El mundo del fútbol está viviendo una revolución con resultado incierto. Para muchos, la nueva avanzada de Arabia Saudita, buscando a fuerza de petrodólares colocarse en la elite del fútbol, sólo es uno mas de los intentos que ya existieron en otros países y terminaron de la misma manera: un rotundo fracaso. Sin embargo, un rápido análisis de las diferencias con esas situaciones previas nos permitirá entender las diferencias y por qué, esta vez, la historia podría ser diferente.
En primer lugar vale aclarar que no es la primera vez que Arabia Saudita intenta mejorar su liga a fuerza de contratar grandes estrellas. En décadas anteriores lo había intentado varias veces, pero rápidamente la realidad golpeaba: los contratos que podía ofrecer, por mas atractivos que eran, sólo podía convencer a jugadores que estaban cerca del retiro o futbolistas de segundo orden a nivel global. Con el paso del tiempo, la liga saudí fue evolucionando, pero su importancia a nivel global, especialmente en la vida política del fútbol, fue mermando. Qatar se impuso como el nuevo gran eje del fútbol en Medio Oriente y le arrebató ese lugar que históricamente ocupaban. Y aunque la competencia interna fue mejorando, e incluso la liga se hacía cada vez de mejores jugadores, esto no alteraba la ecuación principal. Estos futbolistas son muy buenos para el fútbol local, pero que no haría que nadie por fuera de los saudíes disponga de su tiempo para ver la liga.
A nivel global, el cambio llegó con el arribo de Cristiano Ronaldo al Al-Nassr. La llegada de uno de los mejores jugadores de la historia (su lugar exacto en ese ranking se lo dejo a cada lector) le dio un salto de visibilidad a un plan que desde hacía algunos años se venía gestando. Sin entrar en los detalles políticos, podría resumirse en que Arabia Saudita decidió volver a las grandes planas del fútbol. En realidad, antes de la llegada de CR7, fue la compra del Newcastle United la que marcó que la situación había cambiado.
Y es que, a diferencia de otros intentos, tanto propios como de otros países, el estado saudí decidió esta vez ir por todo. En cabeza de Mohamed bin Salman, el príncipe heredero y primer ministro del país, se tomó la decisión política desde su asunción, en 2017, de que Arabia Saudita debía volver a hacer un intento en el mundo del fútbol. En ese momento, también, para no perder pisada contra quienes ese momento eran sus enemigos: los Al-Thani, la familia real qatarí. Y si bien luego esa relación se recompuso, incluido en el fútbol, lo que estamos viendo es sólo la consecuencia de decisiones que se tomaron hace tiempo.
Si uno compara, los fondos que dispone Arabia Saudita para intentar esta aventura de impulsar su liga local hacia el mundo, son incomparables a otras experiencias. Para ponerle números a esta cuestión: El Producto Bruto Interno Saudí se calcula en 833 mil millones de dólares. El de Qatar, en "apenas" 179 mil millones. En otros países, esta comparación no tendría sentido, pero bien vale recordarle al lector que tanto en Qatar como en Arabia Saudita, los recursos que genera el estado pueden ser dispuestos cómo así lo desee la familia real. El Fondo Público de Inversión Saudí (PIF), que será el ente encargado principalmente de viabilizar los fondos a los clubes para que puedan comprar jugadores, cuenta con activos por hasta 778 mil millones de dólares y cuenta con bienes y empresas de todo tipo. En resumen, estamos hablando de una capacidad de inversión que nunca vimos en el fútbol.
No obstante, no es sólo cuestión de cuánto dinero se puede invertir, sino cómo se lo invierte. Y mas importante, cómo se lo administra. En junio, el PIF se hizo cargo de los cuatro clubes mas importantes del país: El Al-Hilal, el Ittihad, el Al-Nassr de Cristiano Ronaldo y el Al-Ahli. Lo que para muchos fue visto como una "privatización", no era mas que reafirmar el control del estado saudí sobre todos los aspectos del fútbol local. Esto es algo que, desde el primer partido jugado en ese suelo, entre peregrinos musulmanes que visitaban la Meca y tuvieron que pedirle autorización al gobierno local, se puede ver a lo largo de la historia. El Gobierno, a través de los distintos órganos o ministerios que considere necesarios, instruye la visión macro o general de cómo los clubes deben ser administrados, y luego se apuntan presidentes o directivos que se encarguen de llevar a cabo la gestión diaria con cierta autonomía. Es en esta lógica que, por ejemplo, el Ministerio de Juventud y Deportes tiene un programa que otorga cuantiosas sumas a todos los clubes por temporada, incluyendo equipos de segunda y tercera división, sujeto a que cumplan ciertos criterios, que van desde la instauración y mejora de los equipos juveniles hasta la asistencia promedio a los estadios. En este sentido, el fútbol saudí no difiere de otras latitudes, donde el dinero que se entrega es la principal herramienta con la que una federación o un estado puede intervenir sobre las decisiones de los clubes.
La intervención del PIF sobre los cuatro clubes grandes opera exactamente sobre este mismo mecanismo. Con el agregado de que, dado el plan integral que tiene Arabia Saudita con el fútbol, necesita ahora un mayor control sobre los fondos que los clubes van a disponer, y mecanismos financieros mas aceitados para realizar estas erogaciones. Es por eso que se están firmando distintos acuerdos de patrocinios con otras empresas que forman parte del PIF, muchas de ellas incluso con poco vínculo posible con el fútbol. Por ejemplo, recientemente el Al-Ahli firmó acuerdos con varias empresas del fondo, como por ejemplo la Compañía Saudí de Inversión y Reciclado.
Pero mas allá de la necesidad de viabilizar el dinero que el estado saudí piensa invertir, también hay una lección aprendida de experiencias anteriores en la región. Qatar, Emiratos Árabes Unidos, China o la misma Arabia Saudita, ya intentaron en el pasado inyectar grandes sumas para atraer estrellas y, de esta manera, levantar la popularidad de la liga. Este modelo generalmente encuentra límites muy rápidos: los jugadores de elite prefieren quedarse en los grandes equipos europeos, o los fondos necesarios para invertir año a año son tan grandes y el rédito es tan poco, que el mismo proyecto se hace inviable. Para evitar que esto suceda, la solución es profesionalizar la estructura de contratación y gestión de los clubes. En ese sentido, desde el PIF le "recomendaron" (con fuerza de orden) a los clubes contratar CEOs extranjeros, con experiencia en gestión deportiva de alto nivel, para que lleven a cabo las contrataciones y los armados del plantel. También hay un proceso de selección de los futbolistas que pueden obtener estos cuantiosos contratos, que excede a los clubes, para reducirlos realmente a jugadores de primer nivel. También se produjeron movimientos de nombres y cargos en el organigrama de la liga y la federación, a fin de buscar una mejor gestión diaria de los recursos.
Sin embargo, limitar la revolución saudí a los cuatro clubes grandes y al Fondo Público de Inversión sería un error. El plan es mas ambicioso y excede a los gigantes del fútbol local, que sin duda serán los arietes en esta ofensiva. Distintos funcionarios, tanto del Ministerio de Deportes como de la Federación Saudí y la Liga, han declarado en varias oportunidades que todos los clubes de la primera división tendrán la posibilidad de contratar jugadores de alto nivel y que será el gobierno quien, de una manera u otra, se hará cargo de esos onerosos contratos. Por el momento, ningún otro equipo hizo estos movimientos, pero la puerta queda abierta para que esta temporada o la siguiente, se siga ampliando el escuadrón de estrellas al resto de la liga.
Si todos estos cambios dan resultado, sólo el tiempo lo dirá. Que exista la intención (y mas importante, los fondos para llevarla a cabo) no significa que el proyecto prospere. El caso mas claro es el de Lionel Messi, quién rechazó la billonaria oferta que le propuso el estado saudí para ir a la MLS, quién con otros métodos también busca posicionarse en el mundo global del fútbol.
Como mencioné antes, estas aventuras rápidamente encuentran sus propios límites de una manera u otra. En el caso saudí, la estructura altamente personalista que suele tener el fútbol en la región puede atentar contra sus propios intereses. Los dirigentes muchas veces toman decisiones en base a sentimientos propios, rencillas personales o simplemente el resultado del último partido. Esto hace inviable muchas veces cualquier proyección a largo plazo. Esta preocupación es compartida por la cúpula del fútbol saudí y por eso la idea es encontrar el equilibrio entre los miles de millones de dólares que el estado va a invertir y una correcta gestión de los mismos. El otro gran problema es que, en la medida que el fútbol de elite siga centrado en los grandes países europeos, ningún proyecto "periférico" va a poder tomar el lugar de ser una de las principales ligas del mundo. Esto le aplica tanto a Arabia Saudita como a, por ejemplo, Estados Unidos. En el fútbol, aunque parezca mentira, a veces el dinero no lo es todo.