José “Maligno” Torres cerró como subcampeón mundial en Abu Dabi un 2024 que lo coronó como único oro olímpico argentino en los Juegos de París, máximo acontecimiento deportivo del año. No le alcanzó para ser reconocido como el mejor deportista argentino de 2024 porque el Olimpia de Oro del Círculo de Periodistas Deportivos (CPD) premió en cambio al Dibu Martínez, mejor arquero del mundo según la FIFA y France Football, y a Franco Colapinto, el pilarense de 21 años que redescubrió la Fórmula 1 para miles de argentinos. Y también para las marcas que todos los días promueven su figura.
En rigor, casi que nos enteramos que el Maligno estaba compitiendo en Abu Dabi porque fue omitido en la distinción máxima de los premios Olimpia. Caso contrario, habría sido difícil informarse del subcampeonato mundial de BMX Freestyle que Torres logró tras recuperarse de una durísima caída, en un torneo que contó con 45 competidores y que fue ganado por el australiano Logan Martin. El BMX no es la Fórmula 1. Y “Maligno”, cordobés nacido en Bolivia, tampoco es Colapinto, primer piloto argentino que gana puntos en la F1 después de 42 años (aclaración necesaria, Gastón Mazzacane también terminó octavo en Nurburgring, Alemania, en 2000, pero antes solo ganaban puntos los seis primeros de la clasificación, no los diez, como se implantó a partir de 2010).
Si el Olimpia hubiese tenido un ganador único, me aseguran fuentes de la organización, el premio habría sido para el Dibu. Podría haberse dado entonces el debate sobre si un premio que lleva el nombre de “Olimpia” y se entrega justo en año olímpico (los Juegos se celebran cada cuatro años) no debería haber ido para Maligno. Pero, por otro lado, parece imposible discutir a Dibu, que compite en un escenario mucho más expuesto y masivo y rinde pruebas no solo en un Mundial o Copa América, sino fecha tras fecha, y contra los mejores del mundo.
Un “enjuague” (con esa palabra exacta me lo describió la fuente consultada) permitió que el Olimpia de Oro fuera compartido, algo no habitual. El “enjuague” no fue para incluir a Maligno, sino por Colapinto. ¿No habría sido más justo crear, en todo caso, una categoría a “la mejor promesa” del deporte argentino en 2024 para no dejar afuera la enorme euforia que causó el pilarense y liberar entonces el espacio del Olimpia doble para un reconocimiento más justo a Maligno? ¿Qué le queda al postergado deporte olímpico argentino si en un año olímpico no se reconoce a quien logró el oro luego de ocho años de sequía? Se podrá inclusive debatir sobre la inclusión de BMX como deporte olímpico. Lo que no admite discusión es el logro de Torres.
Son tiempos de redes. Basta que Colapinto sonría para que “la sonrisa de Colapinto” sea “tendencia” en la red del magnate millonario que pide votar, justamente en Alemania, a un partido que remite al nazismo. Basta que Colapinto haga una broma para que las redes estallen con “la broma de Colapinto”. “El gesto de Colapinto”, “El look de Colapinto”. Y así todo. Claro, cómo no comprender la tentación de los organizadores de los Olimpia. Incluír a Colapinto garantizó cámaras de TV, rating, una presencia mediática notable. Los premios futuros deberían tal vez aceptar el nuevo escenario. Hay distinciones que son inevitablemente arbitrarias. El libro del año, la película del año, la banda musical del año. Lo que sea. Pero el deporte compite. Hay rankings, clasificaciones. Sabemos claramente quién termina primero y quién octavo. Quién sube a un podio y quién no. Quién gana una medalla dorada y quién no.