Las escritoras Sylvie Neeman, de Suiza, y Anne Herbauts, de Bélgica, quien además es ilustradora, visitaron Argentina en el marco del festival internacional de literatura infantil Filbita y dialogaron con Télam sobre los desafíos que implica trabajar una tecnología analógica, como es el libro álbum en papel, en un presente hipervisual, recargado de pantallas, alta velocidad y lecturas simultáneas.
En estos tiempos de preeminencia audiovisual ¿cómo se balancea la presencia de la imagen y del texto en los libros álbum, qué rol adquiere la voz en ese juego? ¿Puede la escucha ir más allá de la vista? Si la idea es decir algo, escapar del aluvión de imágenes es una posibilidad para Herbauts, ilustradora y cuentista belga nacida en 1975. Hay demasiadas, ¿para qué tantas, si lo que quiero es decir algo, no exhibir dibujos sin más? Los libros respiran e incluso dos páginas blancas pueden ser una imagen o el propio sonido. dice.
Es que las pantallas sencillamente reducen y un texto sobre papel abre la imaginación -aporta Neeman-. Las pantallas cautivan en el sentido de que seducen a la vez que toman de rehén tu atención, es notable cómo con un libro el niño interacciona, cómo quiere compartir eso que mira. Con una pantalla queda absorto, son conexión con el entorno.
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La tecnología libro, el papel parece un parteaguas entre una forma de relacionarse con la lectura, y el mundo, de un pasado no tan lejano y este presente donde las narraciones audiovisuales tienen centralidad. ¿Qué ofrece entonces la tecnología libro que escape a la experiencia de mirar una película, una serie? Olfato, oído, vista y una forma singular de habitar el tiempo, resume Herbauts, eso que ella llama meter la cabeza en el seto, encontrar un espacio que no es confortable pero que permite despegar, cambiar el punto de vista.
Es un esfuerzo pero pasada la incomodidad tanto el autor como el lector encuentran un mundo. Cuando la pantalla es lo más pasivo y adormecedor que hay, el libro te permite estar dentro de la cosa, no lo mirás de afuera, vos estás dentro de la cosa e inevitablemente la cosa está dentro tuyo y eventualmente crece como un árbol, afirma esta prolífica autora, que tiene cerca de 50 libros publicados principalmente infantiles (álbums y cómics) y un trabajo que incluye otros medios narrativos como cortos de animación.
Me gusta buscar cosas en otro lugares, pensar las exposiciones como narraciones, como espacios en los que uno puede meterse de lleno, ahora estoy escribiendo guiones en un proyecto de animación y de repente me encuentro con una estructura ajena a mí, que me obliga a pensar de otra forma, que no tiene que ver con la autoseducción, dispara a la hora de explicar cómo entiende ese trabajo de narrar en el que desde el principio, texto e ilustración caminaron juntos.
Harbouts dice tener una extraña relación con Argentina. De hecho, cuenta, volví a ver a la gente que me había escrito hace 20 años conmovida por mi primer libro, que ni siquiera estaba traducido, y recuerdo haber pensado que Argentina era un país de poetas, porque con su lectura abierta y profunda entendieron la metáfora, volvieron a escribir mi libro, y lo hicieron aceptándolo como literatura y punto, sin distinciones de para niños o adultos.
La relación con el país tiene otro encuentro estético y conceptual hondo. Fue Isol quien, después de haber ganado Astrid Lindgren en 2013, uno de los premios internacionales más importantes de literatura infantil y juvenil, postuló a Herbauts como candidata al galardón que desde 2003 otorga Suiza, en homenaje a esa escritora sueca, a un ilustrador o promotor de la lectura destacado del mundo.
La red de conexiones se extiende desde ahí hasta Neeman, escritora suiza justamente, nacida en Lausana en 1963, que destaca la producción de Herbauts como una de las mejores en lengua francófona. Y eso es decir mucho, porque Neeman dice esto después de señalar que algunas de las mejores producciones de literatura infantil actual se encuentran escritas, o pensadas, a veces los libros no llevan texto, en francés. Es una literatura muy libre, con maneras de expresarse muy diversas, que busca producir libros de gran calidad para la infancia, sin que sean dogmáticos ni moralistas.
Esta escritora ya reconocida, que dejó la crítica para pasar a la escritura ya de grande, después de compartir muchos libros infantiles con su hijas, coincide con que los libros son artefactos para reunirnos con nosotros mismos. Transmiten una psicología -acepta-, todo lo que pasa en esas historias está dentro nuestro o puede estarlo: Penélope, Odiseo, el cíclope que devora a sus compañeros, las sirenas que nos hacen olvidar el camino.
La literatura simplemente es lo más enriquecedor de la vida, sirve para mantener tu libre arbitrio, pensar por ti mismo, más leés de chico más entenderás argumentos y contextos de grande, más emanciparás tu pensamiento, más posibilidades de acción e intervención en el mundo tendrás, opina la autora publicada por Limonero en Argentina, con títulos como Ya vienen!.
¿Cómo se fomenta una rica experiencia de lectura en general? Creo que la experiencia de lectura más rica es la de un padre que lleva a su hijo en su regazo, un abuelo, un tío, un adulto amoroso que comparte una lectura tranquilamente y sin preguntar, simplemente dejando que el niño pase las páginas por sí mismo -conjetura Neeman-. No por haber terminado de leer una página hay que pasarla, el niño necesita mirar y cuando ha absorbido todo lo que quiere absorber, pasa la página, acompañar su ritmo. Si no le imponemos nada, como en las pantallas, creo que habrá sido una rica experiencia.
Hija de padres músicos, en sus historias hay algo muy libre y musical, algo que hace querer leerlas en voz alta. Si la música impregnó tu mundo mientras crecías es imposible tener un contacto inarmónico con las palabras y a eso lo vas plasmando en la escritura. La interacción entre lo literario y lo musical en mi trabajo es algo instintivo, no está calculado.
Y si bien sus experiencias de infancia están en las raíces de su escritura, no así la geografía donde creció. De hecho -apunta-, siento que mi escritura va hacia otra parte, siendo Suiza un país tan pequeño siempre tenés ganas de ir más allá, de cruzar las fronteras y mi escritura rápidamente se instala en el borde. Me gusta escribir en la frontera de un mundo con otro, siempre.
Ese territorio breve y esos bordes siempre demasiado cercanos, entonces, son una constante también en las producciones de Herbauts. Graduada en la Academia de Bellas Artes de Bruselas (ARBA) en Ilustración y Cómics en el estudio de dos reconocidos ilustradores, Anne Quévy y Bruno Goosse, cuenta cómo llegó hasta texto, algo que desde el principio trabajó conjuntamente con la imagen.
Creo que una de las cosas importantes que hay que decir es que tuve libros en mis manos desde muy chiquita. De beba gateaba sobre una alfombra áspera hacia la biblioteca de mis padres y así sé que ciertos libros tienen un olor particular. Después llegó el momento de las lecturas de nuestros padres en la cama a mi hermana y a mí antes de dormir, donde me quedó fijado algo muy musical, relacionado con esa oralidad. Y como nunca tuvimos TV, y además a mi hermana le gustaba todo lo científico y a mi lo ficcional, en casa hubo siempre mucha circulación y variedad de libros y lecturas, repasa.
Su trabajo creativo no queda en la imagen o el texto, sino en ambos a la vez. De chiquita no dibujaba para nada, pero en Bélgica hay un sistema público que te permite estudiar dibujo o música mientras vas al colegio. Herbauts hizo artes plásticas de los ocho a los 18:, grabado, pintura, escultura, dibujo. Un amigo de los padres fue el que creyó que a ella le gustaría. Esa experiencia me dio un lenguaje específico para expresarme, hasta hoy puedo recurrir a los que aprendí en cualquiera de esas disciplinas a la hora de pensar una narración, y además era adolescente en todo aquel recorrido, así que la experiencia fue muy sensorial y emocional.
Al momento de elegir oficio o profesión Herbauts sabía algo muy específico: le gustaba leer y escribir, todo eso junto, nada de por separado, y aprovechando la fuerte cultura belga en torno de la ilustración, su vasta oferta educativa y también mucho de azar, terminó en la Academia de Bellas Artes de Bruselas -bastante vieja, poco conocida y sin mucha fama más que el paso de Van Gogh por ahí-, pero con la singularísima situación de que su primer encuentro académico fue con Anne Quévy, una profesora que, cuando le preguntó qué era la ilustración, le habló durante una hora y media de la relación entre el texto y la imagen. Nunca más me fui, estaba maravillada todo el tiempo, recuerda.
Tuve mucha suerte de dar con un taller que parecía pensado de manera personal para mí en un tiempo donde no había muchas publicaciones ilustradas y con un maestro que era editor del sello que hoy me representa, Casterman, quien participaba como jurado de los trabajos finales de los dos últimos años. Así fue que, aún siendo estudiante, en 1998 publicó Que fait la lune, la nuit? (¿qué hace la luna cuando duerme?) y que su segundo libro, su trabajo de fin de estudio, fue un éxito comercial: Le petit souci, La pequeña tristeza que en Argentina publica Océano.
Así gané mi libertad creativa, lo más fundamental de mi vida -asegura-, no trabajo sola, trabajo con mi editor, pero tengo una manera que él respeta, soy una mujer bastante salvaje en ese sentido, no acepto entregas, tengo la mala costumbre de respetar mis procesos y hacer que también los respeten los demás. ¿Qué es un buen libro para mí? Algo que no sólo te conmueve, hace cambiar algo en vos.
Con información de Télam