(Por Mercedes Ezquiaga) Luego de la renuncia de la gerente de museos de la ciudad, Victoria Otero, por la polémica que generó la performance "Sirenas en jardines electrónicos" del colectivo artístico Opera periférica que se exhibió en el Museo Fernández Blanco, el Ministerio de Cultura porteño anunció en un comunicado que "se reorganizarán procesos y se redefinirán responsabilidades en cuanto a las programaciones artísticas" de sus museos, quedando una vez más en evidencia el poder de los usuarios virulentos en la era de las redes sociales y la cancelación.
No hubo más detalles ni declaraciones oficiales sobre esta medida, a excepción del comunicado dado a conocer por el Ministerio de Cultura de la ciudad donde informa que la ópera barroca llamada 'Sirenas en jardines electrónicos' fue seleccionada en la convocatoria abierta federal realizada en 2022 por la Dirección General de Museos del GCBA" y que "en ningún lugar de toda la documentación presentada existían indicios de las escenas que se desarrollaron el sábado 25 en los jardines del Palacio Noel, sede del Museo Isaac Fernández Blanco".
El comunicado del Ministerio -que programa 200 actividades por semana en 80 espacios culturales- añade que "no existió referencia alguna de que la obra debiera tener restricción de edad y utilización de lenguaje explícito" y manifiesta: "Queremos dejar en claro que no avalamos, ni promovemos esta clase de espectáculos que puedan herir u ofender la sensibilidad de muchas personas".
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La obra de 45 minutos de duración de este colectivo artístico que fusiona música clásica con arte queer -y que se ha presentado en destacados espacio de la ciudad como Proa 21, Bienalsur o BafWeek- se realizó sin contratiempos en los jardines del mencionado museo pero algún usuario decidió compartir en sus redes sociales un fragmento de 90 segundos donde se ve dos mujeres en diminuta ropa interior y un performer diciendo la palabra "pija" y entonces la "sensibilidad" exacerbada de estos tiempos hizo su trabajo.
En la misma semana que una docente de historia del arte de Estados Unidos fue echada de la escuela donde daba clases por mostrar el David de Miguel Angel, luego de que un grupo de padres considerara "pornográfica" a la célebre escultura renacentista, la ópera barroca de este colectivo queer se viralizó y horrorizó a los usuarios de redes sociales, la comarca virtual acostumbrada a encenderse como reguero de pólvora: en cuestión de horas, el espacio virtual se plagó de mensajes moralizantes.
"Desagradable", "perverso", "extremadamente de mal gusto" tipearon diferentes usuarios en sus muros aunque casi ninguno se preguntó por la calidad artística de la puesta: "El recorte que se hizo a través de las redes fue salvaje", había dicho a Télam Pablo Foladori, uno de los directores de la obra de sitio específico junto a Gerardo Cardozo y añadió que desde el momento en que se viralizaron las escenas, no dejaron de recibir "mensajes transodiantes por cuentas de Twitter e Instagram".
El asunto recuerda a episodios recientes como la decisión de cambiar el título de la famosa novela policial de Agatha Christie "Diez negritos" (1939) o la de los Rolling Stones de quitar de su repertorio "Brown Sugar" por sus referencias a la esclavitud, pero también en el ámbito local a cuando el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) debió retirar arañas que estaban incluidas en una instalación artística titulada "Sí, quería", del artista Joaquín Sánchez -como parte de su exposición "Aó. Episodios textiles de las artes visuales en el Paraguay"- ante las quejas de usuarios de redes sociales que protestaron por el bienestar de los arácnidos y el medio ambiente, en mayo de 2022.
En esta oportunidad, la censura recayó en Ópera Periférica, un colectivo que toma elementos del noise, del barroco, del pop y del pospunk así como referencias a Néstor Perlongher y a Sylvia Plath.
Foladori considera que la presentación de este tipo de espectáculos tiene que ver con "discutir ciertos espacios e ideas sobre el Barroco, generando incomodidad, pero no con generar un escándalo. Sí con desestabilizar un centro".
El fragmento viralizado en redes sociales muestra a un joven ataviado con una falda mientras recita: "Qué importa la pobreza cuando tenés la p... bien dura. Qué importa la pobreza cuando tenés la cola hambrienta. Qué importa. Qué importa la pobreza cuando salís enloquecida a buscar por las calles, por los rincones, ese poco de amor furioso que te aturde y te hace olvidar un rato de la pobreza", acompañado de música electrónica.
Sólo por la controversia, esta obra logró traspasar esa supuesta barrera imaginaria que separa al arte contemporáneo del gran público. Quedará entonces para otro momento la válida reflexión acerca de si la propuesta es buena o mala, relevante o conmovedora, profunda o banal, o siquiera ninguno de esos calificativos. Podría ocurrir tal vez en alguna discusión del afiebrado universo de las redes sociales, que sin embargo por el momento parece consagrarse en exclusividad al puritanismo de época, que disfrazado de corrección política o respeto a los "espectadores sensibles", amenaza con extinguir el componente inquisidor e incómodo que hace del arte un dispositivo para que los individuos y las sociedades se interpelen acerca de la naturaleza de sus prácticas y convicciones.
Con información de Télam