Un papel en el viento es un viaje hacia lo más profundo del costado existencialista humano. Las conformidades, frustraciones y miedos a la vida son retratados en esta obra creada por Pacho O'Donnell y dirigida por Daniel Marcove, mediante cinco personajes interpretados por Nicolás Amato García, Juan Manuel Correa, Pablo Flores Maini, Julieta Pérez y Emma Serna.
Pacho O'Donnell dialogó con El Destape y ofreció reflexiones acerca de su creación, que podrá disfrutarse por última vez en el año este jueves 25 de noviembre en el Teatro El Tinglado. En febrero de 2022, la pieza se reestrenará en la misma sala.
¿Cómo surgió la idea de la obra? ¿Qué te llevó a escribir sobre cuestiones existenciales?
- Creo que un autor no debe dar por supuesto que sabe lo que hizo con su obra. La creación es un proceso inconsciente. Siempre me ha parecido bastante absurdo cuando los autores explican de qué tratan sus obras. Pero puedo hacer algunas reflexiones, que no pretenden explicar. Vos das una palabra muy lúcida cuando decís existencial. Efectivamente, creo que es una obra que trata sobre temas existenciales y desde una perspectiva existencialista. A pesar de que el existencialismo es una doctrina filosófica que supuestamente ha pasado de moda, para mí sigue siendo absolutamente vigente. Trata sobre la vida, la muerte, el encierro. Esta es una obra de pandemia. Si bien yo tenía algunos esbozos sobre el tema del encierro, la pandemia, sin que yo me diera cuenta, puso énfasis en la muerte, el paso del tiempo, el encierro. Así que de eso fue saliendo esta obra. En este momento recuerdo una frase de Dostoyevski, quien para mí es el autor existencialista por excelencia: “Cuando un sensor le dice a Jesús que sobreestimó demasiado la capacidad de su criatura de soportar la responsabilidad”. La obra trata sobre la responsabilidad de vivir, de darle sentido a la vida.
En cuanto al elenco, ¿lo armaste vos?
- No. Es la séptima obra que hago con Daniel Marcove, con él tengo una especie de matrimonio creativo. Tengo mucha confianza en él. Hay una especie de complementariedad: yo soy escritor y lo que le reclamo a él, y siempre me es dado, es ponerle imágenes a mis textos. Daniel tiene una gran capacidad para eso. A este elenco lo formó él y me parece excelente. La única conversación que tuvimos fue que, en mi obra original, el personaje de Mónica era una travesti y él me dijo de poner a una actriz trans, cosa que me pareció excelente. Me pareció que tenía más que ver con la obra. Y ahí apareció Emma Serna que, además de ser una excelente persona, es una excelente actriz. Hace muy bien a su papel. En general, los actores están muy bien.
¿Viste que se habla de la importancia de que los personajes trans estén representados por actores y actrices trans? ¿Vos también lo crees importante?
- Sí, por supuesto. Lo importante es que haya personajes trans. Es decir, que uno escriba la obra y que escriba mujeres, hombres, trans, travestis. Que estén incorporados en el arsenal de personajes posibles. Y si es trans, que sea interpretado por una persona trans. no como antes, que el teatro era considerado una actividad pecaminosa y las mujeres eran representadas por hombres. Creo que los personajes trans deben ser tan comunes como los hombres y mujeres en una obra de teatro.
Mónica, el personaje trans de la obra, en varios momentos habla sobre las situaciones que atravesó por su género. ¿Visibilizar la realidad de las personas trans fue una premisa desde el inicio en vos o se fue dando en el proceso, como dijiste antes, de manera inconsciente?
- Claro, su personaje refleja una realidad trans. Cuando los demás, de alguna manera, exponen su fracaso, ella reivindica, por lo menos, haber podido sobrevivir a su condición trans y haberlo hecho con dignidad. Quizás es el punto de mayor realización personal que hay en toda la obra.
En tus redes sociales hacés bastante referencia a la importancia de la salud y el ejercicio. En la obra uno de los personajes también hace referencia a la salud cardíaca, ¿por qué esa relevancia de ese concepto en tu obra y en tu vida?
- Yo padezco una insuficiencia cardíaca severa desde hace varios años, lo que fomentó mi descubrimiento del cuerpo. Tiene que ver con mi pelea con esa insuficiencia. Siempre he sido una persona bastante rebelde y con cierto coraje. Cuando uno tiene una insuficiencia cardíaca y el corazón no funciona como tiene que funcionar, se supone que no se deben hacer esfuerzos. Pero fijate vos que a mí me sirvió como desafío: tomé la recomendación del médico de hacer alguna gimnasia para fortalecer la parte sana del corazón y me envicié, me entusiasmé con el trabajo corporal. Y así apareció todo este beneficio y reflexión sobre el cuerpo. Cómo los seres humanos abandonamos al cuerpo a una cierta edad, no es que el cuerpo nos abandona, sino que nosotros lo abandonamos. Pero un poco por eso aparece lo del corazón. La obra, de alguna manera, tiene algo de Los restos diurnos del sueño, de Freud, no lo había pensado, pero es posible que el tema de lo cardíaco aparezca porque es un tema importante en mi vida, con el cual he tenido que pelear durante los últimos años.
Qué interesante ese concepto de que uno abandona al cuerpo y no viceversa.
- Absolutamente. Se abandona la sexualidad, se abandona la buena vida, la energía, la vitalidad, es un tema casi suicida. Fijate vos que eso tiene mucho que ver con el Covid, que se ha ensañado con las personas de edad. No tanto por ser de edad, sino por el pésimo estado físico en que solemos estar las viejas y los viejos.
Cambiando un poco de tema, como alguien que siempre estuvo vinculado a la cultura ¿cómo ves al movimiento cultural en la actualidad y cómo creés que las redes sociales influyeron en la manera de vincularse con la cultura?
- Bueno, en este punto, las redes sociales son casi la esencia de lo humano. No sé si no podría definir a los seres humanos así como Lacan define al inconsciente estructurado como un lenguaje, por ahí habría que hablar de la condición humana estructurada como una red. Somos entes vivos colgados de las redes, que son muy constitutivas en este momento. Es inevitable que gran parte de la cultura pase por las redes sociales y por todo lo que eso implica. Creo que no se puede decir que son buenas ni que son malas. Existen. El hecho de estar en Instagram, para una persona tímida como yo, que siempre usé el placer de escribir en soledad, me permitió una forma de comunicación que me amplió. Pienso que ha sido absolutamente beneficioso. Como WhatsApp, que para mí es algo de un enorme valor, el hecho de poder comunicarme con alguien a quien quiero preguntarle cómo está. En mi caso, ha sido absolutamente positivo.
Claro, además permitió oportunidades artísticas para quienes no las tenían. Antes, para ocupar un lugar, tenías que ser convocado por un director o productor; hoy en día podés mostrar lo que hacés y visibilizarte desde tu casa. ¿No?
- Sí, totalmente. Además, hacer conocer que has estrenado una obra, publicado un libro. Antes era muy difícil. Yo siempre he estado fuera del circuito comercial, en el teatro off, y no había una forma de que la gente se enterara. Por ahí podías poner un aviso chiquito en un diario, que costaba una fortuna y no lo veía casi nadie, y ahora es mucho más fácil transmitir lo que pensás, lo que hacés. Eso es fantástico. La posibilidad de difundir es muy importante.
Por último, volviendo a la pandemia, ¿vos cómo viviste, desde tu lugar de artista, el cierre de actividades culturales? ¿Le encontraste una vuelta?
Lo viví bastante mal. Bah, como todos. Yo no les creo cuando dicen que la pasaron bien. Ha sido un momento muy complicado, en algunos sentidos positivo: creo que la pandemia nos ha permitido romper con la cotidianeidad, esa anestesia de suidicio filosófico. Esa rutina que te hace no pensar en lo fundamental de la vida, que te vas a morir, el hombre es el único animal que lo sabe y hace todo lo posible para negarlo. Tenemos todo un aparato de negación, de refugiarse en que la ciencia nos va a hacer inmortales. La esperanza de que, a través de la filosofía, vamos a entender lo que nos es inexplicable. La esperanza de que lo que dice la religión sea cierto, es decir, que esta vida no es sólo una, sino que hay otras y que en realidad no nos morimos nunca. Todo eso es suicidio filosófico, algo que ha sido fracturado por la pandemia. Nos ha obligado a estar en nosotros mismos y lo mejor que puede dejarnos es haber pensado en aquello que no hemos hecho o no hemos sido, y que debemos tratar de hacer o ser antes de morirnos. Porque, otra cosa que nos mostró la pandemia es la existencia del tiempo, que es un elemento clave de la obra. Creo que, en una conclusión, si algo dejó de bueno la pandemia fue la reflexión de si al poquito tiempo que nos queda de vida a todos lo vamos a aprovechar y encontrarle sentido a esa nada o si lo vamos a desperdiciar y hacer que nuestra vida sea una acumulación de cuotas, arreglos y cosas sin mayor densidad humana existencial.