Florencia Etcheves: "Frida Kahlo no vivió todo con una sonrisa, le plantaba cara a la tragedia"

24 de octubre, 2022 | 14.23

(Por Leila Torres) La escritora y periodista Florencia Etcheves decidió ponerle pausa al thriller para traer a la escena literaria "La cocinera de Frida", una novela histórica con tintes policiales que se sumerge en la cotidianidad de la icónica pintora, a la vez que indaga en los vínculos familiares, la identidad y el duelo.

Florencia Etcheves nació en la ciudad de Buenos Aires en 1971. Como periodista, se especializó en casos policiales, temática que luego volcó en novelas como "La Virgen en tus ojos" (2012) y "Errantes" (2018). Además, fue productora de programas de televisión sobre crímenes, presentadora y columnista en noticieros nacionales. Su último libro, "La cocinera de Frida", se adentra en el universo de la mexicana Frida Kahlo desde la perspectiva de Nayeli, una joven tehuana que huye de su pueblo y al llegar a la Ciudad de México -gracias a sus habilidades culinarias- encuentra refugio en la cocina de la Casa Azul, donde vivía la artista con su familia.

¿Cuál es el rol de esta cocinera ficcional en la vida de la artista mexicana? ¿Qué ocurre en la cocina, espacio de creatividad e intimidad, que no sucede en otros espacios del hogar? "Mi abuela siempre decía que las personas que te crían no solo son las que te enseñan a leer y escribir, sino también quienes te alimentan. Siempre me gustó el concepto de que la alimentación tiene que ver con la crianza. Cuando empezó a gestarse un policial sobre Frida Kahlo, se me vino esa frase entonces decidí jugar con eso", cuenta la escritora a Télam.

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Con esta novela, editada por Planeta, la autora de "Cornelia" aporta una nueva pincelada a las ficciones que retratan a Kahlo, figura que aún a casi 70 años de su muerte mantiene intacto su magnetismo. Recientemente, a partir de la exposición "Tercer ojo" en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, más de 12 mil personas se acercaron a ver sus cuadros "Autorretrato con chango y loro" y "Diego y yo".

-Télam: La narración se construye a partir de cambios de escenario y de tiempos, ¿cómo tomaste la decisión situar al lector en México y luego en Buenos Aires, a través de dos épocas diferentes?

-Florencia Etcheves: La novela empieza con una chica, Paloma, a la que se le muere su abuela, Nayeli Cruz, quien la crió y la alimentó toda su vida porque era una mujer que cocinaba muy bien. Quise alejarme de la pandemia así que fiché la historia en 2018. Ella nunca supo que Nayeli había sido cocinera de Diego y Frida porque nunca lo contó. Cuando la abuela muere, Paloma recibe una herencia: un montón de objetos de Nayeli. Entre estos, una pintura. Ella descubre que en ese cuadro se ve a su abuela joven desnuda totalmente y le llama la atención. Entonces, decide investigar frente a quién se había desnudado su abuela y empieza a descubrir que este cuadro no es un cuadro cualquiera, que está maldito y que la va a poner en riesgo.

Después, nos vamos al pasado con esta abuela y cómo llegó a ser la cocinera de Frida Kahlo, la mujer más sufriente del mundo, si se puede decir de alguna manera. Como dice ella: "Pinto autorretratos porque estoy mucho tiempo sola. Me pinto a mí misma, porque soy a quien mejor conozco". Agarré toda la línea de tiempo de Frida y elegí del ´39 hasta la muerte porque me parecía que era una parte muy interesante de su vida. Fueron los años en los que mayor obra produjo y que, a medida que ella producía, su cuerpo se iba desgastando, se iba muriendo. Frida terminó mutilada. En esos años, también podemos ver cómo los vaivenes emocionales de Frida en cuanto a su cuerpo, su salud, sus amores y desamores, tuvieron mucha influencia en su obra.

-T.: ¿Cómo se da la unión de Frida y Nayeli, la protagonista ficcional, para que resulte verosímil?

-F.E.: Me gustaba que Nayeli fuera la amiga invisible a la que Frida hace tanta referencia en su diario. Ella dice que tuvo una amiga invisible en la infancia y sostiene que había existido. Me gustó que Frida creyera que Nayeli era esa amiga invisible que había vuelto en un momento muy difícil de su vida, en el primer divorcio de Diego. También, me interesó jugar pero no con el realismo mágico porque -aunque me encanta- me parece que hay que tener un don como García Márquez o la Restrepo que son gente muy arriba, muy admirados. Pero, por momentos, Frida, su obra, lo que ella cuenta y cómo hace propias las leyendas mexicanas, me ayudaba muchísimo. Que Frida crea que Nayeli sea la amiga de la infancia que volvió me parece hermoso. ¿Por qué no la iba a hacer volver? Me sirve Nayeli porque puedo jugar. Con Frida no.

-T.: Cuando fallece Nayeli, la nieta debe afrontar un duelo. ¿Cómo aparece en este momento la diferencia entre la cultura argentina y la mexicana en torno a la muerte?

-F.E.: La manera en la que México se habla de la muerte es absolutamente distinta a cómo la vemos nosotros. Basta con googlear un poco y ver todos los eventos que hay en Día de Muertos. Estar en esa fecha es una cosa preciosa porque es ver todos los homenajes, como en "Coco", la película. No solamente honran la memoria del que ya no está sino que celebran con el convencimiento de que, esa noche, se abre la puerta y la persona va a venir. Las celebraciones tienen que ver con la comida, con los olores, con los colores, con la música. Todo eso es México y por eso nos encanta. Nosotros, en cambio, somos más tangueros.

La novela empieza con la relación que Nayeli tenía con la muerte porque era una relación de mujer mexicana. Paloma, si bien está criada por una mexicana, es argentina y se da cuenta que lo que tiene que hacer es celebrar a su abuela de esa manera. Arma ese ritual, con las cosas que encuentra, que termina siendo clave para que aparezca una figura muy importante de Nayeli en el pasado y en el presente de Paloma. Hay una mujer que une el presente y el pasado para terminar de hacerle entender a Paloma quién es realmente. Cuando entendemos quiénes son realmente nuestros padres, nuestros abuelos, nos conocemos.

-T.: Hay una reconstrucción genealógica que lleva a pensar la identidad.

-F.E.: Es fundamental la identidad, es un derecho. Y a Paloma se le había privado, aunque sabía quien era. Pero, al no conocer los detalles de su vida y de su abuela, siempre vivió protegida por secretos y al descubrirlos, se termina liberando porque entiende cosas sobre las mujeres que la precedieron.

-T.: Kahlo le regala un diario íntimo a Nayeli. ¿Cuál es la importancia de los diarios íntimos en la literatura y en la vida personal?

F.E.: Quería jugar con el diario rojo que existe. Pero yo lo duplique, podía tirar del elástico y que cada una tuviera el propio que usaran para sus cuestiones. "Querido diario" es algo que las mujeres, no sé los varones, hemos tenido. Las chicas anotábamos nuestros secretos y esas cosas que no podíamos contarle a nadie en ese diario que tenía llavecita con candado. Como el primer refugio de intimidad. Tuve diario intimo y me encanta. Recuerdo el primero, de peluche, rosa, con un candado. Lo escondía como si tuviera secretos de Estado y a todo el mundo le importaba. Fue el primer lugar donde ponía todas esas cosas que me daban vergüenza o que no me animaba a decir. Y por otro lado, el primer lugar donde empecé a escribir. De más grande también seguí escribiendo, los voy a tener que quemar... Haciendo memoria, nunca lo había pensado antes, pero en el diario intimo hacía bastante ficción. No solamente escribía los hechos reales de lo que me pasaba sino también que el diario intimo era un lugar para ejercitar el "¿qué pasaría si?". Y por ejemplo, si me peleé con "Martita", seguro que Martita va a venir y me va a decir tal cosa. Entonces era toda una elucubración de futuro: "y yo le voy a decir", "y ella me va a contestar". Era un ejercicio de la imaginación que es, en definitiva, la ficción.

-T.: Con el accidente de Kahlo, la Casa Azul se opaca y aparecen los "berrinches" de la artista mexicana. ¿Te interesó, a partir de mostrar un costado problemático de Kahlo, desacralizar su figura o mostrar una versión más humana?

-F.E.: Ha sido milagroso que esa niña sobreviviera al accidente en una época donde no existía la medicina que tenemos hoy. Fue tremendo para ella: estuvo un año inmovilizada en una cama, que es la que sigue estando hoy en Casa Azul, se quedó durmiendo en la misma de su infancia. El mueble arriba tiene un espejo y ella empieza a dibujar porque estaba postrada y no había muchas cosas para hacer. Se miraba y se copiaba. Fue su propio modelo vivo: el modelo del sufrimiento fue ella. Se dibujaba lacerada, muerta de dolor, tomando una medicación super fuerte basada en opiáceos, que hacía que su cabeza fuera y viniera. Sorteó todo eso y fue para adelante, aún con tratamientos espantosos. Además, de chica había tenido polio, por lo que había quedado mal de una pierna. A pesar de eso, se repuso pero no es que todo lo vivió con una sonrisa. Se rebelaba un montón, le plantaba cara a la tragedia. Me gustaba revelar sus enojos porque me parece que es humana. No sé como hizo. Lees la biografía de ella, sobre las heridas y las cosas que tenía, y te preguntas cómo vivía esa mujer. Pero disfrutaba, tenía una vida sexual plena, viajaba, iba, venia, se peleaba, revoleaba cosas y pintaba. Me quedé muy impactada con su figura. Me dio mucha admiración y ternura.

Con información de Télam