La filtración de que se gestiona un crédito REPO a mediano plazo, el acercamiento al FMI, anuncios inflados de desembolsos del BM, BID y otros, sumados al efecto del blanqueo creó una idea, más operada que sobre fundamentos válidos, que permite extender el veranito financiero y hace soñar al equipo económico de Javier Milei y Luis "Toto" Caputo en que están cerca de iniciar un nuevo ciclo de endeudamiento en el país.
Incluso, en los análisis económicos se empezó a considerar la posibilidad de que no sea necesario un nuevo salto cambiario aunque todavía el consenso está marcando que la apreciación del peso puede forzar una devaluación si se extiende en el tiempo las restricciones al movimiento de capitales.
La dicotomía de mercados financieros que sonríen con una economía real que no reacciona se planteó en varias oportunidades en la historia reciente argentina. Sin embargo, no hay correlación entre el Riesgo País y la reactivación de la actividad y los dilemas de la economía real siguen estando presentes: no hay salida de la recesión, el tipo de cambio se siguen apreciando y los dólares son escasos y prestados.
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La administración de Milei y Caputo lograron un primer ciclo de baja del Riesgo País que se acercó hasta los 1.100 puntos en abril pasado y que se interrumpió cuando el mercado percibió que no estaba en los planes del Gobierno llegar a un nuevo acuerdo con el FMI ni levantar el cepo. Desde entonces, el único hecho relevante en la marcha del programa económico fue el blanqueo de capitales que permitió iniciar un primer ciclo de endeudamiento del sector privado vía colocación de Obligaciones Negociables en el mercado de capitales o por el incremento de los créditos en divisas.
La liquidación en el mercado de cambios de los dólares del endeudamiento privado sirvieron para incrementar la liquidez del Banco Central (aunque con un crecimiento marginal de las reservas internacionales) y retroalimentó las expectativas de que el Gobierno podría enfrentar los vencimientos de deuda del próximo año. A ese único hecho relevante se sumó la convicción de un ordenamiento fiscal que el mercado decidió ignorar si solo se alcanzaba con la contabilidad creativa de capitalizar los intereses de la deuda para generar la idea de un superávit fiscal financiero.
“Funcionarios clave del equipo económico se aventuraron a demostrar un supuesto desendeudamiento. Rápidamente tuvieron que corregir y borrar publicaciones. Las cuentas bien hechas arrojan que el actual gobierno mantiene la deuda consolidada (entre el Tesoro y el BCRA en US$ 350 mil millones, prácticamente sin cambios desde el inicio de la gestión, a pesar del sostenido superávit fiscal)”, explicó la consultora Vectorial que dirige Pablo Hecker.
También está construido sobre un consenso de buenas noticias la idea de que la economía atravesó el pico de recesión y está encaminada a un nuevo ciclo de expansión que sería sobre fundamentos más sólidos construidos a partir de la expansión del sector privado.
¿Sostenibilidad?
El mismo trabajo de Vectorial advirtió que “el EMAE de agosto creció un 0,2% respecto a julio impulsado, una vez más, por el rebote del agro. Este “ayudín” estadístico se estaría desvaneciendo, lo que anticipa que los últimos meses del año podrían arrojar más caídas en la actividad. Cepo cambiario y apreciación mediante, las importaciones sin Impuesto País de septiembre contribuyeron a registrar el segundo peor saldo comercial de la era Milei: menos de US$ 1.000 millones”.
Incluso la idea de que el tipo de cambio mantiene competitividad que sostiene el Gobierno empezó z ser acompañada por informes privados como el de la consultora 1816. “El nivel del tipo de cambio real puede ser el ‘cabo suelto’, pero si para 2026 Argentina ya tendrá superávit energético bien superior a los US$ 10.000 mm (consenso) y en 2025 se consigue un ‘puente’ con financiamiento al sector privado, quizás podríamos convivir con un turismo muy deficitario”, señaló 1816 esta semana que no evaluó el impacto sobre la economía real y el empleo de un tipo de cambio apreciado.
Para la consultora PxQ que dirige Emmanuel Álvarez Agis, un economista vinculado a los agentes de mercado que suelen operar el dólar financiero como negocio central, la apreciación del peso “no es sostenible en el tiempo”.
“Si el gobierno utiliza este período como la previa para un programa de flexibilización de los controles de cambio existes chances de que Argentina consolide un período de baja inflación con acumulación de reservas y crecimiento económico. Para eso, el tipo de cambio de inicio debería ser uno que revierta el exceso de demanda de divisas y lo transforme en un exceso de oferta. Si, por el contrario, el gobierno prefiere evitar disrupciones y flexibiliza a estos niveles cambiarios, las chances de entrar en un período de estrés financiero aumentan. Y son aún más altas si, con cabeza electoral, las correcciones se posponen para después de las elecciones de medio término”, consideró.
En ese contexto, el Riesgo País cerró la semana en el orden de los 984 puntos, el más bajo desde que comenzó a escalar con la crisis financiera y cambiaria de la gestión de Mauricio Macri, y permite a Caputo alejar el fantasma de un default y cubrir los vencimientos de la deuda del próximo año entre el REPO de bancos (no está claro si será contra el oro que se llevaron del país) para los de enero y una emisión de deuda que ayude en julio próximo.
“Los datos de la distribución funcional del ingreso de la primera mitad del año muestran una retracción de la participación del trabajo asalariado a favor del sector propietario de capital. Aún así, ambos componentes disminuyen (el primero más que el segundo) su valor en términos reales. A pesar de ello, los datos bursátiles indicarían que el stock patrimonial de las empresas continuó en aumento, a la par que la clase media asalariada evidenciaría un desahorro considerable. Es decir, el sector asalariado no sólo perdió ingresos, además perdió riqueza”, sostuvo Vectorial.
El veranito financiero, no calienta a la economía real ni mucho menos a los trabajadores.