La promesa de una economía estadounidense "normal" este verano, que comenzó con la reactivación en junio de los restaurantes, los viajes en avión y los partidos de béisbol, se está transformando en un otoño incierto de crecientes riesgos sanitarios y económicos.
El fin de semana del "Labor Day", que cierra tradicionalmente la temporada estival en Estados Unidos, iba a ser el momento en el que la economía saldría por fin de la depresión pandémica, con puestos de trabajo y salarios en el sector privado que sustituirían a los subsidios de desempleo.
En lugar de ello, el verano está acabando con un aumento del número de casos de COVID-19, hospitales repletos de pacientes y pronósticos sombríos. El Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington proyecta que de aquí al 1 de diciembre se producirán 100.000 muertes por COVID, más que en el mismo periodo del año pasado, cuando se produjo una oleada de infecciones invernales y aún no había vacunas disponibles.
"No creo que el otoño de 2021 vaya a darnos la catarsis que estábamos esperando", dijo Nick Bunker, director de investigación económica del sitio de contratación Indeed, ni que proporcione una visión clara de la rapidez con la que los mercados laborales estadounidenses pueden recuperar los 5,7 millones de puestos de trabajo que faltaban antes de la pandemia. "La transición va a ser más larga de lo esperado. La cuestión es si es un tropiezo o si se deja caer el testigo".
La reapertura de las escuelas, lejos de allanar el camino para que los padres vuelvan a sus puestos de trabajo a tiempo completo, ha estado marcada por brotes erráticos, cuarentenas y cierres, mientras las juntas escolares debaten el uso de mascarillas para los estudiantes.
Tras un fuerte comienzo a principios de verano, la asistencia a los estadios de béisbol está decayendo.
El avance se emsombrece
Es un momento especialmente delicado para el Gobierno de Biden.
El presidente demócrata se ha visto afectado en las encuestas por el resurgimiento del virus, se enfrenta a las críticas por la retirada de Afganistán y debe hacer frente a las consecuencias del huracán Ida y a una serie de plazos en el Congreso en las próximas semanas para mantener la financiación del Gobierno y su agenda económica.
La estrategia de Biden de acabar con la COVID mediante la vacunación de todo Estados Unidos se vio obstaculizada por un movimiento antivacunas de gran carga política este verano, y el ritmo de vacunación se ha ralentizado desde que alcanzó su punto máximo en abril.
Una racha de inflación superior a la esperada, debida a los problemas de la cadena de suministro y a la escasez de mano de obra, consumió lo que de otro modo habría sido un aumento favorable de los salarios. El índice de confianza del consumidor, que puede influir en el gasto, cayó en agosto a su nivel más bajo en seis meses.
El avance ante el virus "es la ventaja número 1 (de Biden), pero la gente está desanimada y frustrada y esto también está interactuando con la economía", dijo un asesor de Biden no autorizado a hablar en público.
Los demócratas esperan finalizar un proyecto de ley de infraestructuras bipartidista de 1 billón de dólares tan pronto como este mes, mientras trabajan también en un proyecto de ley de 3,5 billones de dólares que sólo podría asegurar el apoyo de la línea del partido.
Los republicanos se oponen a los planes de gasto más ambiciosos de la administración. Los economistas de Goldman Sachs estiman ahora que el "acantilado fiscal", a medida que el gasto se aleja de las transferencias gubernamentales récord de los últimos 18 meses, supondrá un lastre importante para el crecimiento a finales de 2022.
Los economistas de Oxford Economics prevén recortar sus perspectivas de crecimiento del producto interior bruto para 2021 al 5,5%, frente al 7% de principios de agosto.
La reducción refleja "el deterioro de la situación sanitaria que pesa sobre el optimismo y el gasto, las persistentes limitaciones de la oferta de capital y de mano de obra y una reconstrucción más lenta de los inventarios", dijo el economista jefe de Oxford en Estados Unidos, Gregory Daco, en un correo electrónico.
Con información de Reuters