pasado como los grupos financieros que ingresaron a partir de la última Dictadura Cívico Militar, hicieron todo lo posible para obturar ese proceso de ascenso social. Hoy los ricos son más ricos, los concentrados están más concentrados y la tasa de ganancia es más elevada que en el pasado. Se da la siguiente particularidad: desde el retorno de la democracia, gran parte de la dirigencia política se sigue suicidando con el objetivo de cubrir al poder económico. Ante cada crisis, como en 1989 o 2001, los únicos que aparecen como responsables son los dirigentes y funcionarios del momento. A los empresarios detrás de cada conflicto social, casi que ni se los nombra, quedan inmunes. No se sabe realmente quiénes son.
- ¿De ahí que vuelvan a prevalecer los discursos basados en la antipolítica, al estilo de Javier Milei?
- Milei y Juntos por el Cambio concentran el núcleo que pretende sepultar cualquier intento de políticas públicas con derechos. Pero no puede soslayarse que ese discurso va de la mano con que objetivamente laburás mucho y accedes a menos bienes, servicios y derechos que antes. El discurso de Milei se cuela en los resquicios de un estándar de vida que ya no es. No es un fenómeno exclusivamente local, ocurre en varias latitudes. Frente al actual escenario, los sectores del campo nacional y popular no cuentan con un discurso para contraponerse. Tampoco hubo voluntad de redistribuir en serio.