Tanto el politólogo Guillermo O’Donnell como el sociólogo Juan Carlos Portantiero dieron cuenta de dos sistemas políticos y económicos enfrentados, que según este último autor, tenían la capacidad vetar el proyecto del otro, “pero sin recursos suficientes para imponer, de manera perdurable los propios”, algo que también definió como “empate hegemónico”.
Según O’Donnell, desde 1966 se había llevado desarrollado también un Estado "burocrático-autoritario" conformado por la gran burguesía doméstica, es decir los actuales grupos económicos locales de la industria y el campo, junto al capital internacional. Portantiero sostenía asimismo como novedad que, a partir de aquel año, los sectores del campo que no se habían industrializado también quedaban subordinados, pero, en cualquier caso, nuevamente los perjudicados hasta el retorno del peronismo en 1973 fueron los miembros del bloque conformado por trabajadores y pequeños y medianos empresarios nacionales.
O’Donnell definía a este sector como la “alianza defensiva” o “populista” integrada por los trabajadores sindicalizados en la CGT y las pequeñas y medianas empresas reunidas en la Confederación General Económica (CGE). Se trataba, en palabras de este autor, de una “burguesía más o menos débil y más o menos castigada por la expansión del capital oligopólico e internacionalizado” que en nuestro país “encontró un aliado popular dotado de capacidad propia de acción y de intereses inmediatos altamente compatibles con los de aquella”, como son los trabajadores sindicalizados, donde su “primera, principal y tal vez última expresión ha sido el peronismo”.
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La “alianza defensiva” fue también definida por O’Donnell como "nacionalista" y abanderada del “mercado interno”, limitando la competencia del capital internacional y a costa del sector agropecuario-exportador, del que captaban parte de sus divisas para el desarrollo industrial, “pero, aunque defensiva y condenada a que sus victorias fueran el cumplimiento y no la salida del ciclo, esta alianza fue sumamente exitosa. Su historia es la de repetidas victorias de anulación de los ‘programas de estabilización’, de acotamiento de la expansión del capital internacional, de lanzamiento de nuevas fases de reactivación económica y de nuevos ‘desalientos’ de la burguesía pampeana ante la caída de sus precios”, apunta.
¿Un empate de tres?
Si tal como lo señala O’Donnell, el peronismo fue el partido político que encarnó a la “alianza defensiva”, mientras que, a partir de 1966, fue el “Estado Burocrático Autoritario” quien llevó adelante las políticas económicas de la “alianza liberal”, resulta evidente que la definición empieza a resquebrarse en los noventa, cuando es el peronismo menemista el que adopta el programa económico liberal.
Pero incluso, el panorama resulta hoy en día de una complejidad mayor, pues si el kirchnerismo reeditó en parte a la “alianza defensiva”, al apuntar al crecimiento salarial y del mercado interno para favorecer también a las pequeñas y medianas empresas, el hecho de que en términos políticos este proyecto no haya prosperado no fue solo por el bloqueo de la renovada “alianza liberal” liderada por el macrismo, sino también por el Frente Renovador de Sergio Massa, sobre el cual aún pareciera no resultar claro a qué fracciones o clases representa, por fuera de las tradicionales categorías planteadas por O’Donnell.
Sucede que si la reedición de la “alianza liberal” fue liderada por el PRO y la de la “alianza defensiva”, por el kirchnerismo, este tercer espacio exhibió desde la conducción del Gobierno en 2019 y hasta el momento intentos por integrar algunos puntales del kirchernismo como el crecimiento económico y productivo, el “pleno” empleo y un Estado en constante crecimiento. Pero, al mismo tiempo, diferenciándose también por otorgar, como la “alianza liberal”, un espacio preponderante a los grupos económicos locales e internacionales antes que a los trabajadores, cuyos salarios se encuentran hoy en día incluso por debajo de los 20 puntos que perdieron durante el macrismo, así como por “resolver” mediante la fuerte toma de deuda parte de la disputa distributiva.
De hecho, la “alianza liberal”, que en 2015 llegó por primera en la historia democráticamente, fue como era esperable bloqueada inicialmente por el kirchnerismo, pero luego también por este “tercer” bloque. E incluso, el actual Frente de Todos pareciera haber sido hasta poco tiempo atrás bloqueado en su proyecto de gobierno no solo por el macrismo, sino también, cuanto menos parcialmente, por el sector kirchnerista del propio gobierno.
Así, si el “empate hegemónico” fue durante el siglo XX entre dos bloques, hoy pareciera serlo entre tres, aunque con menor claridad en lo que respecta al tercero de estos sectores, que posiblemente trascienda al Frente Renovador, pues el mismo estuvo cerca de confluir con el macrismo en 2015 con el fin de derrotar al kirchnerismo para finalmente aliarse a este último en 2019 con el objetivo de derrotar a Cambiemos. Y desarrollando, a partir de ese año, un programa que hoy es resistido (¿bloqueado?) tanto por el macrismo como por parte del kirchnerismo, pese a exhibir puntos en común con un sector de ambos, al punto que el propio Horacio Rodríguez Larreta planteó su deseo de formar un “gobierno de coalición” pero sin el kirchnerismo ni la izquierda.
¿Será el nuevo “empate hegemónico” entre tres bloques?