“¡Qué loco esto de tener reportajes por Zoom!”, comenta Diana Saiegh al inicio del encuentro. Saiegh fue la elegida por Tristán Bauer para asumir la Presidencia del Fondo Nacional de las Artes (FNA) y la irrupción del coronavirus la obligó a impulsar un pack de políticas de contención cultural de urgencia, como lo fueron las Becas Sostener Cultura I y II.
A los pocos minutos, la escritora Mariana Enríquez se suma. Recientemente galardonada por la novela “Nuestra parte de noche”, encabeza la Presidencia de Letras del FNA e impulsa el nuevo concurso del área que busca darle voz y participación a los escritores de distintas regiones del país, en géneros por fuera de los cánones clásicos.
- ¿Cómo llevan la gestión en plena pandemia de COVID-19?
Diana Saiegh: Fue un golpazo. Si bien mi nombre empezó a circular en diciembre de 2019 cuando asume Tristán Bauer como Ministro de Cultura, mi designación formal fue recién el 6 de marzo de 2020. El 9 pude presentarme en la institución para saludar al personal y entrar en acciones. Casi no tuve tiempo de gestión hasta la irrupción de la pandemia en Argentina. Lo único que pude formalizar fue una reunión con los trabajadores para explicar que mi gestión sería abierta a todo aquel que desee participar y ser escuchado. Mi plan para marzo era realizar una exposición que vinculase obras en relación al día de la Memoria y al día de la Mujer. La realidad es que encontramos una Casa de la Cultura muy fría y excesivamente blanca. La idea fue clara: volver a darle vida y color. Esta puesta iba a llamarse “Habitar la casa”. Al final, la casa no se pudo habitar.
Mariana Enríquez: Este es mi primer trabajo en función pública. Me pareció que este año, que es espantoso, podía estar bueno para aceptar el desafío que me propuso Diana. Como la pandemia hizo que toda la estructura del Fondo se dedique a las Becas Sostener 2, armamos con seriedad pero con celeridad un solo concurso de letras.
- ¿Cómo surge la idea?
DS: La idea fue de Mariana y el Directorio la aprobó. Al venir de las artes visuales, soy híper respetuosa de las decisiones, aunque en esa ocasión quise sugerir algo. Recuerdo que le dije a Mariana ‘¿te parece muy loco que hagamos un concurso temático?’. ‘Dejámelo pensar, temático no’, me contestó. Y fue así como surgió esta alternativa que rompe con la tradición histórica del Fondo, que alimenta un círculo de eternos concursantes.
- Que aburrido ver siempre las mismas caras.
ME: Yo no quería temático en el sentido de decir “sobre esto”. Primero porque creo que, en general, con eso no salen buenos textos. Y no creo que haya un género en particular, o una manera en particular, de abordar absolutamente nada.
- Optaron por explorar los géneros fantástico, terror y ciencia ficción. Me pareció muy audaz dado que hasta ahora no se les había dado espacio. ¿Cómo surge la idea?
ME: Se busca que participen todas las categorías más la novela gráfica, la cual no había participado nunca. Un poco anticuado, ¿no?
- Hay exponentes muy buenos. Se me ocurre Neil Gaiman, uno de los más populares.
ME: ¡Soy fan de Gaiman! Ahora que lo mencionaste, hay una cosa muy particular sobre él que se vincula a la charla y es que ganó un Premio Nacional de Literatura con TheSandman. Revolucionó todo, porque en los ‘90 eso era muy novedoso. Estamos hablando de los ‘90 y estamos en 2020, o sea, hace 25 años era novedoso poner novela gráfica. Ahora, me parece que es ya una cosa más natural. Francamente, al ser el primer concurso de mi gestión quería pisar un terreno conocido y llamar a personas que saben del tema para integrar el jurado y el pre jurado. Luego, me sedujo la idea de que el concurso fuese completamente federal. Por eso está dividido en cinco regiones, con cinco premios y uno más a nivel nacional. Es una jugada arriesgada porque no sabés cuántas personas de estos lugares van a mandar sus obras. Según un relevamiento que hicimos, el índice de participación histórico es bajo; esto mismo nos impulsó a volver a activar estos centros y hacer más igualitario el concurso. La verdad es que hay un desbalance muy importante en este aspecto.
- Encabezar esta reconquista de público con estos géneros, ¿es una forma de empoderarlos?
ME: En Argentina, hay una cosa paradójica con el terror, particularmente: si bien en el mundo el género es muy popular, en algún caso masivo, en el país no suele llegar a las grandes editoriales porque no goza de prestigio, al contrario. Se alimenta un discurso lleno de prejuicios. Y la gran paradoja es que casi todos los grandes escritores argentinos han pasado por el género. Por ejemplo, el caso de Samanta Schweblin, que es probablemente la escritora argentina más reconocida y premiada en el exterior, una hábil creadora de mundos fantásticos. O Gabriela Cabezón Cámara con “Las aventuras de la China Iron”, una especie de relectura feminista del Martín Fierro, que está nominada al Premio Booker.
- Hay una falsa creencia de que son lecturas escapistas y no pueden llevar a la crítica social.
ME: Me parece que no podemos seguir pensando las categorías así. ¿Por qué no vas a pensar que algo que te divierte además no puede ser crítico? Yo me divierto con “Los Miserables”, y sé de lo que está hablando la obra. La ficción está hecha para ayudarnos a pensar el mundo, pero no solamente desde la solemnidad, sino, nos amargaríamos. La comedia tiene momentos totalmente ligeros: hace reír y pasar un buen momento, y después te destroza en la segunda oleada con una crítica social. Pienso en la película “Los productores”, por ejemplo. Hay infinidades. Te levanta, te hace reír y es divertido, y después, bueno…
DS: Y también lo que se decía antes, la postergación.
ME: Por supuesto. ¿Cuándo ganó un Oscar una comedia? ¡Hay que sufrir! Y a veces, los dramas son mucho más tontos ideológicamente que el grandísimo poder de crítica y de ironía que genera el humor.
- En el establishment gana mucho más todo lo que es la corrección política.
DS: Es cierto. Esa llamada corrección política está ocultando otra cosa, en general. Mirá a la cineasta María Luisa Bemberg. Hay mucha gente que emerge del establishment con una denuncia que después el propio sistema no reconoce como propia. Es un acto de denuncia que no se corresponde con su clase.