“El año pasado, en marzo, estábamos volviendo al Centro Cultural de la Cooperación con Trastorno, una obra llevamos a Mar del Plata –donde ganó tres premios Estrella de Mar-, y cuando arrancamos una nueva temporada en la Ciudad, hicimos dos funciones y tuvimos que levantar”, comenta el actor y dramaturgo Pompeyo Audivert, en diálogo con El Destape a raíz del reciente estreno de Habitación Macbeth, una adaptación alucinante del clásico de William Shakespeare.
En el cuerpo de Audivert residen siete personajes que dan vida al nuevo espectáculo del Centro Cultural de la Cooperación (Avenida Corrientes 1543). Su entrega pura y la pasión con la que se muestra ante la platea reivindican la belleza de la ceremonia teatral hasta el caluroso aplauso final. Imperdible.
- ¿Cómo transitás la cuarentena?
Si no lo hubiera pasado preparando Habitación Macbeth, el 2020 hubiera sido muy angustiante en mi vida. Entramos en una introspección, una suerte de reducción a nuestro propio cuerpo como único habitáculo teatral y lugar de fantasmagorías y reclusión. Uno se enfrenta con cosas que tenía pendientes y que por la misma dinámica de la acción artística había dejado de lado. En esas condiciones de encierro, hace que reaparezcan. Es contradictoria esta pandemia: en medio de la angustia, se abren ventanas luminosas.
- ¿Qué sentiste al volver al escenario con funciones presenciales?
Es maravilloso pese a las restricciones sanitarias fundamentales. No creo en el streaming más allá de que lo entiendo como una variable ante la inactividad. Jamás lo pensé como una opción para estrenar. El teatro es un rito presencial.
- Pasaste de adaptar autores rioplatenses como Florencio Sánchez, Armando Discépolo, Andrés Rivera y Roberto Arlt a volver a uno de los padres del teatro, Wlliam Shakespeare. ¿Cuál fue el impulso para volver a las bases?
Pienso que el teatro siempre debe producir desde las perspectivas, materialidades y mitologías nacionales. En general mi teatralidad siempre se disparó con autores de nuestro país, pero este momento de pandemia es de carácter universal. Y en ese sentido Shakespeare es un autor que permite elaborar una reflexión que trascienda lo local. En esta versión que hice, los únicos registros nacionales que aparecen son algunos recursos del grotesco y el sainete o de un realismo más criollo. Todas las demás referencias apelan a la condición universal que de algún modo el teatro señala siempre y que tienen que ver con las zonas metafísico-existencial, dimensión humana que es anterior a la localización geográfica e histórica y es donde radica nuestra identidad y nuestra pertenencia.
Me gusta decir que el teatro es como un piedrazo en el espejo, en el sentido de que debe erigir una unidad referencial, primero, para concitar una unidad con los espectadores (un espejo donde se sienta identificación) y después debe arrojar un piedrazo para revelar que la identidad de fondo -que subyace detrás de la ficción- es de una naturaleza metafísica. Esa dinámica nos permite señalar quiénes somos y de dónde venimos los seres humanos. En el caso de Shakespeare, en sus obras siempre aparece una "sobre naturaleza" que asedia a los personajes, los intercepta, los abduce y los lleva a cometer actos que no estaban en sus perspectivas. Se vuelve contemporáneo.
- De hecho, si analizamos Macbeth como una metáfora de cómo el poder degrada a los seres, encuentro resonancias con discusiones que nos preocupan hoy: quién se da la vacuna primero, lo que algunos estarían dispuestos a hacer por una dosis.
Las resonancias históricas son muchísimas. A mí me suena mucho el fenómeno del converso: el que parecía una cosa y después se muestra como una totalmente opuesta. Periodistas y políticos en los que uno confiaba y eran sus ídolos, que de repente se transforman en algo totalmente opuesto. De referente a otra cosa. Solo puede explicarse desde una mirada Shakesperiana, fueron interceptados por una fuerza oscura en algún lugar del camino y llevados a otra valencia de su ser que estaba oculta. Como Macbeth, que se transforma de noble servidor del Rey y su patria a un asesino compulsivo en una escalada del poder incesante. Es algo siniestro y muy llamativo. Cambiar la identidad por la fuerza del poder.
- Acá tenemos varios pseudo periodistas con una Lady Macbeth al lado.
Tal cual.
- Es francamente admirable que un actor transite tantas identidades en un solo cuerpo, ¿no te abruma?
Es muy abrumador. Hay que arrasar con la presencia del yo y poner en su lugar varias identidades. El cuerpo se vuelve un hotel de inmigrantes donde habitan, en este caso, siete personajes. Es intenso. Desesperante al principio. Cuando ya se entra en la dinámica, la experiencia es gozosa. Uno es y ha sido muchos, y el teatro es una metáfora de la reencarnación. En ese acto ritual uno ensaya la muerte y la resurrección.
Desde el lado técnico, investigo en la física compositiva de los cuerpos y en la dinámica poética de ella. Practico metódicamente, tengo un sistema teórico práctico en torno a lo que llamo fisicaciones, es decir una política de la composición física y de sus despliegues. Aquí también tienen que ver la palabra y la voz, hay formas de entrenarlas. El teatro se transforma en una máquina de artificio compositivo en donde los cuerpos no se comportan como los cuerpos reales del frente históricos sino que tienen diferencias que los vuelven parientes de otro tiempo y de otra condición existencial. En este sentido, creo que el hombre ha perdido la conexión con su ser de fondo, su presencia abismal y conciencia de otredad.
- En lo personal, ¿creés en la reencarnación?
Absolutamente. Y creo que cuando el público va al teatro en realidad quiere ver algo que vaya más allá de la ficción con la que una obra se enmascara. Es un fenómeno paranormal revestido de máscaras.
Habitación Macbeth
Dirigida por Pompeyo Audivert
Sábados, a las 21 horas ; y domingos, a las 20. En el Centro Cultural de la Cooperación (Avenida Corrientes 1543). Entradas: $ 1000.