Quienes están en los comedores, los recicladores, las familias dedicadas a la agricultura y tantas otras actividades hacen a la economía popular, un circuito paralelo a la formalidad que abarca a un universo de seis millones de personas. El Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular (Renatep) ya inscribió a casi tres millones y en siete provincias del NOA y el NEA superan a los del sector privado. Pasan su vida con autogestión y bajos salarios, pero se presentan como una posible llave como salida de la crisis económica que sufre el país.
La mayoría de los trabajadores de la economía popular son jóvenes y el 75% de los inscriptos no tiene un plan social, como supone el sentido común generalizado. Las siete provincias en las que el Renatep tiene más inscriptos que los registrados en el empleo privado (SIPA) son Catamarca, Chaco, Formosa, Jujuy, Misiones, Salta y Santiago del Estero. Pablo Chena es el director nacional de Economía Social y Desarrollo Local del Ministerio de Desarrollo Social, y está convencido de que el país necesita de una nueva forma de concebir la producción nacional para salir hacia adelante.
"La economía popular está en la general de la ley, golpeada por la pandemia y los últimos años del macrismo. Se reinventaron muchos trabajos, se intensificó la asistencia en comedores, merenderos, confección de telas y producción de alcohol en gel. Hubo una reinvención en pandemia para afrontar ese golpe y ahora, en el escenario de reconstrucción, amerita volver a los ejes de la economía popular: apuntar a registración y formalización. Nosotros tenemos identificadas ocho ramas, 65 actividades no convencionales que precisan tener protección jurídica para consolidarse y ser una vía de trabajo digno para las familias", sintetizó Chena. Insiste en rediscutir el rumbo productivo del país y discute cómo desarrollar el país en el futuro.
-¿Cómo se puede llevar a cabo esa transición y qué instrumentos se deben poner en práctica?
Si formalizamos y no damos sustentabilidad no tiene sentido. Esto implica un programa de desarrollo, como lo tiene la industria automotriz, el agro o las manufacturas. Eso requiere formalizarla, estamos en proceso y trabajando con AFIP y el Ministerio de Economía pensando el mejor instrumento para da situación puntual, ya que cada actividad presenta particularidades. Además, hay que asociarlos para generar polos productivos, darles insumos, viabilidad económica, crédito para que los proyectos escalen e insertarlos en cadenas de comercialización: relacionarse con el tramado pyme para logística, venta, llegar a los almacenes, supermercados.
-¿Hay un rumbo certero respecto al modelo económico argentino? ¿En qué escenario aparece la economía popular?
Hubo dos modelos marcados en nuestra historia: el agroexportador y el de sustitución de importaciones con desarrollo industrial. El industrial tuvo su auge con el peronismo, consolidó a la Argentina y terminó en los 70 por agotamiento, y por contexto. La economía mundial fue hacia un paradigma netamente financiero y la industria fue menguando. Hace 50 años que no pensamos cual es el nuevo modelo de desarrollo y la economía popular puede significar el trabajo del siglo 21.
-¿Qué incluye esta idea?
El reciclado, la industria verde, la agricultura familiar, el desarrollo de las economías regionales, el desarrollo del campo que abastece al mercado interno y que hoy está fundido. Para recuperarlo se necesita un modelo de desarrollo. La oposición pide un programa económico, nosotros pensamos que debe haber un modelo de desarrollo productivo. Los programas fracasan si no tenemos un modelo de desarrollo y la economía popular puede ser una respuesta como mínimo a 6 millones de personas, tal como pasó en los años 30 y los 40. Hoy los sectores populares dicen `empecé a hacer esto porque me quede afuera del aparato del empleo formal, y puede ser una solución para la Argentina´".
-Cuál es la particularidad de la informalidad en Argentina, que la diferencia de otras partes del mundo.
La informalidad es un problema mundial y se exacerba en países subdesarrollados, América Latina tiene un 50% de informalidad. Hoy es poco viable que la industria manufacturera sea solución para seis millones. Siempre se los vio como una sala de espera hasta que el capitalismo industrial tome a esos trabajadores. La mirada liberal, en cambio, los ve como emprendedores a los que no hay que darle asistencia estatal porque son actividades subvaloradas por el resto del mercado. En Argentina, las organizaciones sociales discuten sobre la valorización de estos trabajos, que son claves para la reproducción de la sociedad y el ordenamiento de la misma.
-La ley de emergencia social fue un punto de inicio.
Fue el manifiesto de la economía popular. Se planteó en ese momento un consejo con actores sociales y funcionarios. El segundo punto era un registro, el RENATEP, porque el fisco no concibe este tipo de actividades. El tercer punto era el salario social complementario, un reconocimiento de que las actividades están subvaloradas por el resto de la sociedad y el mercado, aun siendo fundamentales. Esta es la idea de un Estado desarrollista, no asistencialista, donde la gente pueda proyectar su vida. Si el peronismo no recupera el imaginario del ascenso social, será difícil consolidar la sociedad argentina. Si como peronistas no volvemos a plantear esto, nos estamos alejando de las masas populares.
-¿El Gobierno está en la sintonía fina para ir en esa dirección?
Hay un consenso sobre que hay reconstruir la Argentina, estamos en una situación muy delicada. En cualquier reconstrucción aparecen proyectos que pueden dialogar y en el Frente de Todos se da. Después hay que pensar cómo articulamos todo, poner de pie a la industria no es contradictoria a la economía popular. Ahora, hay que jugar otras cartas además del aparato industrial tradicional con el contexto internacional que hoy se nos presenta.
-Sin la industria no se puede, con la industria sola es imposible.
Es que allí la economía popular se propone como un potencial muy grande y son sectores que no presentan problema históricos como los tiene la industria, la falta de dólares por ejemplo. No tienen la cultura de ir al dólar, es gente que si les das un crédito, si no lo usó para comprarse máquinas, lo usó para comer. No todos están de acuerdo con esta mirada pero seguimos dialogando.
-¿Es viable un gran acuerdo de este tipo en Argentina?
Esto implica una discusión que hay que saldar con el sector agroexportador, acordar con el campo en su conjunto y redefinir roles. Yo creo que hay un campo subutilizado que tiene que ver con la provisión al mercado interno, las economías regionales. Todo eso está fundido con la ausencia del Estado desarrollista y necesitamos que resurja. Si logramos un campo potente que provea el mercado interno junto a la agricultura familiar… esto solucionaría un problema fundamental: siendo un país productor de alimentos no podemos abastecer a nuestra población.
-¿Por qué el Frente de Todos perdió en las elecciones primarias?
Fue un mensaje de la población porque los ingresos no alcanzan, y una política en el corto plazo hay que tener. El Gobierno desplegó muchas políticas pero no pueden sustituir el daño hecho en los últimos años y en la pandemia. El Estado hizo un gran esfuerzo pero no puede suplir la fuerte caída de la actividad económica. Faltó mayor política de ingreso en la primer parte del año, arrancar el motor de la economía un poco antes. Este tipo de transferencias directas que ahora se mencionan hubieran aliviado la salida de la pandemia. A comienzo de año había una perspectiva de salida que necesitó de un poco mas de impulso económico.
-Bonos, IFE, programas de asistencia inmediata, ¿Son parches o surten efectos mediatos?
Estratégicamente, esto sirve para atender la emergencia pero nosotros tenemos que plantear un futuro con trabajo y debemos ordenar a los sectores populares desde la producción y no desde el consumo. El consumo no ordena, resuelve una necesidad urgente pero no ordena tu vida. Si solo transferimos ingresos y consolidamos un sujeto consumidor y no productor, no podemos reestablecer una escalera de ascenso social. ¿Cómo hacemos trabajador a ese consumidor? No podemos esperar que solo tengan perspectiva de consumo.
-Y aparece el peligro de la espiral inflacionaria
El consumo que va a las empresas que concentran la producción de alimentos prácticamente no generan empleo. Tiene que haber un consumo destinado a las Pymes., que vienen muy golpeadas. No podemos depender de este beneficio indirecto para resolver los problemas de la Argentina. Es momento para ser audaces y la economía popular es lo más a mano que tenemos para potenciarlo. Es difícil y cuesta porque significa ir en contra del capitalismo global, porque es reconocer formas de producción no tradicional, pero es el momento de dar estas discusiones.