La discusión sobre la reducción de la jornada laboral forma parte de las problemáticas del mundo del trabajo desde el siglo XIX, y ya en 1935 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) planteó la necesidad de fijar una jornada de 40 horas semanales, sin afectar salarios. En ese marco, nuestro país busca hoy discutir la jornada de 48hs semanales vigente desde hace casi un siglo. “¿Por qué no la llevamos a una hora en un solo día?”, ironizó el candidato de la Libertad Avanza en las elecciones 2023, Javier Milei, en el último debate presidencial en la UBA desacreditando la discusión legislativa de la que participan representantes sindicales, empresariales, investigadores y funcionarios para poner sobre la mesa una normativa que ubica al país como uno de los más atrasados en la materia.
Más allá del cuestionamiento del candidato libertario que, según sus planteos públicos, considera que todo piso salarial de referencia, legislación laboral o intervención del Estado es causa de desempleo porque interfiere en la libre acción del mercado que todo lo resuelve, lo cierto es que en la comisión de Legislación de Trabajo de Diputados un punto que toma protagonismo es el posible impacto en la productividad que, desde la óptica del sector empresarial, inevitablemente se vería afectada por un cambio en la carga horaria.
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“La productividad no necesariamente tiene que caer por una reducción horaria, no es algo automático. Y, en definitiva, disputar la extensión de la jornada de trabajo es disputar la distribución de los incrementos de la productividad entre capital y trabajo, es una discusión salarial de manera indirecta. Y también redunda en un beneficio en materia de la salud de los trabajadores y trabajadoras, por la reducción del desgaste frente a los ritmos y la intensidad que tiene el trabajo”, analizó en diálogo con este portal Luis Campos, coordinador del Observatorio del Derecho Social de la CTA- Autónoma.
“No es el momento”, expresaron al unísono las cámaras empresariales que participaron de la primera y segunda reunión de comisión. “Para el sector empresarial nunca es tiempo pero nosotras sostenemos que cuando se abre una ventana de oportunidad hay que debatir. La contracara es el crecimiento exponencial de la productividad en décadas y, sin embargo, las sociedades son cada vez más desiguales”, señaló al respecto Estela Díaz, actual ministra de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad del gobierno de la provincia de Buenos Aires quien destacó además que “modificar la jornada podría contribuir a cerrar brechas de género ya que hay una clara diferencia entre varones y mujeres y no solo en el salario”.
Campos consideró también que se trata de una discusión que debería estar en agenda desde hace tiempo porque “estamos llegando tarde a una discusión que fue una constante a lo largo de 130 años y que a nivel del mundo occidental se volvió a plantear hace 20 años” y destacó la importancia de “volver a poner arriba de la mesa la discusión sobre la regulación de las relaciones laborales y no en clave de eliminación de derechos sino para generar mejoras, y que los distintos sectores hayan tenido que asumir sus posturas públicamente”.
La cuestión de la productividad
“La discusión sobre la reducción de la jornada laboral acá, en Chile, Colombia, Francia, Alemania o en donde sea, a lo que apunta, cuando es sin reducción salarial, es a disputar la distribución de los incrementos de productividad”, enfatizó Luis Campos, del Instituto de Estudios y Formación de la CTA-A. En relación, dijo a este medio que “no es algo nuevo” de hecho “ya lo planteaba Keynes (economista británico) en los años ‘30 al decir en su ensayo Posibilidades económicas para nuestros nietos, que ‘la productividad del trabajo va a crecer tanto a lo largo de este siglo que yo no lo voy a ver, pero mis nietos no van a tener la necesidad de trabajar tanto como trabajo yo hoy ahora’, y hasta hablaba de que podrían ser jornadas de 15 horas semanales o de 3 días por semana”. No obstante, advirtió “lo que no vio Keynes fue que esos aumentos de productividad se iban a traducir en una distribución muy desigual de la riqueza a nivel global y en los cambios en los patrones de consumo”.
Para el investigador, de larga trayectoria en estudios del mundo del trabajo, “los cambios tecnológicos generaron incrementos en la productividad, que en algunos casos son explosivos” y explicó “si un trabajador en 8 horas produce 80 pares de zapatos, y luego trabaja 6 horas y produce 60 pares, lo que cae es el producto, pero la productividad sigue siendo la misma. En todo caso, lo que tendrían que hacer los empleadores es contratar más trabajadores para mantener los niveles de producción pero la productividad no necesariamente tiene que caer por una reducción horaria, lo que hay que ver es cómo se gestiona la organización del proceso productivo, cómo se distribuye el tiempo laboral entre los trabajadores, de ninguna manera eso tiene por qué afectar la productividad, y hasta hay quienes muestran que podría generar un incremento porque, por ejemplo, reduciría los accidentes y las enfermedades laborales”.
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En la misma línea, Estela Díaz, quien fue secretaria de Género de la CTA de los trabajadores, dijo a El Destape que “en las últimas décadas hubo un crecimiento exponencial de la productividad a partir de los avances tecnológicos pero las sociedades son cada vez más desiguales. Por esto un factor de discusión que debe instalarse es la redistribución de la riqueza, que se produce de maneras enormes pero la concentración es escandalosa, entonces la jornada laboral así como de ampliación de licencias familiares entran, sin dudas, en el debate de la redistribución y además tienen impactos favorables en la reducción de brechas de género”.
Si bien las experiencias de los diferentes países varían, un caso tomado como referencia global es el de Islandia. Allí se impulsó la jornada laboral de cuatro días sin baja de salarios. Las conclusiones publicadas por la Asociación para la Sostenibilidad y la Democracia (Alda) en ese país dieron cuenta de que “el bienestar de las personas (reducción de estrés y agotamiento) aumentó notablemente”. En tanto que el estudio que se desarrollo entre 2015 a 2019 con más de 2500 trabajadores de diferentes ocupaciones mostró también que “la productividad y la calidad en la prestación de servicios se mantuvieron iguales o mejoraron en la mayoría de los lugares de trabajo incluidos en la prueba”.
Asimismo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), publicó en 2014 una investigación que analizó experiencias donde cuánto más horas se trabajaba más disminuía la productividad. El informe difundido en el medio The Economist señaló que “en los países para los que hay datos disponibles, la gran mayoría de las personas trabajan menos horas que en 1990 y parece que los trabajadores más productivos pasan menos tiempo en la oficina”. Como ejemplos se mencionaba que “los griegos se encuentran entre los más trabajadores de la OCDE y dedican más de 2.000 horas al año en promedio. Los alemanes, por el contrario, son relativamente holgazanes y trabajan unas 1.400 horas al año pero la productividad alemana es aproximadamente un 70% mayor”.
Diferencias por empresa
Un punto que también se mencionó en el debate en Legislación del Trabajo tiene que ver con las diferencias entre las empresas y sectores de actividad que para representantes empresariales harían “inviable” una modificación en la jornada de trabajo. Al ser consultado, Campos explicó que “hay que avanzar en una reducción que vaya a una jornada máxima legal de 40 horas semanales sin reducción de salario pero eso no implica descartar la posibilidad de que se haga de manera gradual, más allá de los detalles de cada proyecto presentado”. En ese sentido consideró que “sin dudas no es lo mismo plantear la reducción de la jornada laboral en Techint que en un comercio de barrio aunque llamativamente los que más cuestionan esto son las empresas que tienen mejores condiciones para afrontar una reducción de la jornada laboral sin muchos problemas”.
En nuestro país la normativa que regula la jornada de trabajo (Ley 11.544) data de 1929 y Argentina se mantiene hoy como uno de los países de la región con mayor carga horaria laboral. En este escenario la Comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Diputados comenzó a debatir siete proyectos de ley que buscar reducir la jornada laboral, entre ellos cinco presentados por legisladores del oficialismo (Hugo Yasky, Claudia Ormaechea, Sergio Palazzo, Eduardo Valdés, y Mónica Litza), uno del Frente de Izquierda y otro del Socialismo, que fijan plazos que van de 36 a 40 horas semanales con diferente distribución diaria de la carga horaria.
Otro argumento de quienes se oponen a modificar la normativa tiene que ver con la falta de trabajo y la informalidad que afecta al mundo laboral actual y que imposibilitarían avanzar en más derechos para los trabajadores formales. “Si vamos a hablar de que el empleo no crece por la rigidez de la legislación laboral, es un argumento se cae por su propio peso. Las regulaciones laborales no son las culpables ni de los aumentos ni de la destrucción del empleo, ya que en definitiva lo que se traduce en creación o destrucción de empleo son las expectativas futuras según el escenario económico y la posibilidad de vender lo que produce”, sentenció el entrevistado, autor del libro La fortaleza. Sindicalismo Estado y relaciones de fuerza (1945-2001).
Impacto en tareas de cuidados
La ministra del gobierno de la provincia de Buenos Aires, Estela Díaz, expuso en la segunda reunión informativa sobre este tema en la Cámara baja y allí afirmó que la reducción de la jornada laboral puede contribuir a "cerrar brechas de género".
En diálogo con este portal, la funcionaria puntualizó, “primero tenemos que hablar de brechas laborales en un sentido amplio. Por un lado el salario es uno de los aspectos donde se observa una clara diferencia entre varones y mujeres (cobran 27% menos), pero también hay una brecha de 20 puntos en la participación laboral entre varones (71%) y mujeres (52%). Por otra parte, al mirar el trabajo no remunerado, se ve una brecha al revés, donde el mayor tiempo de cuidado no remunerado recae significativamente en las mujeres (realizan 75% de esas tareas) ocupando más de seis horas diarias, el doble que varones. Aparece acá la división sexual del trabajo entre lo que llaman trabajo productivo remunerado (donde predominan varones) y el trabajo reproductivo no remunerado (que hacen mayoritariamente mujeres), y además nosotras estamos sobrerrepresentadas en las tareas de servicios y de cuidados con salarios más bajos porque se plantea que son de baja productividad según la lógica que el mercado”.
En la misma línea, la militante sindical expresó “cuando hablamos de la necesidad de generar iniciativas que mejoren las condiciones económicas de ingresos laborales, estamos planteando que eso tiene un impacto absolutamente positivo en la reducción de la feminización y de la infantilización de la pobreza".
Sobre las propuestas que pueden contribuir a lo anterior, Díaz destacó que “la reducción de la jornada laboral es clave porque es un reclamo vinculado al tiempo para el cuidado. Los varones son quienes suelen hacer horas extras o tienen dos trabajos, y eso sobrecarga a quien se encarga de garantizar el cuidado, es decir a las mujeres, que casi no cuentan con oportunidades de disfrutar de tiempo libre. Entonces un cambio de la jornada nos permitirá reorganizar el tiempo, y ahí también necesitamos que esto sea acompañado de un cambio cultural, donde los varones también deben involucrarse en el cuidado de la vida” Asimismo destacó el proyecto del Sistema Integral de Cuidados ya que “se avanzó en el capítulo de licencias familiares que cambia la Ley de Contrato de Trabajo incluyendo todo el concepto de la corresponsabilidad, porque el mundo laboral debe entender que la reproducción de las fuerzas de trabajo se resuelve en las familias y sobre todo recae en las mujeres, lo que genera desigualdades de género pero también desigualdades sociales".