El Museo Nacional de Bellas Artes reorganiza el relato de su acervo en 170 obras que llegan al CCK

04 de agosto, 2022 | 19.03

(Por Marina Sepúlveda) Cuatro décadas, 170 obras representativas del arte argentino y más de 100 nombres de artistas comparten el espacio privilegiado de La Gran Lámpara del CCK en “Escenas contemporáneas”, una muestra integrada por obras del acervo del Museo Nacional de Bellas Artes que con curaduría de Mariana Marchesi propone un guion curatorial que invita a reflexionar y provoca interrogantes sobre temas instalados en la sociedad.

"Escenas contemporáneas. Recorridos por la colección del Museo Nacional de Bellas Artes. Arte argentino 1960-2001", tal el título de la extensa muestra, se compone de cinco ejes que transitan temáticas y aúnan obras variadas de la colección del museo que sale una vez más de su histórico edificio y se instala novedosamente en el CCK.

La propuesta invita "abrir preguntas desde las imágenes", como explica la curadora, por medio de recorridos independientes que transitan historia, memoria, identidad, cuerpos, y práctica artística, y contextos de producción en las últimas cuatro décadas del siglo XX, que explora desde nombres sugerentes como "Desafiar las reglas del arte", "Imágenes, historia, memoria", "La persistencia de la pintura", "Abstracción. identidad americana" y "Repensar los cuerpos".

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"Nos interesó mucho la sinergia entre una institución centenaria y tradicional como el Bellas Artes con este formidable centro cultural, el más moderno, grande y dinámico de la Argentina. En ese sentido, se juntan los extremos. El Bellas Artes tiene 13 mil obras y muestra aproximadamente el 10%", expresa Andrés Duprat, el director del Museo Nacional de Bellas Artes.

La exposición es una selección de unas de 170 obras que no suelen ser exhibidas, pertenecientes al acervo del Bellas Artes que invita "a reflexionar y debatir nuevos temas e interrogantes", y de algún modo, facilita la apertura de sentidos y nuevos abordajes de estas obras y sus contextos de producción como parte del patrimonio nacional. A su vez el proyecto delineó como necesidad la reconstrucción de algunas obras y vigoriza esos baches patrimoniales que se subsanan con donaciones de los artistas premiados en los Salones Nacionales.

El montaje en un espacio tan diferente al del museo articuló entre ambas instituciones y sus equipos de trabajo esta propuesta de "recorridos de las últimas cuatro décadas del siglo XX, presentando problemas sencillos que tienen que ver con pensar a la historia en el cruce con las imágenes, el arte más allá de la pintura y la escultura, nuestra identidad latinoamericana y también los cuerpos desde los años 60", explica Marchesi, quien refiere que cada uno de los accesos a la sala introduce a las "pequeñas muestras" a ser exploradas según intereses del visitante, más allá de la exposición en su conjunto.

"El principal objetivo es acercar la colección e invitar a pensarla desasociada de la idea de producto estanco, dado que las imágenes interpelan a la sociedad, al público y que a partir de ellas se puede generar conocimiento", refiere la curadora en diálogo con Télam.

Marchesi ratifica que el "interés tiene que ver con difundir la colección de arte argentino no expuesto, sobre todo lo más contemporáneo", y que de allí surge la selección. Si bien existe una cronología subyacente, "la idea fue romper un poco con esa idea de que las obras o los productos culturales se tienen que pensar insertos en un determinado contexto, también hay una posición de quien está mirando o muchas veces de quién está accionando en conjunto, porque muchas obras son participativas y dependen desde que momento están interpelándose", explica.

La curadora alude como ejemplo a la obra de Roberto Jacoby "con su mirada retrospectiva sobre 1968, un año emblemático", o la obra de la serie federal de Felipe "Yuyo" Noé, "que en los albores del surgimiento de la neofiguración" permite "seguir pensando, qué es lo que pasa con la violencia en la historia argentina".

Ubicada en el sexto y séptimo piso del CCK, el conjunto exhibido incluye pinturas, grabados, esculturas, fotografías e instalaciones, destacándose un recorrido que ocupa el sexto piso con la escultura de Juan Carlos Distéfano "El mudo" (1973) que habla de las primeras desapariciones, los afiches explícitos de Juan Carlos Romero o las obras de Ricardo Carpani que permiten pensar las problemáticas sociales emergidas con las proscripción del peronismo y esa breve "primavera democrática", entre una mayoría de dictaduras militares que asolaron el país. También las obras de Diana Dowek -entre ellas "Lo que vendrá" inspirada en las revueltas sociales de los 60-, hasta la pintura de Noé titulada "La anarquía del año XX" (1961).

Un conjunto que se completa con las conocidas fotos de Adriana Lestido sobre las Madres de Plaza de Mayo, el testimonio del "Partenón de los libros" de Marta Minujín, la instalación "Manos frontales" (1976) de Carlos Alonso censurada en su momento, o pinturas de Antonio Berni que trabajan desde lo simbólico, hasta la crisis neoliberal del 2001 que cierra este recorrido con la fotografía de Juan Travnik de la serie Bancos.

Aquí se propone leer la historia en las imágenes, pensarla desde las respuestas de los artistas y sus obras a sus contextos específicos, y "reflexionar sobre el lugar de la sociedad en la construcción de la historia y la memoria". A modo de cronología visual, la curadora, se detiene en el Cordobazo (1969) y la crisis económico-política y social de 2001, dos hitos de "insurrección urbana que permanecen en el imaginario" como acciones colectivas, transformadoras.

En esa alternancia de democracia y dictadura, y una posterior reparación del tejido social, "las imágenes lidiaron con las ideas de violencia, libertad, destrucción y reconstrucción y se alzaron como clamor de libertad, como vehículos para el reclamo de derechos y reivindicaciones", indica la curadora.

Y como pasaje entre un piso y otro demarca la irónica instalación de Pablo Suárez, "Los que comen del Arte" (1993), suerte de preámbulo de los restantes núcleos que se desparraman en el piso superior.

Por otro lado, si bien el museo posee la mayor colección pictórica del país, la selección de pinturas se delimitó a los 80 y va en sintonía con esa idea de "la pintura más allá de la pintura", con obras de Nicolás García Uriburu, Marcia Schvartz, Guillermo Kuitca, Elba Bairón ("El bodegón") y desde lo conceptual con "Seis huevos en un plato", de Eduardo Costa, que reflexiona creando objetos hechos directamente con materia pictórica.

También forman parte del itinerario expositivo Emilio Renart, Liliana Porter, Delia Cancela y Pablo Mesejean, Margarita Paksa, Rogelio Polesello, Alejandro Puente, Oscar Bony, Edgardo Giménez, Víctor Grippo, Alejandro Kuropatwa, Marie Orensanz y Helen Zout.

Así como Sara Facio, Alicia D'Amico, Liliana Porter, Noemí Escandell, León Ferrari, Liliana Maresca, Narcisa Hirsch, Antonio Seguí y Graciela Sacco, como parte del extenso listado.

Uno de los ejes se asienta en el desarrollo tecnológico, el auge de los medios masivos de comunicación y la inmediatez, que "moldearon una nueva sociedad, marcada por el vértigo y la velocidad con que circulaban las imágenes", de los que surgen nuevas maneras de mirar el mundo y una vanguardia que buscaba "trascender los límites de la pintura y la escultura, para integrar arte y vida, alta y baja cultura, espacio real y el de la representación". Fue un tiempo en que las propuestas estéticas pasaron de objetos artísticos únicos "a experiencias multiplicables que fusionaron disciplinas artísticas", según apunta Marchesi, y también un tiempo de salir a la calle y de accionar sobre la realidad.

Y en ese particular mundo que abre cada obra y exponente del arte argentino, un espacio íntimo es el compuesto por "Inestabilidad" (1963-1964) de Julio Le Parc, "La ciudad hidroespacial" de Gyula Kosice (1969-1970) y la reconstruida obra de David Lamelas, entre otras, como parte de esos desafíos de las reglas.

La abstracción e identidad americana desde el pensamiento impulsado con fuerza en los 70 retoma la tradición de los pueblos originarios y permite "pensar una estética regional", situada en y desde el sur, y emparentada con el pensamiento del filósofo Rodolfo Kush. En el caso del arte, tomando como punto inicial el universalismo constructivo proclamado por el pintor uruguayo Joaquín Torres García en los 30, artistas y críticos culturales recuperan los diseños abstractos existentes en tejidos, cerámica y arquitectura amerindia y buscan "afianzar la noción de que el arte abstracto, constructivo, hunde sus raíces en nuestras culturas ancestrales antes que en los movimientos de vanguardia occidentales".

También el itinerario lleva a pensar la diversidad y las minorías sexuales como ámbitos de disidencia. Tal como explica Marchesi, las "nuevas miradas sobre el cuerpo desafiaron tanto los modelos sociales establecidos como la tradición artística". En las últimas décadas del XX, "muchas imágenes y acciones sirvieron como soporte y disparador de posturas críticas e ideológicas que exceden el mero gesto irreverente para transformarse en imágenes transgresoras, desobedientes" en su abordaje del cuerpo como medio para la acción estética y "como un problema político", señala la curadora.

Este es "un tema muy presente y que obviamente nos interpela hoy a todos y a todas como sociedad, que tiene que ver con la manera en la que se empieza a pensar el cuerpo desde otro lugar a partir de los años 60 y hasta ahora", especifica Marchesi.

Y agrega que se trata de una necesidad que debe ser atendida "porque las imágenes activan, producen situaciones de conocimiento o creativas que son muy distintas a las que se pueden dar en otras instancias de aprendizaje".

Con entrada libre y gratuita, la exhibición podrá visitarse de miércoles a domingos de 14 a 20, en el espacio de La Gran Lámpara del CCK (sexto y séptimo pisos), en Sarmiento 151 (CABA)

Con información de Télam