El que no salta es un inglés

En pleno Wembley dos jugadores argentinos cambiaron la historia. De aquel grito contra Antonio Rattin al grito de los hinchas ingleses en favor de Alejandro Garnacho y Lisandro Martínez. 

27 de mayo, 2024 | 00.10

El último sábado hubo 25 de mayo argentino en Wembley. Miles de hinchas de Manchester United celebrando primero el gol del pibe Alejandro Garnacho. Y ovacionando luego a Lisandro Martínez. Ambos, con puesto seguro en el plantel argentino que debutará el 20 de junio en la Copa América de Estados Unidos, fueron figuras en la inesperada victoria 2-1 ante Manchester City en la final de la FA Cup inglesa. Hinchas ingleses cantando “Argentina, Argentina”. En nuestras canchas, fecha patria, se escuchó el eterno “el que no salta es un inglés”.

Hace 58 años, Antonio Rattin se convertía en el primer jugador extranjero expulsado en ese mismo estadio de Wembley. El mítico triunfo 1-0 de Inglaterra que eliminó a la selección que dirigía el Toto Lorenzo en cuartos de final polémicos del Mundial 66 que el anfitrión organizó y ganó. Polémicos porque, además de la expulsión de Rattín, en esos mismos cuartos de final Alemania eliminó a Uruguay 4-0, con un gol anulado, un penal no cobrado, dos expulsiones “celestes” y tres goles en los últimos veinte minutos. Hubo árbitro alemán para Inglaterra 1–Argentina 0 y árbitro inglés para Alemania 4-Uruguay 0.  

Brasil, que había arribado a Inglaterra como bicampeón mundial (Suecia 58 y Chile 62), fue eliminado en primera fase, con Pelé golpeado en el debut 2-0 contra Bulgaria, obligado a parar y dos goles anulados en la derrota siguiente contra Hungría y O Rei otra vez molido a patadas en la derrota y despedida contra Portugal. Cuatro europeos monopolizaron por primera vez las semifinales de una Copa Mundial. Inglaterra se coronó campeón con gol polémico contra Alemania. 

Ese Mundial 66 fue para nosotros fue un antes y un después en los enfrentamientos contra Inglaterra. Históricamente, quedó como el partido en el que pasamos a ser “Animals”, desprecio que el DT inglés Alf Ramsey dedicó a nuestra selección apenas terminado el partido. Más que por las faltas (Inglaterra cometió 33, Argentina 19), fue por las pérdidas de tiempo y otras actitudes que la selección acentuó enojada tras la expulsión de Rattin a los 36 minutos del primer tiempo. El capitán de Boca exageró protestas contra el árbitro alemán Rudolf Kreitlein, pidió hasta un traductor y demoró ocho minutos su salida del campo, incluyendo un manoseo de banderín de corner de la Union Jack y su sentada en la alfombra roja real (la Reina Isabel no estaba en la cancha). Rattín “patriota”, ingleses “piratas”. Y los múltiples usos del fútbol. 

El enfrentamiento siguiente en un Mundial, historia ya más reciente, fue en México 86, “La Mano de Dios” como supuesta “venganza poética” tras la Guerra de Malvinas, y una tensión que creció luego en cada Copa: en Francia 98 con la expulsión de David Beckham que provocó Diego Simeone y la revancha del astro inglés cuatro años después, autor del penal que marcó la eliminación de la selección de Marcelo Bielsa en el Mundial 2002. 

El fútbol, fenómeno global antes de la globalización misma, recuerda una primera victoria argentina en un amistoso de 1953, triunfo 3-1 con Juan Domingo Perón presidente en el palco de River y una frase de autor anónimo: “Primero nacionalizamos los ferrocarriles, ahora el fútbol”. Que en Inglaterra se aprendía fútbol en las escuelas, en la Argentina en el potrero. Pelotazo vs gambeta. “Fair play” vs “viveza criolla”. Y la lista que mezclaba todo: Invasiones de 1800, Malvinas, Rattin, Diego y Beckham (socio ahora de Leo Messi en el Inter Miami que busca revolucionar al fútbol en Estados Unidos). 

A nivel de clubes siempre fue distinto. Fueron pioneros Osvaldo Ardiles y Ricardo Villa, ídolos hasta que estalló la guerra en Tottenham Hotspur, donde hoy brilla Cuti Romero. Entre varios más, imposible no citar al Kun Agüero en el Manchester City que tiene hoy a Julián Alvarez, a Carlos Tevez primer bicampeón de la Premier League, la idolatría de Dibu Martínez en Aston Villa y de Alexis Mac Allister en Liverpool o el fichaje record de Chelsea con Enzo Fernández. Son nuestras joyas modernas en un intercambio que, poderío económico mediante, siempre fue desigual. Menos en el fútbol. 

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