Entre el 22 y el 26 de mayo se realizó la reunión del Foro Económico Mundial (FEM), más conocido como Foro de Davos, la ciudad suiza que auspicia de sede. Desde 1971, los mismos responsables de los grandes males de la humanidad, se reúnen en una de sus mesas chicas a planificar nuestros destinos, tras una fachada filantrópica que se reproduce en las pantallas de los medios de comunicación y redes sociales.
Con foco en el conflicto en Ucrania, la dura recesión económica atravesada por un proceso inflacionario de escala mundial, sumado al desabastecimiento de insumos básicos e incluso el estallido de posibles hambrunas en varias partes del planeta, los pronósticos de las elites globales allí reunidas se expresan como eufemismo frente a esta situación de crisis de carácter estructural y orgánico. Sin embargo, queda cada vez más claro que este minúsculo grupo está transitando hacia la construcción de un nuevo orden mundial, basado en la relación entre lo real- virtual- biológico y asentado en el desarrollo científico tecnológico.
Bajo el lema “La historia en un punto de inflexión: Políticas Gubernamentales y Estrategias Empresariales”, la edición 2022 del Foro de Davos convocó a unos 2500 participantes entre las que se destacaron las corporaciones más lucrativas, las personas más ricas del mundo y sus cuadros intelectuales. La junta directiva del FEM cuenta con personalidades como Larry Fink (Blackrock), Jack Ma (Alibaba), Marc Benioff (Salesforce), las presidentas del FMI, el BCE, entre otros. Cabe resaltar las grandes ausencias a la reunión de este año: China, por el rebrote de Covid-19, y Rusia, vetada por su operación militar especial en Ucrania.
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Detrás de sus propuestas de desarrollo tecnológico como salida a los grandes problemas como el cambio climático, la crisis de empleo y desigualdad social, las enfermedades infecciosas, el deterioro de la salud mental, los ataques cibernéticos y el endeudamiento de las naciones; lo que aparece es un claro objetivo de control y orden social, presentando el interés particular de los asistentes a Davos como si fuera general, por medio de la instrumentación de un Estado Policíaco y un complejo entramado de dominación cognitiva y conductual.
Aunque estas instancias se realizan hace tiempo, la centralidad que asumen sus “recomendaciones” en estos últimos años demuestra una vez más que grandes fondos de inversión, bancos y corporaciones tecnológicas parecen asumir el rol que solo unas décadas atrás ocupaban los Estados considerados potencias.
La emergencia de una nueva personificación social, parece, a estas alturas, un hecho consumado: una nueva aristocracia financiera y tecnológica con capacidad de impulsar su proyecto estratégico a través de sus instituciones de gobernanza global subsumiendo y poniendo a su orden los viejos Estados- Nación.
La revolución científica y tecnológica, acelerada por el fenómeno de la pandemia como punto de inflexión, nos aproxima hacia una modificación radical en las relaciones sociales, con mayor relevancia de la virtualidad como mediación emergente. Lo que Schwab, presidente y fundador del Foro de Davos llamó, junto a Carlos de Gales, el príncipe británico, “El Gran Reseteo”, como propuesta para “reactivar la economía”. La inauguración de un nuevo tiempo que para la humanidad toda costó aislamiento y deterioro de la salud mental, pérdida de puestos de trabajo, ampliación de los márgenes de explotación y muerte. El Gran Reseteo parece ser entonces, otro gran eufemismo para anunciar la consolidación de una nueva fase del sistema capitalista.
La realidad demuestra que el futuro no se avizora más equitativo, sino todo lo contrario; unos pocos podrán sostener su trabajo, millones de trabajadores y trabajadoras serán pobres, y grandes mayorías serán abandonadas a la miseria y a la hambruna.
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¿Hay alguna alternativa a Davos?
Esta enorme transición económica, equiparable a la vivida hacia inicios de 1970 -con la guerra de Vietnam, la crisis del petróleo y la ruptura de los acuerdos de Bretton Woods como marco-, se posará una vez más sobre la espalda de los únicos capaces de producir valor: las y los trabajadores. Mientras, intentarán construir matrices de opinión que justifiquen un futuro de despojo absoluto, como el lema parafraseado por el mismísimo Schwab: “No tendrás nada, pero serás feliz”.
Dejar de discutir la pobreza y sus problemas, para discutir la riqueza que los genera, en ámbitos que propicien la diplomacia de los pueblos por el bien común, pareciera ser un buen comienzo para quienes nunca seremos convidados a viajar a Suiza en jet privado.