Kike Ferrari: "La realidad es una herramienta más para escribir ficción"

29 de marzo, 2022 | 19.28

(Por Carlos Aletto). En su nueva novela, "El significado del fuego", el escritor Kike Ferrari retoma el mismo punto donde termina su novela, "De lejos parecen moscas" del 2011, para captar a su protagonista -el señor Machi- como un hombre adinerado que vivió de manera frenética y paranoica, y que ahora los personajes recuerdan en su ausencia los episodios que trastocaron su vida una década atrás.

La nueva novela publicada por Alfaguara se relaciona con "De lejos parecen moscas" en dos planos. El primero, el más obvio, es que "El significado del fuego" retoma desde el mismo punto donde termina la anterior novela que tiene como protagonista al señor Machi. La otra forma en la que se vinculan es la manera de acercarse al sujeto de las dos historias, el protagonista "señor Machi". En la primera novela publicada en 2011 es pura presencia. Todo sucede dentro de la cabeza enloquecida, frenética y paranoica durante seis horas de su vida. Y en la nueva novela lo que existe es pura ausencia, "como el contorno de la silueta, que se construye con la mirada que todos los demás tienen y dicen que recuerdan de esos eventos que sucedieron diez años antes", resume el autor.

Enrique "Kike" Ferrari nació en Buenos Aires, es miembro del comité de redacción de la revista "La Granada" y escribe para la revista de los Metrodelegados, el sindicato de los trabajadores del subterráneo de Buenos Aires, donde es delegado de base. Además trabaja en la estación Pasteur - AMIA de la línea B limpiando durante las noches. Entre sus novelas se destacan "Operación Bukowski" (2004), "Lo que no fue" (2009), "Punto ciego", en coautoría con Juan Mattio, (2015) y "Todos nosotros" (2019).

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-Télam: ¿Encontrás vínculos entre el entramado de la sociedad, la política, la justicia y la corrupción similares a los que están presentes en "El significado del fuego"?

-Kike Ferrari: Sí, por supuesto que hay vínculos con el entramado social, con las corruptelas, con todo aquello que el capitalismo tardío subdesarrollado y falopa en el que vivimos nos propone en nuestra sociedad. Lo que describe la novela es un vínculo no necesariamente de reflejo o de espejo. Es un vínculo opaco, con cosas soterradas, otras exageradas o movidas de lugar. Quizá lo más interesante, en el sentido social, es la inclusión de la vieja oligarquía patricia, que en la novela anterior no estaba, porque era una novela de nuevos ricos y de la burguesía construida desde el estado a partir de la Dictadura. "El significado del fuego" es una novela, por decirlo de alguna manera, más de los Peña Braum que de los Macri.

-T.: ¿Hay algún "señor Machi" fuera de tu novela que sirva de referente?

-K.F.: Hay un señor Machi original que se llama Luis Machi que fue un empleador que yo tuve hace dieciséis años en una tanguería. Este referente me sirvió, sobre todo, por el modelo físico y sus actitudes. El Machi original era un tipo bastante pedante, desagradable con los empleados, sobrador y forro. Necesitaba un personaje de mucha guita, al que le pudiera dar una consistencia física para imaginármelo y que tuviera estas particularidades. Como no conozco, en persona, a muchos ricos usé de modelo a este patrón que tuve. Cuando escribí "De lejos parecen moscas" no me leía nadie, por esto decidí usar también el nombre y algunas anécdotas. Ese modelo original se fue desdibujando y en esta novela del Machi original no queda nada. Y si lo pensamos mejor: de Machi personaje tampoco queda nada.

-T.: ¿Cómo trabajás la estetización de transformar la realidad en ficción?

-K.F.: Es una herramienta más para para escribir ficción. No tiene un peso o un valor distinto que otras herramientas que uso. Cuando necesito un pequeño evento de la realidad inmediata para que la historia funcione, o para que avance o se desarrolle en algún sentido lo uso, igual que si necesito un fantasma lo uso o si necesito un personaje de un escritor amigo lo uso, o si necesito torcer un poco una fecha la tuerzo. Pienso en esos pequeños aportes que la realidad inmediata y contemporánea me brinda como una herramienta más en esta tensión entre ficción y realidad. Para tratar de que la que salga ganando sea la verdad, que parece no estar en disputa, no entrar en la discusión.

Trato de pensar siempre que uso un personaje o un evento de nuestra realidad cotidiana, que en treinta años ese evento no se va a distinguir, nadie lo va a recordar o que ahora mismo la novela cuando es leída en México o en España nadie va a saber a quién se refiere esos guiños que yo tengo con el lector argentino en esta época. Entonces lo pienso como una herramienta más para que la historia que tengo ganas de contar pueda ser contada.

-T: Militás desde muy joven y lo seguís haciendo, ¿cómo ves la desigualdad hoy en día en la sociedad? ¿Cambió tu mirada en estos años?

-K.F.: La respuesta es no y es sí. No porque no es exactamente la misma mirada, de hecho no es exactamente el mismo objeto que estoy mirando. Bueno sería que a treinta y cinco años de mi primera aproximación a la política yo siguiera viendo el mundo exactamente de la misma manera, siendo que tanto el mundo como yo cambiamos muchísimo en estos treinta y cinco años. Pero también la respuesta es sí, porque en lo que es central, en la foto más grande, en lo que es más importante, las cosas no han cambiado, ni material ni objetivamente. El mundo es un lugar horrible. El capitalismo es un sistema injusto y que se pone más injusto cada vez. Además, el capitalismo pone cada día más en peligro la existencia de la vida en la tierra. Así que, supongo, que una parte es no porque hay un montón de cosas que cambiaron, porque material y objetivamente cambiaron en el mundo y en mi vida, pero la respuesta también es sí, por qué sigo pensando igual que cuando tenía catorce años e ingresé al MAS (Movimiento al Socialismo), porque este sistema es horrible, injusto y asesino. La tarea que tenemos por delante es cambiarlo, si queremos sobrevivir como especie.

-T.: ¿Con qué línea genealógica de la literatura argentina te sentís más cómodo?

-K.F.: La literatura argentina no sirve para pensar genealogías. Nos sirve para pensar algunas lecturas. Tengo la sensación de que la genealogía literaria de un autor de esta época está construida por otras variables, por otros cruces: la literatura urbana o la literatura ligada a los géneros populares. Hace un par de días leí una nota de difusión de la Universidad de Canadá que hicieron un estudio sobre una florcita que se llama trébol blanco que está presente en todas las urbes. Lo que demostraba el estudio es que más allá del contexto geográfico, del clima, este trébol blanco en todas las grandes concentraciones del mundo acelera, profundiza y direcciona unas mutaciones genéticas, una evolución distinta que la misma flor en los entornos que no son urbanos. El trébol blanco en Hong Kong, en Buenos Aires, en Madrid y en Nueva York son más parecidos entre sí que el trébol blanco que hay en Buenos Aires y otro que se encuentra a ciento cuarenta kilómetros de la ciudad. Algo de eso se da con la genealogías literarias en este momento. Un escritor de géneros populares, de literatura urbana de este tiempo.

-T.: ¿Cuáles son los escritores que tenés en tu altar?

-K.F.: En mi altar están desde Jorge Luis Borges hasta Paco Ignacio Taibo lI, desde Fiodor Dostoievski a Philip K Dick, desde William Faulkner a Dashiell Hammett.

Con información de Télam

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