El primer año de gestión de la administración de Javier Milei logró sortear las dudas iniciales y una incipiente corrida a mitad de año y encaminar una estabilidad cambiaria y un proceso de desinflación más lento del esperado que generó una fuerte apreciación del peso y un festival de los activos financieros mientras se desplomó la actividad real, expresada en la producción y el empleo.
El ministro de Economía, Luis Caputo, y su socio en la actividad privada, el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, dispusieron en el inicio de la gestión un incremento del valor del dólar de 118% al concretar una devaluación del peso del 54% y aplicaron desde enero una tasa de devaluación de 2% mensual frente a una inflación acumulada de 107% en diez meses.
El paquete inicial se completó con una emisión de deuda por US$ 10 mil millones que realizó el Banco Central para regularizar el pago de importaciones y se completó con un fuerte ajuste fiscal que permitió alcanzar superávit primario sistemático a lo largo del año y, con contabilidad creativa ahora aceptada por el mercado, mejorar los números del superávit financiero vía la capitalización de los intereses de la deuda.
A partir de esos ejes y de los éxitos políticos con la aprobación de la Ley Bases en el Congreso y la capacidad de blindar los vetos presidenciales, se fue construyendo una estabilidad financiera que no logra revertir la caída de la actividad en la economía real.
El analista financiero Christian Buteler destacó que “el año financiero fue fuertemente positivo. Tanto acciones como bonos han tenido un gran recorrido y con la baja del precio del dólar hasta los plazos fijos tuvieron un buen desempeño, no contra la inflación pero sí contra el dólar”.
También Gustavo Quintana, operador de PR Corredores de Cambio, destacó que “el año parece cerrar con objetivos sobrecumplidos para el Gobierno. La tasa de inflación parece estar con una evolución bajo control, los dólares financieros han bajado significativamente y se acomodan con una brecha muy baja respecto del oficial, los exportadores siguen ingresando divisas a buen ritmo y con mejoras respecto del año anterior.
“Todo parece generar un escenario de relativo optimismo que veremos si el año próximo se traduce en un despegue mayor de la economía”, dijo.
Pero la estabilidad construida sobre endeudamiento y especulación financiera acumula distorsiones que pueden derivar en una crisis cambiaria si el Gobierno pierde la confianza de los mercados, aún por motivos que no controla como una suba de la tasa de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos si se confirmqn las presiones inflacionarias del programa económico del presidente electo Donald Trump.
El Gobierno llevó adelante un proceso de endeudamiento hasta alcanzar un monto global de US$ 459.832 millones. El stock de la deuda pública pagadera en pesos alcanzaba en octubre $203.825.064 millones, lo que representó un aumento de 3,8% con respecto al cierre de septiembre. El incremento de la deuda en pesos pese a que el Gobierno declara tener superávit financiero está explicado por el concepto de “contabilidad creativa” que aplica la Secretaría de Finanzas, que le permite reexpresar los intereses como capital y no considerarlos en las cuentas financieras de cada mes.
El blanqueo de capitales permitió declarar US$ 23.000 millones que en parte quedaron como depósitos en los bancos y en parte fueron invertidos en Obligaciones Negociables emitidas por las empresas, que este año alcanzó el récord de US$ 7.630 millones hasta octubre y otros US$ 6.000 millones con créditos bancarios, todos liquidados en el mercado oficial de cambio.
El punto pendiente del equipo económico es levantar el cepo al movimiento de capitales, que el ministro Caputo dijo que recién será el próximo año y condicionado a la entrada de capitales para reforzar las reservas del BCRA, que provendrían de un nuevo programa con el Fondo Monetario Internacional.
“El FMI es un verdadero problema, exige subir los impuestos y las tarifas. Tengan cuidado de quienes son sus amigos y a quién le piden dinero prestado porque el FMI te va chupar la sangre”, les dejó como mensaje en su paso por Buenos Aires el economista Arthur Laffer, asesor de Ronald Reagan y consejero de Donald Trump.
El FMI, la suba de tasas de la Fed, o factores internos como una excesiva baja de la tasa de política monetaria del BCRA, que la semana pasada redujo de 35% a 32% o del Tesoro en la colocación de deuda podrían actuar como disparador del fin del carry trade con los fondos buscando dolarizarse y reinstalando la inestabilidad financiera que rápidamente se transmite a los precios.
Por ahora, la mayor ambición del equipo económico de hacer converger la inflación a cero está lejos de alcanzarse y ningún analista lo considera para el próximo semestre, lo que alejaría la posibilidad de bajar a la mitad del paso devaluatorio como quiere Milei como paso previo a liberar el flujo de capitales.
Estimaciones no oficiales calculan entre US$ 60.000 millones y US$ 100.000 millones las divisas atrapadas en el cepo y el desafío es generar condiciones para que elijan voluntariamente seguir en el país.
Cómo se llegó hasta acá
“En su primer año de gestión el gobierno logró poner en marcha dos ciclos de euforia financiera en el contexto del cepo. El primero entre febrero y mayo, el segundo con el blanqueo y que se extiende a la actualidad. La irrupción de dos ciclos de euforia financiera en el marco del sostenimiento del control de cambios es una rareza que contrasta con los resultados de los últimos años”, evaluó el director de CP Consultora, Pablo Moldovan.
Y deja una advertencia: “En plena euforia, es importante no perder de vista que estos ciclos pueden agotarse o incluso revertirse. De hecho, la identificación de un primer ciclo financiero y su interrupción en mayo enseña que la bonanza no es para siempre. El ciclo en carry-trade en curso es mucho más grande que el primero y en caso de revertirse puede generar gran presión sobre un nivel de reservas que se mantiene en niveles crítico.”
Para el ex director del BCRA e investigador del Conicet, Jorge Carrera, “hay un gran punto de inflexión en el comportamiento de las variables financieras y en la dinámica del Gobierno a partir del exitoso blanqueo, que generó depósitos en los bancos que aumentaron las reservas brutas del BCRA y sobre todo la posibilidad de las empresas de endeudarse y liquidar los dólares en el mercado oficial”.
El carry trade fue probablemente la estrella del año, que tuvo dos etapas claras, la primera más tibia para los que apostaron al peso tras la devaluación de diciembre y que se extendió hasta marzo y la segunda, ya más consistente desde julio en adelante ya con la intervención abierta del BCRA para garantizar la estabilidad de la divisa en el mercado financiero y el efecto blanqueo para aportar dólares en el mercado oficial.
“Este carry es mucho más moderado que el que protagonizaron (Federico) Sturzenegger, Caputo y (Alfonso) Prat Gay (durante la gestión de Mauricio Macri), con las tasas astronómicas de las las Lebac, pero también muestra ganancias espectaculares”, consideró Carrera.
El economista igual advierte que “no hay el mismo optimismo para la economía real, que va a seguir en un serrucho, con datos positivos y negativos que se alternarán, mientras sigan si recuperarse los ingresos y el consumo solo dependa del crédito”.
“Los desafíos del año que viene para el Gobierno va a ser demostrar que tiene los dólares y que le crean que puede llegar a las elecciones de medio término sin una crisis”, concluyó.
También el economista de la UNdAv, Pablo Ferrari, destacó que “el gigantesco carry trade instalado y el blanqueo favoreció una menor presión sobre el tipo de cambio” y señaló que “si bien la escasez de reservas continúa siendo un punto débil para el sostenimiento del plan del Gobierno, ha logrado algo difícil de imaginar meses atrás: que desciendan los tipos de cambios paralelos, disminuir la brecha con el oficial e ir alineando expectativas”.
“No obstante, su gran apuesta continúa siendo un nuevo endeudamiento con el FMI que, en caso de concretarse, pesará más temprano que tarde sobre la sociedad”, advirtió.
El profesor de la Universidad Nacional de Córdoba e investigador del Conicet, Alfreso Schclarek Curutchet, señaló que la baja de la brecha cambiaria y de la inflación a un nivel mensual de 3% se alcanzó a “un costo enorme en términos sociales” y “al costo de generar un atraso cambiario muy fuerte que solo se compara con el nivel del ‘97, después de la devaluación de Brasil que generó un problema a la industria argentina”.
“La entrada de dólares financieros y a medida que maduren inversiones como Vaca Muerta van a ayudar a financiar el déficit de la cuenta corriente que genera el atraso cambiario pero a costa de profundizar las consecuencias de la famosa enfermedad holandesa”, describió.
Para Schclarek Curutchet, “esta configuración macroeconómica está generando atraso cambiario que se va a seguir profundizando” y si bien con ese financiamiento “puede ser que no tengamos un evento de corrida cambiaria,” el costo será “destruir los sectores industriales que generan empleo”.
El economista Federico Glodowsky considertó que “el superávit fiscal es tan ficticio como la convergencia entre los diferentes tipos de cambio y todo se sostiene gracias a la endeble estructura de un mercado que está obteniendo ganancias en dólares desproporcionadas. A pesar del brutal ajuste, el modelo no está pudiendo generar toda la desocupación que desearía para que la inflación se ubique por debajo del 1% mensual, vía contracción del consumo, ya que gracias a las economías de plataforma gran parte de la caída del poder adquisitivo y de la pérdida de los empleos registrados está siendo complementada y absorbida por ese nuevo sector”.